Nación vasca y Estado de Navarra

«Izena zuen guztia omen da», dice un viejo adagio vasco que suele traducirse como «todo lo que tiene nombre existe». Hace poco decía yo que la denominación Euskadi es, en los tiempos que corren, utilizada sólo por el españolismo progre y el aranismo más trasnochado y los aludidos parece que me han querido dar la razón.

Como sabemos, a fines del año que ha acabado se jugó un partido entre las selecciones de fútbol vasca y catalana, con la novedad de que la nuestra estrenó oficialmente el nombre de «selección de Euskal Herria», no sin protestas por parte de algunos sectores.

Ha sido realmente curioso escuchar desaprobaciones por este cambio provenientes de quienes jamás han osado pronunciar la palabra «Euskadi», limitándose, como máximo atrevimiento, a llamar al conjunto de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, País Vasco o Provincias Vascongadas. Sin embargo es a esas personas a las que nuestros amigos aranistas achacan el empleo del término Euskalerria o Euskal Herria, tal como afirmaba el diputado por EAJ-PNV en el Parlamento de España, Aitor Esteban, en un artículo publicado por la cadena Vocento.

Según Esteban, el cambio de denominación habría sido fruto de las presiones de «un grupete muy identificado de jugadores», a los que, a su juicio, «parece que la pasión por la lectura histórica tampoco es lo suyo». Desconozco la naturaleza de las pasiones de los jugadores de fútbol vascos, pero si la historia fuera una de ellas, sabrán sin duda que la denominación más antigua que los vascos nos hemos dado a nosotros mismos y a nuestro país ha sido precisamente Euskal Herria.

Ciertamente había franquistas que preferían utilizar la denominación Euskalerria antes que el neologismo, para ellos innombrable por razones obvias, Euzkadi. No sé por qué tenemos que pensar que los franquistas presentaban alguna incapacidad para llamar a las cosas por su nombre, aunque le diesen distinto contenido. Francia, entre los siglos XVIII y XIX, pasó de ser reino a república, imperio, otra vez reino, nuevamente república e imperio, para acabar en república y a ningún republicano se le ocurrió dejar de llamarla Francia porque los monárquicos la llamasen así. Puesto que me niego a pensar que Esteban crea que los que llamamos a la nación vasca Euskal Herria tengamos ramalazos franquistas, hemos de pensar que considera que Euskadi tiene una connotación política de la que Euskal Herria carece. Y en eso tienen razón.

Llega ahora a mis manos un artículo firmado por el exjefe de prensa de Josu Jon Imaz, Luis Aranberri, más conocido como «Amatiño», publicado en El Diario Vasco el pasado 19 de enero, en el cual entre unas peculiares afirmaciones sobre las canciones de Benito Lertxundi y las de Xabier Lete, aparecen las siguientes perlas:

Una. «Nadie ha muerto ni asesinado en nombre de Euskal Herria, pero fueron muchos los que lucharon en el frente por Euskadi». Dejando al margen la pretensión de que asesinar en nombre de lo que sea pueda ser algo digno de orgullo, nuestro amigo se olvida de todos aquellos vascos carlistas que desde hace 175 años lucharon, desde luego a su manera, por Euskal Herria. Ya lo decía Don Manuel Loidi, más conocido como Cura Santa Cruz: «Yo, con mi guerrear pretendía acabar con los políticos que habían destruido a España y a mi amada Euskal Herria».

Otra. «En términos políticos, Euskal Herria ni tan siquiera tiene colores propios, nunca los ha tenido». Falso. Euskal Herria es el nombre de la nación vasca, pero «en términos políticos», Euskal Herria, la nación vasca, constituyó el Reino independiente de Navarra y su color, como todo el mundo sabe, ha sido y es el rojo. Parece que los futbolistas no son, presuntamente, los únicos vascos sin pasión por la historia.

No nos engañemos, si algunos franquistas preferían el término Euskalerria a Euzkadi, era porque el segundo, entonces, representaba la opción de la independencia, frente a una reintegración foral que, de todas maneras, tampoco iban a permitir. Hoy en día, para sus sucesores en el nacionalismo español y en el aparato estatal del Reino de España, Euskadi significa una autonomía en la que, a la vista está, no están dispuestos a permitir ningún desvarío, pero que es asumible para ellos como mal menor., Por el contrario, la aceptación ahora del concepto de Euskal Herria supondría el reconocimiento público de la existencia de la nación vasca, con el correspondiente peligro de que sus integrantes reclamen su derecho a decidir su futuro y eso sí que no.

Los tiempos avanzan y los términos pueden cambiar de contenido y hasta de significado. Euskal Herria es la nación vasca y actualmente no tiene entidad política, de acuerdo, sólo podrá volver a tenerla si los vascos así lo queremos. El problema es que para llegar a la independencia Euskadi es una vía muerta, por eso transitan por ella los que no quieren alcanzarla.

Afortunadamente no todos en el aranismo piensan, como Esteban y Arambarri, que éstas son cosas de «esencialistas románticos» que actúan «como si la historia fuera en sí misma una apuesta de libertad» (Amatiño dixit). Ahí tienen a su compañero de partido Iñigo Lizari, quien afirma que «la superación de Euskal Herria como simple espacio cultural será posible sólo desde la reconstitución de la territorialidad y soberanía navarra». En eso estamos.

Resumiendo, Euskal Herria ha sido y es el nombre de la nación vasca. Nuestro estado, cuando recupere su soberanía y su territorio recobrará a su vez su nombre: Navarra. Precisamente por eso nadie se atreve ahora a gritar «Nafarroa Euskadi da». No tiene sentido. Por mucho que el diputado Esteban proteste acerca de «la equivocada idea de que Euskadi no representa a todo el pueblo vasco y que equivaldría a la C.A.V.», el frustrado proyecto de estatuto político aprobado por su partido, más conocido como «Plan Ibarretxe», en su artículo 1 lo dice bien claro: «las ciudadanas y ciudadanos que integran los territorios vascos de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa (…) se constituyen en una comunidad vasca libremente asociada al estado español (…) bajo la denominación de Comunidad de Euskadi o Euskadi». Pues eso.

Notas: Trasnochado: falto de actualidad, novedad u oportunidad.