Independencia, cuestión de “sentido común”

O, como se dice en inglés, “Common Sense”… Tal es el título de un breve pero poderoso ensayo publicado por el pensador, político y escritor inglés Thomas Paine (1737-1809), al que nos referiremos en las líneas siguientes.

Dicho opúsculo, publicado en enero de 1776, tuvo una fuerte influencia sobre la opinión pública de las colonias norteamericanas, sumidas en aquel entonces en las dudas y la incertidumbre propias de las fases iniciales de cualquier proceso de independencia. Y es que, iniciada ya la rebelión contra el dominio británico, se vislumbraba en aquel momento un largo y duro periodo de lucha hasta poder conseguir, como finalmente sucedió, la consecución efectiva de la independencia.

En ese difícil contexto, el ensayo tuvo un peso decisivo en el proceso que llevó a la Declaración de Independencia del 4 de julio de 1776 -apenas 6 meses más tarde-, cuyo desarrollo -conviene recordarlo- no fue posible hasta después de más de 10 años de guerra, con la aprobación de la Constitución en 1787-88, y la elección del primer presidente en 1789. Dado que todo este proceso de independencia resultó, a la postre, exitoso, no está de más recuperar y aprender de sus contenidos; contenidos que, como veremos, gozan de una sorprendente actualidad en el contexto actual, marcado por el Procés catalán en marcha.

Antes de entrar al asunto, conviene remarcar dos cosas.

En primer lugar, hay que hacer el esfuerzo mental de entender que los Estados Unidos de entonces poco tenían que ver con los USA de comienzos del siglo XXI: poco se parecía aquel puñado de agricultores, ganaderos y comerciantes, disidentes religiosos y fugitivos, aún fuertemente ligados a la metrópoli británica y agrupados en unas pocas administraciones coloniales independientes entre sí, con el todopoderoso y prepotente Imperio que, desde finales de la II Guerra Mundial, se erige en juez y árbitro hegemónico de la política y la economía mundiales, y dicta cada detalle de nuestra vida cotidiana, desde cómo nos comunicamos, a cómo nos vestimos o qué comemos.

En segundo lugar, hay que recordar que éste fue un proceso de independencia de colonos, y no de nativos: ni las tribus nativas ni la población negra fueron protagonistas del mismo. Ello puede llevar a algunos/as, desde una visión social del siglo XXI -unida al inevitable prejuicio “antiyankee”-, a considerar como rechazable aquel proceso de independencia. Pero hay que entender que el contexto ideológico de aquella época era muy diferente al actual, y que algunos de aquellos pioneros -no todos, desde luego- tenían una visión social notablemente avanzada e igualitaria para su tiempo, en consonancia con las corrientes filantrópicas procedentes de la pre-Ilustración europea (es el caso de William Penn, fundador de la colonia y actual Estado de Pennsylvania, con capital en Philadelphia, que significa “amor fraternal”). La cruda realidad, desde luego, se ha quedado bastante lejos de aquellos ingenuos ideales…

Nosotros, no obstante, priorizaremos el hecho de que resultó un proceso exitoso, y que, por lo tanto, conviene tener en cuenta.

CONTEXTO: LA “REVOLUCIÓN” AMERICANA

Para entender el proceso histórico que desembocó en la Independencia de los Estados Unidos, hay que tomar en consideración una serie de factores preexistentes, de entre los cuales destacaremos los siguientes:

  • la escasa atención recibida por parte de la metrópoli, el Reino Unido.
  • el desarrollo de instituciones propias, entonces aún con supervisión real.
  • el carácter separado de cada colonia – luego convertidas en “Estados”.
  • una población con mayoría de disidentes religiosos, que recelaban del anglicanismo oficial.
  • una economía ligada al comercio: buena parte de los “Padres Fundadores” eran comerciantes.
  • el interés francés y, en menor medida, español –Borbones, en definitiva- en socavar el poder del Reino Unido.

El desencadenante del conflicto -que, hay que recordarlo, “prende” sobre un contexto pre-existente más complejo- fue, como en muchos otros casos, económico. El progresivo incremento de la presión fiscal sobre las colonias por parte del Reino Unido a partir de 1764 (Sugar Act) y 1765 (Stamp Act) fue enrareciendo el ambiente.

Acontecimientos como la sobredimensionada masacre de Boston (1770) -en realidad, poco más que una anecdótica confusión, causada por una ebria turba portuaria y por los nervios de una soldadesca joven e inexperta- y el Tea Act de 1773 desembocaron en la rebelión conocida como “Boston Tea Party” (16 diciembre de 1773) en los muelles de Boston, que marca el inicio de la Revolución.

Hay que recordar que, en este punto, “No taxation without representation” era el lema que resumía las reivindicaciones de los amotinados: no era aún la independencia, sino la participación en el Parlamento británico para decidir sobre la política fiscal, lo que pretendían. La prepotencia y cerrazón propia de los Imperios, empero, precipitó los acontecimientos.

En septiembre de 1774 se reúne el First Continental Congress en Philadelphia, donde afloran los primeros debates sobre la independencia. Esto generó una fuerte división de opiniones: finalmente, se priorizó la búsqueda de un acuerdo con la Corona.

En concreto, el Congreso aprobó una Declaración de Derechos y Agravios dirigida al pueblo de Gran Bretaña y de las colonias, así como una petición al Rey: en ambos documentos se reconocía el derecho del Parlamento británico a regular el comercio exterior, pero se defendía el derecho de las colonias a manejar sus propios asuntos internos sin intervención del gobierno imperial.

Esta decisión no agradó a los grupos más radicales, que sostenían que el Parlamento no tenía ningún derecho sobre las colonias. En su opinión, los colonos debían amar y honrar al Rey, apoyarlo en las guerras y respetar los tratados internacionales que éste firmara, pero las colonias debían gobernarse por medio de sus asambleas. Esta doctrina, sin embargo, fue temporalmente arrinconada, pues significaba el fin de la relación colonial, y en ese momento se buscaba aún un acuerdo con la metrópoli.

Sin embargo, y pese a los esfuerzos realizados, el Gobierno británico no reconoció al Congreso, al no ser parte de su entramado institucional. No quedaban, pues, más que dos opciones: o el sometimiento, o la Independencia.

THOMAS PAINE

En este complicado contexto, el 10 de enero de 1776 Thomas Paine -nacido en Norfolk, Inglaterra- publica el ensayo “Common sense”, del cual se vendieron 120.000 ejemplares en 3 meses, y en el cual, muy resumidamente, se defiende la necesidad de la Independencia “por sentido común”.

Thomas Paine (1737-1809) es un interesante y polémico personaje, paradigma del librepensador. Involucrado, como vemos, en la Revolución americana, fue posteriormente perseguido en el Reino Unido por Edmund Burke (líder del Partido Whig o Liberal británico), y en Francia por Robespierre, al oponerse a su “Terror”. Deísta contrario a la religión institucionalizada y la esclavitud, discutió los orígenes de la propiedad, introdujo el concepto de renta mínima garantizada… y siempre se negó a cobrar derechos de autor por sus panfletos.

En palabras del filósofo Bertrand Russell, “se ganó la hostilidad de tres hombres a quienes no se suele relacionar: Pitt, Robespierre y Washington. De éstos, los dos primeros trataron de matarle, mientras el tercero se abstuvo cuidosamente de salvar su vida. Pitt y Washington lo odiaban porque era demócrata; Robespierre, porque se opuso a su régimen del Terror. Su destino fue ser siempre honrado por los pueblos, y odiado por los gobiernos.”

EL ENSAYO

Puede accederse al texto íntegro del ensayo, en su versión original inglesa, en el enlace siguiente: http://www.gutenberg.org/ebooks/147

Nos limitaremos aquí a reproducir algunos extractos del mismo, pues nos parece que precisan de pocos comentarios. A juicio del lector dejamos el traer a nuestros días y a nuestra realidad estas reflexiones….

Así empieza: “Quizás los sentimientos contenidos en las páginas siguientes no están TODAVIA lo suficientemente arraigados como para procurar el favor general; y es que el hábito prolongado de no pensar sobre algo EQUIVOCADO le da una apariencia superficial de ser CORRECTO, y motiva, al comienzo, una protesta generalizada en defensa de lo acostumbrado. Pero el tumulto no tarda en ceder. Y es que el tiempo hace más conversos que el razonamiento”

“Aunque cuidadosamente trataría de no ofender a nadie innecesariamente, me inclino a pensar que todos aquellos que abrazan la doctrina de la reconciliación pueden ser incluidos en las siguientes descripciones. Gentes interesadas, que no son de fiar; gentes débiles, que no son capaces de ver; gentes prejuiciosas, que no quieren ver; y una cierta clase de gentes moderadas, con una opinión sobre Europa mejor que la que ésta se merece; y esta última clase, por su desafortunada deliberación, causará más calamidades que las otras tres juntas”.

“Hay tres maneras de hacer efectiva la independencia […] por la voz legal del pueblo constituido en Congreso; por el poder militar; o por un tumulto popular. Pero puede que no siempre nuestros soldados sean ciudadanos, ni la multitud un cuerpo de gentes razonables. […] Si la independencia se consigue de la primera manera, tenemos la oportunidad de dar forma a la más pura y noble constitución sobre la faz de la tierra”

Y así termina: “En pocas palabras, la independencia es el único VINCULO que puede mantenernos unidos. Sólo así veremos cuál es nuestra razón de ser, y nuestros oídos estarán legalmente cerrados ante las intrigas de un enemigo cruel e intrigante. Podremos, asimismo, tratar con Gran Bretaña sobre unas bases adecuadas. […] Es nuestra demora lo que le anima a tener la esperanza de conquistarnos, y nuestro retraso no hace sino tender a prolongar la guerra. […] La parte razonable y mercantil de UK permanecerá con nosotros, porque la paz con comercio es preferible a la guerra sin él.”

Reflexiones, todas ellas, de plena actualidad y que nos remiten a debates que acaparan la actualidad mediática: ¿no es el momento, tal vez, de elaborar nuestro particular “Common sense”?