Emprendedores sociales

Nick Hughes es lo que ahora se define como un «emprendedor social» – una persona que trabaja dentro de una gran empresa detectando las oportunidades comerciales de las nuevas tecnologías para satisfacer necesidades sociales urgentes. Su vida ha estado marcada por la búsqueda de soluciones a los graves desajustes y marginaciones sociales que tanto origina el desarrollo económico que conocemos, donde apenas dejamos lugar para los ‘perdedores’. Inicialmente trabajó en la empresa petrolera BP, donde dirigió el programa sobre el cambio climático. Al poco tiempo, se involucró en el desarrollo de un sistema de comercio de emisiones donde BP actuaría como modelo y prototipo para las multinacionales europeas. En 2001, se incorporó a Vodafone con la intención de trabajar en el emprendizaje social posibilitando que el ‘know how’ de la empresa sirviera también para resolver problemas sociales.

Actualmente, Nick dirige el equipo encargado de promocionar el «Emprendizaje Social», en Vodafone Group Marketing. En concreto, dirige el Departamento para el Desarrollo Internacional y que fue creado, en 2004, para identificar y desarrollar aplicaciones basadas en el uso de móviles que, al tiempo que aportarían una buena imagen a Vodafone, serían proyectos comercialmente viables. Para facilitar este trabajo, Nick creó un Fondo de Inversión Social, un mecanismo innovador que permite que las buenas ideas puedan materializarse en productos y autofinanciarse. Además. al objeto de reducir riesgos e incertidumbre, utilizan una fase piloto previa, donde se contemplan todas las posibles contingencias, para su posterior mejora antes de lanzar el producto al mercado y emprender su plena comercialización.

Vodafone es otra empresa más que entiende los beneficios que tiene para las empresas el apoyo a la innovación social. En febrero de 2007, el gigante de la telefonía móvil del Reino Unido puso en marcha un servicio de banca móvil, M-Pesa, en Kenya, a través de su filial Safaricom. El servicio iba dirigido al 80% de las personas adultas de Kenia que no tienen una cuenta bancaria pero que, sin embargo, muchos de ellos sí tienen un teléfono móvil.

Con este servicio, los clientes de M-Pesa pueden transferir dinero a otros, a través de mensajes de texto, realizando transacciones por un importe relativamente pequeño, de unos 10 euros o menos. Las instrucciones de pago se envían a un servidor central, que es el que autoriza las operaciones. El dinero puede ser abonado y, a su vez, retirado en quioscos, gasolineras y supermercados que son los lugares donde se venden teléfonos móviles de contrato. M-Pesa tiene un total de 1,8 millones de abonados y éstos representan el 18% de los usuarios de móviles que hay en Kenya.

Poco a poco, los ingresos de M-Pesa van creciendo. El objetivo era conseguir la viabilidad comercial del servicio que ya se ha alcanzado. Sin embargo, el proyecto no hubiera podido iniciarse sin que, previamente, el Departamento para el Desarrollo Internacional de Vodafone no hubiera invertido 1,3 millones de €.

También Vodafone se plantea ahora ampliar esta exitosa experiencia ofreciendo servicios de pago, a través del móvil, a otros ámbitos, como, por ejemplo, los pagos de multas y de sueldos. En este sentido, os diré que en SWPI también estamos desarrollando un proyecto que permite que los móviles puedan ser utilizados para el pago también de peajes en la autopista, parkings, comidas en restaurantes, y su uso para pequeñas compras y recargas que no excedan los 50 €, tanto en comercios, estancos como en gasolineras.

El envío de remesas es otra área de actividad que podría tener un notable crecimiento. Vodafone se ha asociado con la mayor empresa financiera de Estados Unidos, Citigroup, para establecer un servicio de envío de remesas desde el Reino Unido que permita a los usuarios de Vodafone enviar dinero a familiares y amigos en sus países de origen, a través del móvil. La empresa telefónica está aprendiendo mucho acerca de cómo mover el dinero a través de las fronteras, en especial, evitando incumplir las normas establecidas para la lucha contra el blanqueo de dinero. También está aprendiendo cómo trabajar de manera eficaz y rápida, a la vez. De este manera es cómo, gracias al retorno de experiencias, Vodafone está consiguiendo responder diligentemente a las necesidades de los clientes.

A su vez, dentro de la plataforma sobre la que se apoyan los servicios de banca móvil de Vodafone, se encuentra otra sección de gran importancia estratégica como es el área de la microfinanciación. En Afganistán, la empresa telefónica ha estado trabajando con Roshan, el operador de red, a fin de facilitar el desembolso de préstamos de microcrédito y su posterior reembolso. La fase piloto de trabajo que Vodafone está desarrollando conjuntamente con la microfinanciera keniata ‘Kenyan microfinance institution Faulu’ será la que dará el visto bueno del lanzamiento al mercado de este proyecto.

El éxito del proyecto M-Pesa y el de estos nuevos desarrollos le han empujado a Vodafone a tomar la decisión de invertir en I+D+i acerca de cómo la tecnología móvil podría utilizarse para hacer frente a los problemas sociales. Hace seis años que Hughes está trabajando incluso para el Departamento de Asuntos Corporativos de Vodafone, en diferentes proyectos de investigación que la empresa de telefonía británica agrupa bajo el título genérico de «innovación social». La iniciativa se ha convertido en un fértil taller de ideas que produce un flujo constante de nuevos negocios y se le ha dotado de un importante y cada más numeroso equipo de trabajo, en la sede central de Vodafone. El equipo de trabajo funciona como si fuera una unidad de negocio más que persigue objetivos para obtener ingresos.

Según Maggie Brenneke de SustainAbility, que ha estado investigando, para la Fundación Skoll, las características y el perfil que guardan los emprendedores sociales, nos informa que estas personas tiene una visión dual de los problemas sociales. Son capaces de ofrecer productos capaces de satisfacer objetivos tanto comerciales como éticos, dentro de aquellos que establecen las grandes organizaciones empresariales. No son el típico ejecutivo encargado de la responsabilidad social corporativa, RSC, de una determinada empresa grande. Muchas veces son personas que trabajaban en ventas, o en marketing, o en mercados considerados emergentes pero que, un día, vieron una oportunidad, la impulsaron y ahora dirigen nuevas unidades de negocio. La división de microfinanzas de Citigroup es un ejemplo; lo mismo podríamos decir de la ‘Native American Business’ de Nike.

En última instancia, si una empresa es capaz de promover, a nivel interno, la innovación social depende del liderazgo que ejerzan sus jefes. Donde no hay mata, no hay patata y si los jefes son unos mediocres como acostumbramos es lógico que las empresas no conozcan iniciativas parecidas en favor de la innovación social. Tanto Unilever como su rival Danone cuentan con presidentes, Patrick Cescau y Frank Riboud, que han sabido comprender que los mercados emergentes son áreas-clave de crecimiento para sus respectivas organizaciones. El éxito en estos mercados depende de la capacidad de adaptación a ellos que se tenga, de que cuenten con los productos adecuados en precio y calidad y de la experimentación que se haga con nuevos modelos de negocio, tal como ambas empresas están haciendo.

Las empresas exitosas siempre están más abiertas a nuevas ideas y, por ello, son las que están en mejores condiciones para materializar ideas novedosas y contraintuitivas y convertirlas en innovaciones que colocan en los mercados. Para muchos consejos de administración, esta última ola de emprendedores, empresas e innovaciones sociales que están surgiendo se trata de la última oportunidad que tienen las empresas para lograr aumentar su cifra de ventas. Son éxitos de empresas que arriesgan y que conocen el valor que tiene el conocimiento. Por eso, recurren a los emprendedores sociales. Desgraciadamente, qué lejos estamos aquí de todos estos planteamientos. En nuestro caso, riesgo es sinónimo de perder. Sólo vivimos para la acción que esté anclada en el corto plazo. Trabajamos a ciegas, sin visión de futuro, como si fuéramos topos. La información y el conocimiento ni se valoran, ni se pagan, por mucho que cacareemos que apostamos por la sociedad del conocimiento. Siendo benigno diría que estas iniciativas de índole social no les interesan ni a las cooperativas, convertidas en fines en sí mismo, y por mucho que alardeen de trabajo social. Como si tuviéramos el reloj parado, las cooperativas pagan menos impuestos que otras empresas mercantiles que sí apuestan por impulsar la innovación social y no es justo. El concepto de lo que es el trabajo social debe actualizarse cuanto antes. De esta manera, evitaremos que las nuevas iniciativas más acordes los nuevos tiempos pierdan frente al rentismo de unos pocos .