«Maite» en Antena3

La irrupción de Iñaki Perurena como cantante euskaldun en un programa televisivo español me da pie a exponer una reflexión sobre nuestra cultura y los medios de comunicación. Es un hecho absolutamenee excepcional que un artista vasco intervenga en una emisora televisiva de ámbito estatal interpretando una canción en euskara como «Maite». Pasados ya treinta años de la muerte de Franco no se ha avanzado prácticamente nada en este terreno y me temo que en los próximos tiempos tampoco se van a dar avances significativos, aparte del gesto de atrevimiento de Iñaki.

Nos encontramos ante una trama mediática que repele de forma brutal todo lo que no sea el castellano (primando al flamenco, lo relacionado con lo «andaluz») y lo anglosajón, en detrimento de las culturas en catalán, gallego o euskara. Poder escuchar en su lengua a cantantes como Lluis Llach o Benito Lertxundi en una emisión estatal es imposible. La normalización cultural que requiere el establecimiento de un estado plurinacional no se ha dado. Es más, en estos momentos nos encontramos en peor situación que en la llamada «transición», donde se podía oír a Oskorri en los primeros puestos de «Los 40 Principales».

Se ha producido un reducionismo de lo «español» a lo castellano y aunque en el terreno de la literatura se han otorgado premios «nacionales» a escritores como Bernardo Atxaga o Unai Elorriaga, en el terreno masivo de la música popular no se ha dado un movimiento paralelo. Tan sólo emisoras minoritarias y públicas, como Radio3, prestan una cierta atención a las novedades discográfícas y a las actuaciones de los cantantes o grupos de rock euskaldunes.

Y esta situación, que puede incluso agradar a esos sectores que se sienten más cómodos mirándose al ombligo y creyéndose que fuera de su tierra nada merece la pena, supone un enorme handicap para el desarrollo de nuestra propia cultura, de las infraestructuras discográficas -ahí está el reciente cierre de Metak- y de la estabilidad de un plantel de artistas que puedan seguir aportando a nuestra música. Somos un país de tres millones de habitantes en el que los circuitos de actuaciones dan de sí lo que dan y en el que la compra de discos tiene unas cifras limitadas. Es necesario que las propuestas musicales euskaldunes salgan de Nafarroa hacia el mundo, incluidos los estados español y francés. Que la lengua navarra se pueda escuchar en Québec y en Buenos Aires, en Singapur y en Tblisi. No tenemos que ponernos límites a nosotros mismos, sino estar permanentemente abiertos a las oportunidades que nos puedan llegar desde otros lugares, países y culturas.

Volviendo al Estado español de nuestros pesares, podemos comprobar que la democratización cultural y lingüística sigue por hacerse. Que habiendo elogiado Cervantes la lengua vizcaína en su obra principal, pocos intelectuales españoles han seguido al maestro en su apreciación en estos últimos siglos. Que hasta que un empresario euskaldun pueda ser atendido en su lengua en el Ministerio español (o francés) de Economía no habremos logrado casi nada. Que resulta una anomalía cultural bárbara que los teleespectadores españoles desconozcan la obra de Mikel Laboa, Xabier Lete o Joseba Tapia. Que es verdad que ellos se lo pierden, pero tambièn que nosotros perdemos con esa mutilación. Que nos encanta que Sabina actúe en el Kursaal, pero también queremos que Mikel Urdangarin lo haga en los mejores auditorios de Madrid, Lisboa o Lyon.

Posdata

El tema principal de este comentario queda apuntado, pero no puedo terminarlo sin referirme a las miserias que padecen nuestros artistas en su propia casa. Una televisión pública vasca que en su segunda cadena ignora al euskara y por tanto a la canción euskaldun y que en su primera se recrea en todos los deportes (hasta el boxeo tiene su programa) y se olvida de promocionar a nuestros músicos -«Euskal kantarik onena» es otra cosa-. Una emisora pública como Euskadi Gaztea que dedica la mayor parte de su horario a inflarnos con las novedades que provienen de Estados Unidos y la cultura anglosajona en general. Una página web de Elkar en la que la única referencia de Peio Serbielle aparece como descatalogada.

Son pequeños ejemplos que ayudan a dibujar un panorama que no es enteramente desolador pero sí bastante mustio. Un panorama que necesita de un buen repaso para que las iniciativas que existen, que son muchas y muy valiosas -ahí están los Kafe Antzokia- puedan seguir fructificando en bien del desarrollo de una cultura musical propia, sugerente, rica en matices, que propicie a su vez el desarrollo de nuestra lengua, incluso fuera del pequeño país que tenemos. Y para finalizar, felicitacioes a Iñaki por levantar la piedra del euskara en una plaza tan difícil como Antena3.