Religión, arte y política

El 31 de octubre de 1517 es considerado como el día de nacimiento de la Reforma protestante. En esa fecha Martín Lutero coloca sus 95 tesis sobre indulgencias en la iglesia de Todos los Santos de un pueblo de Alemania. Posteriormente, en 1536, se publica la obra más influyente del protestantismo, escrita por Juan Calvino, que significa una nueva rama dentro de dicha Reforma.

La Reforma significaba creer en Jesucristo como su fundador espiritual y en la Santa Trinidad, permitiendo el matrimonio de los predicadores frente al cinismo sexual de la jerarquía eclesiástica de Roma. La Iglesia romana reacciona y emprende la Contrarreforma católica. Esta reacción se materializa en el Concilio de Trento, en 1563.

La Contrarreforma pretendía servir a la Iglesia de Roma para reafirmar su doctrina, defender sus estamentos institucionales y reformar ciertos aspectos de sus costumbres, para defenderse de los reformadores protestantes. Las medidas más significativas que adoptaron fueron contra la permisividad en las corrupciones existentes entre los miembros del clero. Fundaron nuevas órdenes religiosas para fortalecer a la institución, tras la buena imagen inicial que les dio la Compañía de Jesús, fundada en 1540.

La Contrarreforma católica desarrolla el Barroco, un arte recargado en sus formas, para contrarrestar la sobriedad del arte renacentista, que había revitalizado el clasicismo de las anteriores formas góticas, utilizado por los reformistas. El Barroco se extendió rápidamente por aquellos estados que se mantenían fieles a la doctrina católica, como por ejemplo el reino de España.

España mantenía la ocupación de los territorios de Navarra del sur, tras abandonar las tropas españolas la Tierra de Ultrapuertos, al norte de los Pirineos, donde continuó el reino navarro soberano e independiente. Así, María Angulema, esposa de Enrique II «el sangüesino», participó activamente en la difusión del arte renacentista, pues miraba con buenos ojos los primeros pasos de la Reforma, que difundía el evangelismo y el platonismo.

Pero hubo que esperar al reinado de Juana III de Navarra, en que se introdujo realmente la Reforma en Navarra en 1560, y se comenzó la divulgación del calvismo al año siguiente. Enrique, príncipe de Viana y heredero, fue educado junto a su hermano conforme a las ideas religiosas de los hugonotes, y es interesante conocer que un exiliado español, Antonio del Corro, fue uno de esos profesores reformistas.

La religión calvinista de los hugonotes fue oficial en el reino soberano de Navarra hasta 1620, en que se realizó la forzada e ilegal unión del reino vasco al de Francia. Fue un rey francés y no navarro, educado en la Corte de París por un cardenal católico, Richeleu, quien acabó con la religión protestante en Navarra y con el propio Estado vasco.

Así la utilización de un arte u otro durante ese siglo, se puede considerar uno de los mayores ejemplos de la influencia religiosa y política existente en esos tres estados. Sin ir más lejos lo podemos comprobar en la representación del escudo del Reino de Navarra. En el panteón real de Naiara-Nájera, las tumbas de los monarcas navarros fueron realizadas en ese siglo XVI. Son de arte renacentista tardío, con claras influencias barrocas, algo que podemos apreciar en las primeras cadenas utilizadas para el escudo de Navarra. Lo mismo ocurre en el panteón de los infantes de Navarra de finales del siglo XVI.

En el claustro de dicho monasterio, la mezcla existente es diferente, concretamente de un gótico tardío con renacentista, y su construcción finalizó en el año 1517. En él podemos encontrar numerosos y, lo más importante, anteriores escudos del Estado navarro. Están formados por brazos con sus diferentes blocados o carbunclos colocados de una manera uniforme y simétrica, semejantes a los que podemos encontrar en Lizarra-Estella o en Erriberri-Olite, entre otros lugares.

Este fue un estilo que los soberanos navarros de religión protestante mantuvieron, no utilizando el estilo creado por los católicos o barroco. La reina Juana III de Navarra mantuvo la sobriedad del escudo navarro que perduraba en el renacimiento proveniente del gótico, de más de tres siglos de existencia. Su hijo Enrique III «el bearnés» mantuvo dicha sobriedad natural del escudo navarro, hasta su aceptación de la fe católica en 1589. Un acto forzado para poder ser coronado como Enrique IV de Francia.

El posterior decreto de la unión realizado por Luís XIII de Francia significó la extensión de las cadenas aparecidas por primera vez con el arte barroco, a todos los escudos de Navarra que se realizaron a partir de entonces por mandato francés, ya que a pesar de realizarse dicho decreto ilegal, el monarca francés seguía manteniendo de forma ilegitima el título de rey de Navarra. Esta auto-titulación la continuaron sus descendientes. En la actualidad aún podemos observar dichos escudos de Navarra, junto al de Francia, en el palacio de Versalles, residencia de los monarcas franceses durante los siglos XVII y XVIII.

Así el escudo de Navarra es un claro ejemplo de la utilización de los diferentes estilos artísticos en materia religiosa y política. Para legitimar dicho cambio en el elemento principal del escudo se creó la leyenda de Sancho VII «El Fuerte» de la batalla de Navas de Tolosa en 1212. Es una leyenda basada en un hecho histórico de cruzada, para ensalzar el nuevo arte católico frente al antiguo arte renacentista, el cual mantenían los reformadores protestantes y los legítimos soberanos navarros. La imposición de las cadenas significa, por ello, una imposición religiosa y política a los navarros.