Mi país, ¿qué país?

El meu país és tan petit

que quan el sol se’n va a dormir

mai no està prou segur d’haver-lo vist.

«País petit» – Lluis Llach

La reciente asistencia en el Palacio Miramar de Donostia a una interesante charla de la periodista catalana Monica Terribas, de TV3, me sirve de argumento para volver sobre un tema que ya hemos tratado en otras ocasiones. La también profesora de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona se preguntaba la pasada semana «desde dónde hablamos y desde qué realidad informamos». Asunto crucial cuando quien ejerce la profesión de informador se encuentra en un país sin estado propio, a veces sin fronteras definidas y en ocasiones sin capacidad incluso de dibujar su propio mapa del tiempo.

Cuando Monica Terribas presenta su programa y dice, en catalán por supuesto, «hoy ha llegado a nuestro país la premio Nobel de la Paz Wangari Maathai», todos los espectadores debieran suponer que la ecologista keniana ha pisado ese día tierras catalanas. Sin embargo, para evitar ambiguedades, los periodistas que se encuentran en similar situación que Terribas acostumbran a reformular la frase y dicen «hoy ha llegado a Catalunya la premio Nobel…». De ese modo, y guiados por su espíritu catalanista, evitan que algún televidente se confunda y piense que Maathai ha llegado al aeropuerto de Madrid (España). Algo similar ocurre con noticias tan habituales como las estadísticas sobre el desempleo. Un diario de Madrid puede titular sin rubor «Menos de dos millones de parados en las oficinas del INEM». Todo el mundo sabe que se refiere al Estado español. Sin embargo, un diario editado en Bilbo o Donostia titulará: «Menos de 100.000 parados en (Hego) Euskal Herria», o variantes similares. Se corre el riesgo de que si se obvia el referente nacional (o provincial en su caso) el lector pueda pensar que la cifra corresponde al Estado español.

La falta de un referente nacional claro lleva aparejada la necesidad de remarcar constantemente desde qué realidad hablamos o informamos, lo que conduce a una hiperutilización, en nuestro caso, de términos como Euskal Herria (o Euskadi). Constantemente nos topamos en diarios, radios y televisiones con referencias a esos nombres. Casi nadie comienza un texto diciendo «En este país…», sino que utiliza el más contundente «Aquí, en Euskal Herria, …». Renunciar al uso natural y gratificante de términos como «país», en directa referencia a la también llamada patria vasca, viene a reflejar una incapacidad manifiesta de asentar esos referentes generales que todo el mundo pueda llegar a asumir sin mayores complicaciones.

No obstante, el camino se presenta sinuoso y repleto de trampas. Hay locutoras de ETB que, tras ofrecer una noticia internacional, prosiguen la emisión con un simpático «aquí en España, por el contrario…». Otros, tal vez queriendo sacar petróleo en un iceberg se lanzan al tan manido «la representante vasca en los campeonatos europeos, Naroa Agirre…». Por supuesto que Naroa es euskaldun, pero de representar a alguien en los europeos será a España, bajo cuyo pabellón salta con su pértiga. Casos parecidos ocurren con el futbolista «internacional» Xabi Alonso o el ciclista de turno. Por lo tanto, convendría ir aclarando estos extremos y dar a cada cual lo suyo, sin caer en inútiles voluntarismos. Si el presidente estadounidense viaja a España, no «viene» a ningún sitio sino que «va» a la capital española. Y así sucesivamente.

Monica Terribas ponía el ejemplo de la utilización ambigua del término Gobierno. Si «El Periódico» titula en primera: «El Gobierno ampliará la terminal del Prat», sabemos con rotundidad, por la experiencia acumulada, que se refiere al Ejecutivo español y no al de la plaza Sant Jaume. Es la mejor constatación del dónde estamos. Y hablando de ambiguedades, habrá que insistir en que la precisión no tiene que conllevar la cita constante del nombre de nuestro país. Al contrario, lo que cabe en este caso es señalar con claridad la naturaleza de lo que no es nuestro, lo que no pertenece al «nosotros». Así habrá que indicar que es el «Gobierno español» el que financia el TAV o el TOV, para dejar claro que, cuando no se califica al gobierno de español o francés, nos encontramos ante nuestro propio Gobierno, si bien en el caso vasco carecemos de él, en el sentido nacional del término, quiero decir. Gobiernos tenemos varios, pero carecemos de uno nacional.

Tal vez haya quien defienda la ambigüedad en el caso de los medios de carácter institucional (ETB, TV3), sin embargo considero que la estrategia llecada a cabo, al menos en el caso de la primera emisora, intentando contentar a todos los públicos, es decir, a quien se considera vasco y a quien se considera español (o francés), conduce directamente a la esquizofrenia informativa. Ese tipo de políticas informativas nunca van a satisfacer al sector «no vasco», pero sí que van a enturbiar la buena disposición de quienes defendemos la dimensión nacional de nuestro pequeño país. Y es que pese a su pequeñez y a los bellos versos de Llach, si se pone un poquito de atención, puede uno darse cuenta de que en nuestro país el sol sale por Zangotza y se pone por Lanestosa y además todos los días. Por lo tanto, tan sólo desde la reafirmación propia se puede lograr que la referencia al «nosotros» acabe por ser compartida por las mayorías. Las estrategias soportadas en la ambiguedad son meros atajos momentáneos que jamás nos llevarán hacia el objetivo deseado.