El poder y la gloria

Desde tiempos inmemoriales el Poder ha buscado la Gloria para perpetuarse en sus privilegios y la Gloria se ha arrimado al poder para poder aspirar a una vida más confortable. Es una vieja historia que se repite de forma cíclica y cuyo último capítulo tiene como escenario Bilbao. En este caso el Poder viene representado por la Diputación Foral de Bizkaia, asentada en la mismísima Gran Vía y la Gloria en el Athletic Club de la Alameda de Mazarredo. Exudan ambos entes tanto bilbainismo que es extraño encontrarse con alguien que ose criticar algunos de sus negocios.

Hemos sabido estos días que el ente foral ha suscrito un convenio con el club de fútbol por el que le serán traspasados a éste en cuatro años 11 millones de euros de las arcas públicas, a cambio de que las camisetas y atuendos de los futbolistas incluyan el logotipo «Bizkaia». Encubierta bajo la forma de acuerdo de esponsorización publicitario se esconde una ayuda directa a una entidad de carácter absolutamente privado, por mucha vocación pública que pretenda ostentar. Este hecho inaudito, aparte de suponer un uso controvertido del dinero público, procedente de los impuestos que pagamos todos los contribuyentes, seamos o no simpatizantes del citado club, es un evidente agravio comparativo con el resto de clubes deportivos de Bizkaia, que intentan desarrollar sus diversas actividades sin los beneficios resultantes de una ayuda económica tan inusual. Y resulta aún más extraño cuando el propio Diputado General realizó públicamente críticas durísimas al modo de funcionamiento del club, que por cierto no ha variado en lo fundamental en los meses transcurridos desde las mismas.

Una entidad deportiva que dedica millones de euros a abonar las nóminas de sus futbolistas está en su pleno derecho de ejercer actividades mercantiles paralelas para intentar sufragar tan ingentes gastos, pero en mi opinión no debe ser en ningún caso objeto de ayudas públicas, se disfracen éstas de una u otra manera. El dinero público es sagrado y su utilización debe ser muy bien medida. En una sociedad en la que la riqueza está tan desigualmente repartida, como acaba de señalar el «Informe 2007» del observatorio socio-económico Gaindegia, el Poder debe mirar con lupa todas y cada una de sus actuaciones respecto a la disposición de dinero público y responder a las demandas de la sociedad en virtud de un criterio de justicia distributiva, que sin lugar a dudas la ayuda al Athletic Club no cumple. ¿Es que no existen en Bizkaia carencias sociales más urgentes que podrían ser aliviadas con esos 11 millones de euros?

Tenemos que recordar una vez más que Bizkaia sufre desde hace demasiados años un monocultivo deportivo en torno a ese club, lo que ha propiciado que otros deportes como el baloncesto, el balonmano, el atletismo o la natación no cuenten con un desarrollo adecuado y deban sufrir penalidades sin cuento. El buen momento del equipo de baloncesto Bilbao Basket es aún más meritorio si tenemos en cuenta estos antecedentes. Pero es que además ciudades tan pobladas, como Barakaldo o Getxo, apenas tienen un equipo de fútbol en Segunda B, sin posibilidades reales de acercarse a las categorías punteras. Al contrario que en Gipuzkoa, donde clubes como Eibar, Arrate, Real Unión o Bidasoa representan alternativas válidas a la Real Sociedad, en Bizkaia todo pasa por el Athletic.

Para complicar aún más la situación, nos encontramos con otra información en un conocido diario local, que habla del deseo de la actual directiva de ampliar el aforo del llamado San Mames Barria, para dedicar más espacio a la zona VIP, palcos privados en los que los asistentes, generalmente empresarios, disfrutan del espectáculo deportivo a la vez que realizan negocios y cierran acuerdos. Un modelo imperante en otros clubes de fútbol europeos y que parece va a ser adoptado también por el Athletic. Palcos privados que, además, se situarán junto al palco principal, habitualmente repleto de autoridades autonómicas, forales y municipales. La ocasión la pintan calva y los contactos entre representantes institucionales y empresariales serán preferentes cada quince días, con motivo del partido de turno en San Mamés.

Ahora que la trayectoria de la temporada deportiva del Athletic está salvada, de forma casi brillante comparándola con pasadas angustias, convendría que estos temas fueran debatidos con transparencia y sin sectarismo entre socios, simpatizantes y ciudadanos en general, para conseguir que no se vean mezclados en ningún caso las trayectorias que el Poder y la Gloria tienden permanentemente a situar en un mismo carril dominado por sus propios intereses de grupo o institución. Está muy bien animar al equipo, sentirlo como algo propio y evitar que sea ultrajado por sus enemigos, que sin duda los tiene y muchos, pero cosa bien distinta es confundir los anhelos de un club deportivo concreto con la totalidad de la población del territorio que dice representar. No se trata de atacar al Athletic, Dios me libre, sino de aclarar conceptos básicos en una sociedad moderna como la nuestra.

Se puede ser un «buen vizcaino» sin ser socio o seguidor de su equipo más glorioso, y lo dice alguien que sigue al equipo rojiblanco desde que tiene uso de razón. Diría más, hasta siendo seguidor del Indautxu o del Osasuna, ¿por qué no? Dejemos a un lado rancios fundamentalismos y abordemos las cuestiones peliagudas, como la presente, con un mínimo de perspectiva y objetividad. Al final, el Athletic, como institución centenaria, lo agradecerá.