Durango: la hora de las fábulas y otras hamburguesas

La prensa del domingo apunta los best-seller que mañana lunes serán titulares de una Feria convertida en espectáculo. Cuentan hoy que uno de esos personajes de la farándula literaria firmó en seis horas ¡300 ejemplares! Nadie habla de si el libro tiene algún valor o pertenece al churrero de temporada, no, lo que importa son las dotes gimnásticas de quien, por lo que se imagina, es capaz de estar seis horas ininterrumpidas atendiendo a los clientes y firmándoles el ejemplar, ¡cada 80 segundos! Record que, a buen seguro, hoy se verá pulverizado.

De algún año recuerdo las imágenes de etb donde una bien aprendida vendedora afirmaba haber agotado la edición de un libro que, formando varias torres, seguían decorando su tenderete. Cosas del directo y el gas de la casera…

Dicen que los jóvenes periodistas vienen mucho mejor preparados, cosa que comparto cuando de mover el aire se trata, y en estos menesteres de la Feria destacan los más aplicados en fabular naderías y en respetar el «ranking». En Leioa aprenden muy bien cuál es la mano que les da de comer. No importa qué libros hacen posible que los lectores crezcan culturalmente o conozcan mejor lo que el mercado nos oculta. No. De lo que se trata es de mantener bien alto el «índice de audiencia»; que se sepa que también somos capaces de vender un peine como el mejor salmantino.

Una Feria que no necesita gastar en publicidad para llenar de gente todos sus espacios, que no ha necesitado nunca de la frivolidad para convertirse en un foco cultural eminentemente popular, nos la ofrecen hoy, gracias a los saltimbanquis de la pluma y la imagen, convertida en una folklorada de superventas y firmantes de gimnasio.

Los cuatro veteranos que quedan lo tienen muy crudo. Saber de literatura es una inutilidad que asegura la jubilación anticipada.

Un ejemplo del «ambiente» emergente, presente en Durango, lo condensa esa campaña «a favor del euskara», liderada por un virus ababol (manda bemoles!) que infecta a personas aparentemente sensatas, que, de inmediato, se dedican a hacer el canelo, invitando a la concurrencia a cambiar el cerebro por una hamburguesa de plástico, para que salten y sonrían con su mejor cara de bobos. Tal vez, la burocracia de la lengua, que engorda a mayor ritmo que los hablantes, necesite de su partida anual en los presupuestos, pero hay algo que hasta los toreros tienen en su espectáculo: vergüenza.

Como contrapunto, y por poner un ejemplo en este mismo «escenario» (aquí, como ya adelantaban los de MC en los setenta, todo se reduce a puro teatro), podía encontrarse un libro dedicado a la historia del euskara, a las gentes que lo hablaron y lo hablan, y a quienes lo han contado desde nuestro País y desde fuera. Un trabajo ejemplar y hermoso como pocos, que dignifica a quienes son sus protagonistas, y que no ha merecido la atención de ninguno de estos patrióticos y obedientes creadores de opinión, garantes de que el futuro de nuestros «40 Principales» sea más jatorra que nunca.

¿Para qué necesita etb un escenario de alturas en la Feria si es incapaz de ofrecer más que minutos de la basura en sus teleberris? Más importante es la noticia de que Francia pone en marcha una gran cadena para que se conozca la opinión jacobina en el mundo (que seguro incluye nuestras reivindicaciones…), o la evolución del catarro del futbolista de turno, con sus siempre inteligentes e innovadoras declaraciones.

Para qué seguir. Si Txepetx volviera a escribirlo hoy, su libro debería titularse ¡Vaya futuro para nuestro pasado!