Síndrome del «Vascongadito»

Amigo Bidador, a ti lo que verdaderamente te corroe, como a todos, son las imposturas que sumergen a Navarra, y no al revés. Sin embargo, en tu, al parecer hasta ahora, reservado dislate escupido el día tres de diciembre en «Berria», gritas que estás «harto de Navarra» y que estás de ella «hasta el gorro». Quieres hacernos creer que el origen de los males que padecemos está en que se reivindique la Navarra de todos los vascos. Los variados síndromes más o menos coyunturales (Del Burgo, Juan Cruz Alli, Jon Juaristi) que afectan a un cuerpo social dominado, no son las causas sino los síntomas. Pero, con los derechos humanos, la soberanía, las libertades y la igualdad, no se juega, ni en broma.

Resulta muy esclarecedor, sobre tu síndrome claro está, que sólo busques apoyaturas para la entelequia que planteas, en situaciones surgidas allí donde Navarra se encuentra especialmente a merced de sus «protectores» españoles. Así, cuando la ocupación militar de Pamplona es más dura si cabe, te fijas en un desliz realizado posiblemente por oficiales castellanos de origen guipuzcoano sobre una de las puertas de la ciudad sometida a su control; o en que el escritor de Valladolid, José Francisco de Isla, se mofe de Navarra, en su libro «Día grande de Navarra», cuando ella para sobrevivir, en su forzada subordinación, imita a Castilla con un pretencioso boato hasta rozar el ridículo.

Cuando sacas a relucir los exabruptos lanzados sobre Navarra y los navarros, ocultas quién y por qué los proyectó. Según tú, de repente, tenían razón en todos los insultos y campañas de desprestigio coreados por los diferentes «amigos» de la sociedad de este país. Para ti los desprecios de los conquistadores y monaguillos, son atinados; Aymeric Picaud (franco), Isidoro de Sevilla (godo), Nebrija (castellano), Julio II (Papa) …, y acertaron plenamente: somos violentos, herejes, incultos, salvajes. En fin la falsedad de esos tópicos cabalga de nuevo. Que el revisionismo bloquee cualquier proceso de emancipación. Que nadie se mueva. No hablar. A callar toca.

Amigo Bidador «La Navarra marítima» y su mensaje gozan de muy buena salud, como lo demuestra que después de ocho años siguen haciéndose nuevas ediciones. No sería una «pedrada» mía, cuando crecen el número de autores y de libros que se publican sobre la realidad social, política, territorial y estatal de Navarra. Lo que se ve reflejado en otras manifestaciones de la vida social en toda Euskal Herria, y en actos de la máxima significación, como el ocurrido el día 25 de octubre de 2006 en el Parlamento Europeo de Estrasburgo, donde dejamos constancia de que no se trata sólo de una cuestión lingüística, cultural o étnica, sino de las consecuencias de un largo conflicto interno europeo e interestatal, que enfrenta a Navarra (Euskal Herria) con España y Francia, y cuyos efectos salpican a todos los europeos, pero especialmente a la negada y subordinada sociedad navarra/vasca y también a las sociedades dominantes, la española y la francesa.

La minorización que padece el euskara está íntimamente relacionada con la subordinación que sufre esta sociedad en su soberanía. Son dos crudas realidades que nos atenazan a la vez individual y colectivamente. Amigo Bidador parece que no reconoces a esta sociedad vapuleada, subordinada en su soberanía, extorsionada en sus recursos económicos, sustituida en su cultura, negada en su historia y suplantada en su derecho. Los problemas que sufre esta sociedad se pueden resumir en la negación de su estatalidad, padeciendo por ello un sinfín de calamidades como el genocidio de 1936 y la gigantesca manipulación de estos setenta últimos años. No somos sólo una lengua minorizada ni sólo una nación sin estado, al contrario, Navarra (Euskal Herria) es un Estado hibernado bajo los Estados español y francés.

Los desgraciados traspiés causados por las miserias humanas no deben afectar definitivamente a los procesos de recuperación de la soberanía. Los pasos en el camino de las libertades y los derechos políticos están por encima de los errores individuales, de las triquiñuelas conspirativas, o de los antojos de las modas pasajeras.

Si partimos de la base de que, según dices, hay que aceptar la situación presente en los campos más directamente socio-políticos, a pesar de que resultan un grotesco atentado a los derechos y libertades, no deberíamos cuestionar la arbitraria partición territorial, la suplantación constitucional y estatutaria, el apartheid del euskera o la conculcación de los derechos lingüísticos y políticos. Si en Sudáfrica no hubiera existido dominación y apartheid, no hubieran surgido Botha ni Mandela, o en Irlanda del Norte, Ian Paisley ni Gerry Adams. Vuelve a oírse la vieja cantinela, según la cual la culpa la tienen los propios sufridores, los irlandeses, los negros de Sudáfrica o los navarros en nuestro caso. Ya vale.

Nuestra sociedad, en toda su amplitud y complejidad es diferente a la española y a la francesa, lo que se plasma en el conjunto de sus manifestaciones que conforman la sociedad política estatal, que se denomina Navarra. Por eso llamamos Navarra a la sociedad política y Euskal Herria a la comunidad cultural, pues todos los vascos somos navarros. Concluyes con un cínico artificio en el que mezclas un sedicente problema identitario, el diálogo que aparentemente rechazas, la propuesta de dividir la sociedad en demarcaciones territoriales, una atávica incapacidad de los navarros para entenderse, para al final propugnar como solución repartir otra vez territorialmente a Navarra, pues confiesas, no estar para construir. Amigo Bidador, para poder construir, al menos hay que intentar quedarse libre de prejuicios e imposturas. Nafar besarkada bat.