El delirio carpetovetónico

Son muchas las acepciones de la palabrita, y en el sustrato de todas ellas, una que dinamiza las demás: español a ultranza que rechaza todo influjo foráneo.

Al parecer, en las últimas décadas, al vocablo se le han colado un sinfín de significados a caballo entre lo cutre-grotesco y lo energúmeno. Ignoro donde recogí está expresión, paradigmática y clarificante: «Me siento imperial, rancio, castellano viejo, con ganas de quemar bibliotecas… Es decir, carpetovetónico».

Dentro de un aspecto costumbrista -con cierto matiz amable- pensaría en la patria de Frascuelo: toreros, manolas, tricornios, Curros y fauna bandolera, siesta y canícula, olla podrida, etc. La España apocalíptica y de palio que, a ritmo de baculazos y de procesiones, lo mismo juraba contra Dios que devoraba aleluyas o cantaba el Cara al sol. Allá, cuando Marcelino metió el gol a la pérfida Rusia…

Claro que al vocablo habría que atribuirle cierta traslación semántica. Carpetanos y Vetones, sabido es, son pueblos prerromanos localizados en Castilla, nada que ver con la saga de los Torquemadas.

Otra consideración, sería el matiz semántico más específicamente político. Nos trasladaría a la loquera fascista itinerante desde el destino en lo universal, hasta el imperio hacia Dios. Esa patria -entresaco de Fernando Vallejo-, enferma de ciego histerismo e iberismo, que sólo morirán cuando muera España.

Es la España que no acepta la emancipación de América latina, ni la derrota de la armada invencible, ni que el resto de la humanidad -¡qué decir de Vasconia o Cataluña!- no sea española.

Es la España de la raza (racista) y de la hispanidad, que siempre dominó basándose en el terror y en el miedo. Cuando ser español se resumía en ser católico, franquista, hablar castellano, ser blanco y no tener contaminación con moros, vascos o catalanes…

Evidentemente, sería una iniquidad (y conducta fascista) aplicar este concepto a todos los ciudadanos españoles. Pero ahí está esa caterva de exaltados, gritona olla de grillos de la escoria franquista.

Algunas cadenas que se arrimaron a la parada militar del «día de la hispanidad» -sangrante celebración para Latinoamérica-lo dejaron bien patente.

Y es que tal parafernalia cuartelera, tan cara como ostentosa e ineficaz, también me resulta carpetovetónica.

Total, para conquistar Perejil… o para enredar en Bosnia y Afganistán (¿Qué pintarán allí?)…

En pleno s. XXI ¿a dónde pretenderá llegar con exhibiciones de paso de «apretón», la novia de la muerte o ínclita legión?

¿Por qué ha de ser más glorioso un ejército que unos bomberos apagando un pinar o un labrador entregado a su sementera? No será por el desastre de Annual o por haber gestado tan trágica y fratricida guerra civil.

¿Por qué se concede al estamento militar -una profesión dudo que mejor que otra cualquiera- ese predicamento y baño de consideración que se le niega al ciudadano de a pie que lo financia?

Es la España de los desfiles, grandes banderas, entorchados y gestas imperiales…tan carpetovetónica.

¿Y la monarquía? En los tiempos que corren, con lo que llueve y con las penurias que se avecinan y en un mundo supuestamente de ciudadanos iguales ante la ley… ¿entraría en el parámetro carpetovetónico? Pero esto tendrá que responderlo Jaime Peñafiel y los pinches de la COPE. Uno simplemente pasaba por ahí…

Y no son cuatro, los perturbados o mejor, enajenados por el calentón hispánico. Quedó bien patente en las aludidas, ejemplares y carpetovetónicas estampas, retransmitidas desde los aledaños del desfile del día de la patria hispana. Alguien diría, «mas toscos que la novia de Frankenstein».

Son legión. Y jalonan estadios de futbol, manifas províctimas (sus víctimas, las de primera), grandes movidas religiosas con mucha púrpura y boato integrista… Y su impronta, inficiona las políticas del estado español. Y a los que no participamos en tamaño delirio carpetovetónico o amamos otras patrias, a galeras.

Me pregunto si este espíritu carpetovetónico no habrá contagiado también los programas y modelos económicos de todo el estado.

¿Cómo podríamos denominar la brutal explosión de las cementeras? Esa expansión testicular que ha destruido ciudades, irrecuperables enclaves naturales… Porque, por los mis… (por c…) aquí te pongo un pantano, te clavo un rascacielos, una urbanización con golf, un vertedero, un TAV flamante que arrastre toneladas de paisajes etc…

Siento no poder inmiscuirme en las entrañas de los enjuagues bancarios y financieros, dizque, que andan por la delincuencia, la impunidad y la bravuconería…Pero profano que es uno, los concibo más ladrones neoliberales que carpetovetónicos. Claro, que tratándose de engendros ibéricos, lo más probable es que también sean fervorosos cofrades de la «carpetovetonía.»

Y ahora que los fondos públicos cosen los «carpetovetónicos» desgarros… Pues eso, qué grande -al menos para algunos- es la España una grande y libre…

Aquí, sobre todo en las instancias de los madriles, siempre ha habido mucho palabrerío, mucho estado de derecho y en general mucho volumen propagandístico…

Volumen sí, pero como modesto provinciano navarro, percibo muy poca densidad, escaso peso específico…

Y es que el peso específico de una comunidad se mide por su ponderación democrática y por la profundidad del arraigo de los derechos humanos. Y en una comunidad tan carpetovetónica, ambos conceptos quedan harto desestimados.

Y esto es una epidemia endémica. El imperio español nunca tragó ni a sus propios humanistas como Cervantes, Bartolomé de las Casas, Giner de los Ríos… por poner algunos ejemplos. Para un servidor -para gustos son los colores- auténticos humanistas.

La intelectualidad actual española, muy pesebrera (para un servidor, muy carpetovetónica) y mezquinamente enmarañada en la telaraña narcisista estatal, hace aguas. Si alguien lo duda, puede hacer un periplo por las revistas científicas más prestigiosas. Analice y saque conclusiones.

Son vacuos, romos, estériles y chulos… ¡Un hurra por las excepciones!, que las hay.

Porque el español, no es menos lince que un finlandés o un yanqui, ahí está la historia. Pero habrá de liberarse de la madeja carpetovetónica. Seguro que ese día sus potencialidades florecerán.

Será el día en que libre de prejuicios e interesada codicia, apueste por el respeto a la libre decisión de los pueblos del estado. El día que entienda que el mundo no termina ni en los Pirineos ni en Gibraltar. Pero al parecer, largo me lo fiáis, Sr. Comendador…

Un nuevo orden, después de cinco siglos, sólo sería posible si en España surgieran conceptos nuevos. El día que acepte las preguntas de todos los ciudadanos, en Euskalherría y en Tarifa. El día que asuma que en un estado democrático, la palabra la tienen los ciudadanos de cada pueblo o de cada comunidad. Pero claro, el bunker franquista, vaticanista y carpetovetónico está tan instalado…

Habrá de entender que el estado no es propiedad de esas empresas, capciosamente denominadas partidos.

Será el día de la autocrítica, de la compunción y de la legítima libertad del estado español. Justamente el día en que tal estado no se sustente en sus fuerzas armadas, sino en la voluntad de sus ciudadanos.

Será el día en que el mejunje carpetovetónico se disuelva en aras de la verdadera democracia. Pero de momento, la sensación es que de momento sólo nos es permitido soñar. Pues soñemos, que los bellos sueños te empujan a vivir.