Periodismo versus propaganda

La opinión está ahogando la información. La frase es brillantísima. Lástima que no sea mía, sino de Edwy Plenel, director del prestigioso diario digital francés Mediapart, que ha estado estos días en Barcelona. La función del periodismo es muy simple: explicar lo que pasa. Si lo haces bien, a tiempo y sabes construir una complicidad con el público lector, tienes buena parte del éxito garantizado. El problema es cuando bajo la excusa de hacer periodismo se hace otra cosa totalmente diferente que no es periodismo. Es propaganda o directamente manipulación.

Hace tiempo que muchos medios de comunicación juegan a hacer política. Anteponen no ya los intereses comerciales de los grupos de comunicación que lo sustentan, sino la ideología que pretenden defender. Y el enfoque de las noticias ya está previsto incluso antes de que éstas se produzcan. Esta situación se ha vivido especialmente en los últimos meses en relación con el proceso independentista en Catalunya y de forma más evidente con el reciente atentado terrorista en las Ramblas.

Nobles periodistas que no dudan en decir abiertamente que son independentistas o defensores de la unidad de España antes que periodistas. Y, en consonancia, enfocan su trabajo no en informar de lo que pasa, sino en ganar más adeptos para su causa. Para unos cuantos periodistas, todo lo que hacen Puigdemont y Junqueras es perfecto. Y poner en evidencia sus incongruencias o sus errores es poner palos a las ruedas al “Procés” y facilitar el triunfo del españolismo. Hay que callar y mirar para otro lado. Al mismo tiempo, explicar la estrategia de Rajoy en relación a Catalunya, revelar los incumplimientos de su Gobierno, es dar alas al independentismo y contribuir a la desconexión de los catalanes de España. Ya lo dijo Rajoy en una de sus últimas visitas a Barcelona: hoy no se puede ser equidistante.

Pues bien, el periodismo es equidistancia. El periodismo es, repito, intentar explicar aquello que acontece en la rúa, según viejo aforismo. Se puede hacer mejor o peor, pero es así de sencillo. Y la obligación del periodismo es también preguntar, indagar y cuestionar todo aquello que se plantea. Claro que sí. Sin necesidad de ser protagonistas porque no lo somos.

Crear campañas artificiales, manipular burdamente supuestos documentos oficiales, inventarse directamente noticias o dejarse intoxicar por una fuente política indigna de ningún crédito, no es periodismo. Y el problema es que esto se está convirtiendo en lo más habitual y la mala fama de unos cuantos nos arrastra a todos. Que la mediocridad de buena parte de la clase política, incapaz de hacer bien su trabajo, y la agresividad que destilan algunos actores de las redes sociales no nos acabe contagiando.

LA VANGUARDIA