Sobre el apellido vasco García

Tanto en textos latinos como en otros escritos en romance, son frecuentes las citas de este nombre, cuyas primeras referencias aparecen en Navarra.

Hace unos días, en un informativo de televisión, a propósito del título de una película ambientada en el País Vasco que ha conseguido un éxito notable, los presentadores hicieron un jocoso comentario diciendo que, curiosamente, en la actualidad ninguno de los apellidos más frecuentes en Euskal Herria es de origen vasco. Como prueba se citaba una lista encabezada por el apellido García, que era, con diferencia, el más extendido en la península.

Dejo para más abajo las razones para discrepar sobre el pretendido origen exclusivamente castellano del resto de los apellidos terminados en -ez, y comenzaré haciendo algunas observaciones sobre el origen del apellido García.

En los textos escritos en vasco, el nombre de Garzea aparece publicado en el año 1657 en la obra de Arnaut Oihenart Les proverbes Basques recueillis par le Sr. D’ Oihenart, plus les poésies basques du mesme auteur, concretamente en el refrán nº 182, «Garzea, gaixo batak diazaguk berzea», cuyo significado es «García: un malvado conoce al otro». Anteriormente, tanto en textos latinos como en otros escritos en romance, son frecuentes las citas de este nombre, cuyas primeras referencias aparecen precisamente en el reino de Navarra y en áreas lingüísticamente vascas y concretamente en la Baja Navarra hacia el año 789.

Para los vascólogos actuales, su etimología resulta clara. Según Alfonso Irigoyen, se trata de un nombre propio procedente del antiguo adjetivo «garzea» (el joven), que posteriormente evolucionó a gartzea, gar-tzia y en otros dialectos a gaztea, al igual que ocurre en otras palabras parecidas, como berze/beste (otro), borz/bost (cinco), ortzadar/ostadar (arco iris), hertze/heste (intestino), entre otras.

También Ramón Menéndez Pidal y Antonio Tovar se inclinaron por la etimología vasca de este apellido, aunque creyeron ver su origen en la palabra hartz (oso), tal vez influidos por el apellido Otsoa u Ochoa, del vasco otsoa (el lobo). No obstante, existen serios problemas para derivar Gartzia de hartz, aunque ninguno si lo hacemos partiendo de Garzea.

Como consecuencia de la importancia de la monarquía navarra en la Edad Media, el apelativo García se extendería posteriormente por tierras castellanas y aragonesas. Junto a él se difundieron también otros nombres y apellidos de origen vasco, como Semeno, Santxo o Eneko (del vasc. seme (hijo), del latín sanctius (virtuoso) y del vasco ene-ko (miíto, mi pequeño) evolucionados en castellano a Jimeno, Sancho e Iñigo respectivamente.

A diferencia de las características físicas, los apellidos no son algo genético, ni se heredan de forma natural, sino por la costumbre surgida de la necesidad de distinguir, en las comunidades humanas numerosas, entre las gentes que llevan un mismo nombre. Para ello se le añadía a la persona otro nombre, que podía referirse a alguna cualidad física o moral (gordo, joven, lozano, feo…), a su oficio (herrero, carrero, panadero, mercader…), a su apodo, al nombre de su padre, a la casa en que vivía o a su lugar de origen. Estos dos últimos datos, nombre del padre y el pueblo o la casa natal, han sido los más habituales.

Para formar los apellidos patronímicos, notarios y registradores imitaban el modelo del genitivo latino, añadiendo al nombre paterno la desinencia -is. Esta terminación evolucionó en cada zona por influjo de las diferentes lenguas populares: galaico-portugués, asturiano, castellano, vasco, aragonés o catalán.

En otros casos, en lugar del genitivo latino -is, se desarrollaron patronímicos propios añadiendo al nombre paterno los sufijos vascos -ena o -rena, como puede verse en los apellidos Antsorena, Ernandorena, Errandonea, Martinena, Mitxelena, Otsotorena, Perurena edo Petrirena, por poner unos ejemplos conocidos.

En consecuencia, el primer apellido, el patronímico, variaba de una generación a la siguiente, ya que cambiaba de acuerdo al nombre del padre. Así, un padre conocido como Martín Lopitz de Lezea, podía tener un hijo llamado Ferrando Martinitz de Lezea y un nieto denominado Eneko Ferranditz de Lezea. Como el cambio del primer apellido se prestaba a confusiones, a partir del siglo XVI se fue haciendo estable el apellido compuesto del abuelo, sin cambiarlo en función del nombre paterno. Esto hizo que en Bizkaia y Gipuzkoa la mayoría de las personas, no sintiéndose identificadas con el primer apellido, lo abandonaran y utilizasen exclusivamente su segundo apelativo, es decir, el que hacía referencia a la casa, al pueblo, al oficio o alguna característica particular de esa persona. Es así como desaparecieron entre nosotros los antiguos Martínez de, Pérez de, Rodríguez de o Sánchez de, hasta entonces frecuentes. No obstante, en la zona sur del País, principalmente en la zona alavesa, el patronímico se ha conservado, dando como resultado los conocidos apellidos alaveses del tipo López de Ayala, Martínez de Gereño, o Pérez de Mendibil.

Son muchos los especialistas que han estudiado el origen y evolución de los apellidos vascos, de los cuales, por citar a uno actual y que recoge escrupulosamente los diversos criterios utilizados por los investigadores anteriores, destacaría al académico navarro Patxi Salaberri Zaratiegi, autor del excelente manual Euskal deiturategia: Patronimia, publicado en 2002 por Udako Euskal Unibertsitatea, que fue premiado con la beca de investigación Juan San Martín, y que, por su seriedad y minucioso trabajo recomiendo encarecidamente a todos los que quieran profundizar en esta materia.

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