La imposición lingüística de la lengua castellana en la Navarra reducida

En el devenir por los territorios históricos de Navarra me he encontrado con un rechazo a utilizar la terminología política de nuestro Estado, el término de «Navarra», entre otras cosas por un desconocimiento de la política lingüística de los monarcas navarros. Sobre todo proveniente de la tierra navarra de Bizkaia.

Hay que decir que las personas que me han planteado esa apreciación son acérrimos partidarios del erróneo paradigma nacionalista, conocido como aranista. Para salvar y guardar su referente ideológico, contra el paradigma navarro, me han mostrado, equivocadamente, unos actos contrarios a una política lingüística propia, realizados por los reyes vascones de Navarra.

Achacan, entre otras cosas, una desidia de la defensa del euskara. Algo extensible, según ellos, a todos los monarcas navarros. Con ello pretenden defender la tesis nacionalista de Sabino Arana, en un principio de claro signo vizcaíno, tras renegar de la defensa de los fueros. Fueros, hay que recordar, heredaros de la soberanía navarra, anterior a la invasión castellana de 1054.

Al parecer, estos seguidores de Arana desconocen que su status político, independiente claro está, es el de navarros. Desechan, menosprecian o desconocen, la política realizada en materia lingüística por el invasor español, tras la ocupación de la Navarra reducida, más Ultrapuertos, en el año 1512. Con ello, incomprensiblemente, intentan diferenciar, al igual que el invasor, lo vasco de lo navarro.

Esta injusta diferenciación, que beneficia y justifica al invasor español, está fundamentada en la falta de utilización de la «lingua navarrorum», perdón, de la lengua vascongada, por aquellos que en su día eran vasco(ne)s independientes o navarros, es decir, los (hoy) habitantes de la Navarra reducida o Comunidad Foral actual. Que una vez concluida la invasión española se encontraron bajo la imposición jurídica y política que ejerce el reino de España.

En esos primeros años los navarros, mejor dicho «nuevos vascos» o vascones sometidos, sufrieron el violento sometiendo español y su represión, no sólo en materia militar y política, sino también en materia lingüística, con un objetivo claro, la eliminación del sentimiento nacional propio de aquellas gentes muy suyas. Para ello, procuraron eliminar cualquier vestigio de la legua de los navarros, una lengua ilustrada y reconocida, desde que lo dejó por escrito Sancho VI «El Sabio».

Claro ejemplo de represión lingüística lo encontramos en el reciente libro de Pello Esarte, Represión y reparto del Estado navarro. Concretamente en la petición por parte del clero navarro, bajo sometimiento español en el año 1539, de nombrar a un obispo euskaldun, o vascongado, tras el fallecimiento del obispo Rena. Dicha petición fue desestimada por el Emperador Carlos V de Alemania y I de España.

«…será obedecido por los súbditos por ser natural del país, y porque la gente vascongada, que es la mayor parte del reino, ama sobre todas las naciones su naturaleza y lengua».

Posteriormente, en las tierras vasc(on)as independientes o navarras, al norte del Pirineo, se editan los primeros libros en euskara, es decir, en «lingua navarrorum». El primero, escrito durante el reinado de Enrique II «El Sangüesino» por Bernart Etxepare, fue Linguae Vasconum Primitiae, en el año 1545. Posteriormente, otra reina de Navarra, Juana III de Albret, ordena la traducción del nuevo testamento a Leizarraga.

Esta imposición continúa actualmente en el territorio reducido del referente político del Estado vasco. Con ello, el invasor pretende eliminar la base cultural de nuestro pueblo, en el último referente político de nuestro pasado independiente. Buscan la división del pueblo vasco mediante la eliminación de la «lingua navarrorum» en la última tierra que mantiene el nombre de Navarra y con ello nuestra referencia estatal.

Es decir, pretenden desgajar lo cultural, nuestra lengua, de lo político, nuestro Estado. Para ello, continúan con una política degradante del euskara en la C.F. Imponen la aberrante ley del vascuence, contraria a cualquier lógica histórica, y vilipendan la lengua de nuestros antepasados, los vasco(ne)s independientes o navarros.