Una investigación sostiene que La Rioja habló euskera durante siglos

Eduardo Aznar Martínez publica un libro en el que da pruebas de ese pasado protovasco riojano

El euskera no es el idioma de los vascos. Al menos, no solo de los vascos. También lo fue de los riojanos, por ejemplo. Es lo que quiere demostrar Eduardo Aznar Martínez con El euskera en La Rioja. Primeros testimonios, un libro de 382 páginas que se presentó ayer en Pamplona (Editorial Pamiela).

En la Rioja se habló un euskera primitivo, viene a decir este licenciado en Antropología Social y Cultural y en Geografía e Historia, pero no porque fuera repoblada por sus vecinos del norte, que lo fue. Se habló, asegura Aznar, porque era su lengua propia, como en zonas de lo que hoy es el País Vasco, Navarra, Aquitania, Aragón o Burgos. Él ha encontrado indicios muy anteriores a la repoblación medieval con gente alavesa y al avance de Navarra hacía el oeste, en los siglos IX y X.

«Era gente autóctona, también hubo repobladores en la Ribera de Navarra y no hay topónimos euskericos», explica. «O Arguedas, creado por pastores roncaleses, y sin rastro de toponimia vasca». Las estelas funerarias de la época romana rompen esa teoría repobladora. Las evidencias son «muy transparentes», explicó ayer el autor.

Son temas resbaladizos, lo admite, porque se refieren a lenguas de hace dos mil años. Pero desde los años 80 se empieza a trabajar en la zona más al sur, lo que hoy es Soria, con estelas romanas donde se leían antropónimos indígenas. «Se ha ido viendo y eran nombres de tipo euskeriko», señaló el autor. «Es una gran revolución», señaló ayer Aznar.

En una de ellas, por ejemplo, aparece el término Zezenko con el dibujo de un toro (zezena, en euskera) representando al difunto. «Es muy difícil cambiar nombres de sitios sin que tenga sentido para la población que vive allí», señala. Aznar ha hallado en La Rioja topónimos totalmente euskaldunes como Ezcaray, y calcula que pudo hablarse hasta el fin de los siglos XV y XVI en las zonas más altas de la comunidad. ¿Y desde cuándo? «Desde la prehistoria más remota», contesta tajante. El primer topónimo es el de Ilurcis, hoy Alfaro, del siglo II antes de Cristo.

También señala como prueba la fazaña de Ojacastro. La fazaña era una especie de sentencia judicial. En 1236-1238, el juez supremo, el merino mayor de Castilla, mandó detener al alcalde de Ojacastro porque permitía que la gente en los juicios declarase en euskera. «Había un contingente en el valle de hablantes monolingües, al menos como primera lengua, porque necesitaban hablarla en los juicios». El alcalde demostró que esa práctica venía del fuero antiguo de Ojacastro y no se podía eliminar. «Es el primer documento que demuestra que el euskera tenía un grado de oficialidad en una zona», apunta el autor.

Es más, Aznar fue más allá al señalar que el euskera riojano se parecía al vizcaíno y al alavés. «Las tribus de autrigones y berones tenían alianzas entre ellos, puede venir de una relación antigua y se formó un dialecto que les unificaba», apuntó.

El libro rompe un vacío editorial sobre este tema de más de 30 años. «Éste va a ser a partir de ahora el libro de referencia sobre el euskera en La Rioja», apuntó, por su parte, el editor Txema Aranaz.

DIARIO DE NAVARRA