La Navarra innegociable

Si negociar significa un intercambio justo y libre por ambas partes de mercancías, patrimonios o voluntades, no es el caso de Nabarra. No es el de un pueblo que lleva unos cuantos siglos (desde el XII con la pérdida de la Nabarra marítima) negociado, traficado, usurpado… El pueblo llano nunca negoció ni incorporaciones, ni subrogaciones de leyes, ni levantamientos de patrimonios, ni imposiciones de culturas ajenas. Llegó un buen día en que Nabarra, el estado de Euskalherria, de ser un estado independiente se vio convertida en una provincia más de un Reino al que nunca invitó y del que siempre se defendió.

Nadie puede mostrar un documento veraz por el que el pueblo nabarro se incorporase libre y voluntariamente a España. Imposible desmontar, como hicieron con el subsuelo de la Plaza del Castillo, la invasión de Nabarra, la batalla de Noain, el vilipendio de las guerras carlistas, la gamazada, la criminal agresión franquista y posfranquista, contra nuestro pueblo.

Lo repetiremos hasta la saciedad: sólo la razón de las armas, nunca la libre opción de los nabarros, nos ha convertido en lo que hoy somos, súbditos y contribuyentes de un estado ajeno a nuestros viejos fueros, nuestra auténtica constitución.

Lo inaudito es que quienes, desde el Conde de Lerín, pasando por los esparteros, gamazos, rodeznos, hasta nuestro Miguelico, se han negociado y beneficiado nuestra Nabarra, ancestral y sistemáticamente, pretendan darnos lecciones sobre la sagrada intangibilidad del «Reino». Ya es desfachatez para quienes su quehacer político, si alguna vez lo han ejercido, lo han convertido en puro mercadeo.

Inevitablemente, para los líderes de UPN, la Navarra innegociable es la de las privatizaciones salvajes, la de la destrucción sistemática y persistente de nuestra lengua, patrimonio e instituciones; la del pelotazo para los elegidos del gobierno (del contubernio). Y, por supuesto, la del agua clara y barata para un espectacular vergel que inunde Europa de hortalizas. ¡Ya está bien eso de importar espárragos de Perú o pimientos y tomates de Marruecos! ¡Si serán cínicos, cuando son ellos y nadie más, quienes a golpes de imprevisión, ignorancia y enjuagues, han degenerado todo nuestro gran mercado hortícola!

La gente más o menos consciente está alarmada con el deterioro de la enseñanza y sanidad públicas (¿no habrán sido los abertzales los diseminadores de la legionella?), la inaccesibilidad a la vivienda, la inestabilidad y precariedad laboral… Y hartos, hartísimos, de sus viajes, prepotencias y derroches de dinero público. Esa y no otra es la Navarra que estos «tardofranquistas» no quieren negociar ni soltar.

Son éstos, mal llamados navarristas, los que en los actuales momentos vuelven a las andadas y tratan de poner a punto este frenesí «prealzamiento». Los que asisten compungidos y ebrios de dolor, no hay mas que verlos, a estas grandes movidas, trufadas de política e hipocresía, de sospechosas asociaciones de víctimas. Ese es su dolor; que no se negocie «su Navarra». ¿Necesitáis de verdad llorar por las víctimas? Yo os sugiero que lloréis por todas las víctimas de nuestra Euskalherría, desde Pedro de Nabarra hasta el último torturado en los antros de la DGS. Pero claro, ésas no son vuestras, son las vuestras… Os recordaré a Antonio Machado, no os hará pensar, pero al menos os incordiará: «Siempre ha sido igual, en los trances duros, los señoritos invocan la patria y la venden. El pueblo ni la nombra siquiera, pero la compra con su sangre».

Pero nuestra querida derechona no es la única que negocia con su Navarra innegociable. Está esa «izquierda social» que muchos la vemos moverse en un magma confuso, indefinible hacia posturas progresistas, más audaz, cuando toca, hacia parámetros upenistas. Por lo menos, a juzgar por el desbarajuste de estas últimas décadas, así percibimos algunos, ¿muchos?, a este inestable PSN. Y ellos proponen también su innegociable Navarra, la que les dicte la corte, ni una coma mas ni menos. Pues bien, están en su derecho, al menos siempre que acepten democráticamente el nuestro, el de los soberanistas nabarros.

Porque otros muchos nabarros (y ésta es la madre del cordero, la madre de todas las batallas, la raíz del conflicto. O más sencillamente el único ejercicio de auténtica democracia) creemos fervientemente que Nabarra es un sujeto político con derecho a una libre decisión. Y estimamos que hay que negociar.

Queremos negociar que todos los nabarros, sin obstáculos judiciales, policiales o de cualquier índole coercitiva, puedan ser representados en una mesa, donde se expresen libremente todas las opciones. Queremos negociar que a todos se nos permita ejercer nuestro derecho a acceder a nuestra lengua y a expresarnos en ella en todos los organismos oficiales. Queremos negociar el libre acceso a nuestra cultura, a los archivos del Reino y sobre todo a poder difundirla con el incuestionable apoyo de nuestras instituciones democráticas. En fin, la lista sería bastante más larga. Su extensión alcanzaría hasta «desfacer todos los entuertos» y atropellos que ha debido soportar la soberanía nabarra.

En definitiva, queremos negociar que la palabra de Nabarra y de toda Euskalherría fluya con libertad, de la misma forma que exigimos que las preguntas dirigidas a la ciudadanía sean claras e inequívocas.

¿Es demasiado negociar, o es que tan sólo se nos permitirá negociar lo que se nos permita negociar? Pues para semejante viaje… Si se ponen muros en los caminos, quizá no merezca la penar andar semejantes caminos.