La democracia en la era digital

Robert Kaplan es un autor leído, viajado y controvertido que ha tenido un gran impacto en el pensamiento político de Estados Unidos. La venganza de la geografía es un libro que dibuja conflictos bajo la influencia de la geografía y la civilización. Bismarck decía que la historia es geografía. Su ensayo más reciente es sobre la situación política en Rumanía relacionada con su compleja identidad e historia. In Europe’s shadow, publicado en el 2016, se fija en el microcosmos rumano para proyectar los retos de la crisis geo­política que puede vivir Europa.

Cualquier persona interesada en las corrientes de fondo que transforman los escenarios de la política local y global sabe que sus opiniones cuentan en los foros académicos y políticos mundiales. También en Estados Unidos. En una entrevista grabada en Zurich el 16 de enero expresa sus opiniones sobre Donald Trump, más allá de sus excentricismos y sus decisiones adoptadas con formas primarias.

Trump es el primer presidente de la era digital. Hasta ahora los presidentes procedían de la cultura de la máquina de escribir, de los ordenadores, la radio y la televisión. Ahora son los presidentes de Twitter los que van a ganar las elecciones en muchas partes del mundo próximamente.

Serán líderes que no han leído libros, que no siguen los debates políticos, que respetan a los individuos que se enriquecen fácilmente y los hé­roes deportivos. Kaplan los llama los políticos de la postalfabetización. No está claro, dice, si la clásica democracia americana sobrevivirá a la era digital.

La democracia ateniense, la parlamentaria de los dos últimos siglos y muy especialmente la norteamericana hasta hoy se regía por los debates participativos y por entregar el poder a un pequeño grupo de profesionales que rendían cuentas al terminar su mandato. El ciudadano aprobaba o desaprobaba al político cada cuatro o cinco años. En la era digital el juicio se emite cada hora y puede cambiar varias veces en un día.

Los términos digital y democracia no es fácil que puedan ir de la mano, afirma Kaplan, quizás con demasiada audacia. Simplificando mucho, no está claro si en la era digital se podrá elegir en las democracias a líderes con conocimientos básicos sobre las sociedades que tendrán que gobernar.

Los nuevos vientos populistas no serían tan generalizados sin los múltiples vehículos de los tiempos digi­tales. El remedio es olvidarse de la ciencia política y leer atentamente a Shakespeare para descubrir las grandezas y miserias de la condición humana, sus contradicciones, sus ambiciones y sus tragedias. En sus obras se pueden encontrar rasgos del misterio de la turbulenta personalidad de Trump, que parece empeñado en cambiar la liturgia y el contenido de la democracia. Y lo que vale para Estados Unidos rige también para el resto del mundo democrático.

LA VANGUARDIA