Interpretación del paisaje urbano de Rioja Alavesa desde la historia y la viña (y II)

Habíamos dejado el Paisaje Urbano de Rioja Alavesa en el siglo XI, con una comarca sonserrana engarzada en el Reino de Pamplona, pero no como una comarca cualquiera sino como la más árida de un reino bien provisto de agua; piénsese que no recibía Rioja Alavesa algunos años ni 300 litros/m2 de lluvia (menos que el desierto de las Bardenas en la actualidad). En esas condiciones tan adversas, no es extraño que a mediados del siglo XII, el panorama sonserrano estuviera poco poblado: algunas torres, pequeñas aldeas, ermitas aquí y allá, pero poco más.

El crecimiento demográfico en las tierras del norte no presionaba hacia una reseca Sonsierra, sino que fluía en otras direcciones más fértiles y frescas con las que iba creciendo el reino de Navarra por el sur.

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HASTA mediados del siglo XII nuestra comarca estaba muy poco poblada.

Así que el rey Sancho VI el Sabio tuvo que empeñarse a fondo en la repoblación de esta dura comarca, concediéndoles con el Fuero de Laguardia (1164) un privilegio especialísimo a los  agricultores navarros: les dio la propiedad de los llecos reales a aquellos que los labraran. Como el estímulo de regalar esta tierra yerma no fue suficiente para poblarla al ritmo deseado, se repitió la operación seis veces en pocas décadas: Laguardia, S. Vicente, Labraza, Viana, Labastida, Salinillas. ¡Seis fueros para solo 400 Km2, cuando para el resto de Álava (una superficie diez veces mayor)  se dieron solo una docena de fueros!

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SEIS villas aforadas tuvieron que crear los reyes navarros en esta pequeña comarca para poblarla.

En el siglo XIII, gracias a un importante incremento de la pluviometría y a las ventajas económicas y fiscales que daban esos Fueros, nuestra comarca se fue poblando, incluso podemos decir que el dinamismo en esta punta de Navarra fue extraordinario, con la construcción de castillos, murallas, torres, casas y templos grandiosos para la época (Santo Cristo de Labastida,  Berberana, Santa María y San Juan en Laguardia…). Los cientos de operarios que trabajaron sin descanso durante décadas, así como  las tropas acuarteladas en los castillos, gentes a las que había que dar de comer y beber,  impulsaron el desarrollo de la agricultura y atrajeron cada vez a más labradores de Álava y Navarra.

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EL DESARROLLO urbanístico en este extremo occidental del Viejo Reyno fue importante en el s. XIII.

El fuerte enfriamiento climático del siglo XIV, con sus secuelas de hambrunas, pestes y guerras,  redujo a la mitad la población de Europa y del Viejo Reyno, afectando también a nuestra comarca. En el “Libro de Fuegos de la Merindad de Estella de 1427”, documento económico y demográfico fundamental para conocer la Rioja Alavesa medieval, la población de la comarca se distribuía así: 173 fuegos Laguardia (incluido Lapuebla), 64 Elvillar, 39 Cripán, 32 Samaniego, 29 Lanciego, 26 Yécora, 25 Oyón, 20 Elciego, 18 Leza, 17 Navaridas, 16 Villaescuerna, 12 Baños, 12 Berbarana, 11 Moreda, 10 Páganos, 10 Quintana, 8 Viñaspre, 2 Pazuengos, habiendo desaparecido para esa fecha Murriarte, Navaridas de Suso, Armentarana, Quintanilla, Estobledo, Reinavilla… En ciertos momentos se llegaron incluso a despoblar núcleos importantes como Samaniego, Oyón o Moreda.

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LAS POBLACIONES de Rioja Alavesa eran tan diminutas que muchas desaparecieron en los siglos XIV-XVI.

El recalentamiento climático habido desde finales del XV hasta mediados del  XVI, propició una auténtica revolución demográfica en Europa, creciendo la demanda de vino, también en Rioja Alavesa. Así, cientos de nuevas familias llegan a la comarca, miles de hectáreas de montes comunales  fueron roturadas y  plantadas de viña. Las nuevas viñas exigieron agrandar las bodegas, por lo que es fácil imaginar a los maestros bodegueros trabajando a destajo, y a los carpinteros y cuberos haciendo las grandes cubas  de madera que debían albergar cada otoño esa cosecha creciente…

No es de extrañar que la población de la villa de Laguardia y sus aldeas se disparase, pasándose de los 523 fuegos en 1427,a los 900 fuegos en 1524, hasta un máximo de 1342 fuegos en el año 1556; a ello hay que sumar la población de las otras villas de Rioja Alavesa (Labastida, Salinillas y Labraza). Crecieron sobre todo las minúsculas aldeas vitícolas que en poco tiempo multiplicaron su población y  solicitaron su independencia de Laguardia; primero fue Elciego a finales del siglo XVI y luego le seguirán Villaescuerna, Lapuebla de Labarca, Lanciego, Oyón…

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Otro reflejo de la pujanza económica que vive la comarca durante los siglos XVI y XVII es la construcción en esta época de suntuosas edificaciones renacentistas y barrocas: iglesias, palacios, plazas, mansiones, ermitas, barrios bodegueros. Llama la atención que pese al reducido vecindario, y con el comercio del vino como único recurso económico reseñable, tuviera lugar ese tremendo impulso constructor, esa frenética actividad en tan pequeña región, ese ir y venir permanente de gentes de profesiones diversas: canteros, carpinteros, albañiles, herreros, tejeros, mesoneros, herradores, molineros, saqueros, cuberos, boteros, pellejeros, cesteros, cerrajeros, pañeros, aguardienteros, sacadores de vino, arrieros.

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SALINILLAS de Buradón, bellísima, buen ejemplo del urbanismo medieval de Rioja Alavesa.

Entramos en el siglo XVIII, caracterizado por la erradicación de la peste, la paz y la expansión demográfica, lo que ocasionó otro fuerte incremento de la demanda de vino de Rioja Alavesa. La razón fundamental de esa incremento estuvo en el auge comercial de Vizcaya, que consolidó el monopolio lanero y recuperó el comercio de hierro, creciendo casi un 80% su población. Por esta razón la producción vínica de Rioja Alavesa se dobló de seis a doce millones de litros, siendo los pueblos vitícolamente más importantes Labastida y Laguardia, con producciones entre tres y dos millones de litros según los años, seguidos de Elciego con casi millón y medio de litros y otra media docena de localidades con varios cientos de miles de litros cada una.

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LABASTIDA, la más vitivinícola de Álava en el siglo XVIII, fue también la más rica de la época.

Las nuevas villas siguieron creciendo en este siglo XVIII, enriqueciendo y ampliando sus iglesias y grandes mansiones como expresión del poderío y  riqueza de la comarca: el Palacio de los Condes de Oñate en Salinillas, el Palacio de los Salazar y Quintano y el Ayuntamiento en Labastida, el Palacio del Marqués de la Solana y la Casa del Indiano en Villabuena, las Casas Señoriales de los Navarrete-Ladrón de Guevara, la de los Ramírez de la Piscina y la Casa Consistorial en Elciego, el Palacio de los Samaniego y el Ayuntamiento viejo en Laguardia, el Palacio Samaniego en Samaniego o la Casa del Indiano en Elvillar.

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VILLABUENA, oculta por un viñedo que le sacó del anonimato medieval y la convirtió en una prestigiosa D.O. en sí misma.

Pasear hoy por las barrocas calles de  Labastida, Elciego, Villabuena, Navaridas, Leza, Lanciego, Elvillar, Moreda… es volver tres siglos atrás, igual que pasear por las de Laguardia, Labraza o Salinillas nos retrotrae a la Edad Media. Aunque el paisaje urbano de Rioja Alavesa es muy parecido al de los siglos XVII-XVIII, un hipotético viajero en el tiempo apreciaría hoy menos gentes, menos bullicio que antaño, no oiría risas de niños, juramentos de arrieros o rebuznos de asnos… Paisaje urbano muy parecido, pero no  igual.

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