Los secuestros de Pertur y Naparra

Quienes secuestraron, e hicieron desaparecer, a Eduardo Moreno Bergaretxe «Pertur», en 1976, y a Joxe Migel Etxeberria «Naparra», en 1980, se sirvieron del mismo método. Hicieron caer a las víctimas en sendas citas-trampa, asegurándose de no dejar rastro alguno que pusiera en evidencia la autoría de ambos secuestros.

Ahora bien, el hecho de que los secuestradores se sirvieran de citas-trampa, y lo hicieran con tanta eficacia y precisión, señala precisamente a los autores, porque tan solo los servicios secretos pudieron organizar todo aquello sin dejar el más mínimo rastro.

En efecto, tanto a la organización de la que era dirigente Pertur, ETA político-militar, como a la de Naparra, los Comandos Autónomos, les fue del todo imposible esclarecer quién había puesto aquellas citas-trampa, y hoy es el día en que se sigue ignorando todo al respecto. Solo cabe hacer conjeturas sobre cómo se arreglaron los organizadores de ambos secuestros para que ni Pertur ni Naparra comentaran a nadie detalle alguno sobre aquellas citas antes de dirigirse a las mismas.

En todo caso, los secuestradores tuvieron que hilar muy fino para asegurarse de que la identidad de quienes pusieron aquellas citas permanecería en el más absoluto secreto. Algo que, a mi entender, solo pudieron conseguir mediante una labor de infiltración consistente en ganarse la confianza de los futuros secuestrados, hasta el punto de que pudieron convencerlos de que mantuvieran en secreto la identidad de aquellos con quienes debían reunirse.

Los servicios secretos son muy duchos en ese tipo de labor, y en el caso de ambos secuestros no cabe duda de que su labor de infiltración fue impecable. No dejaron rastro alguno y así pudieron dedicarse después a otra labor en la que tampoco les faltaba experiencia, la de negar que aquellos secuestros hubiesen sido acciones de guerra sucia, atribuyéndolos a disputas internas.

Eso de achacar acciones debidas al terrorismo de Estado a supuestos «ajustes de cuentas» entre quienes luchan contra dicho Estado es un recurso habitual en todas las guerras sucias. Un recurso que el Estado español han empleado una y otra vez con desiguales resultados, dependiendo de cuánto se prestaba el caso para ello.

En el caso de Naparra, dicha labor intoxicadora tuvo un éxito más bien escaso, pero en el de Pertur lograron ampliamente su objetivo, sirviéndose de una serie de circunstancias, entre las que destacaba el hecho de que las últimas personas que lo vieron con vida fueron dos miembros de los denominados Bereziak que mantenían desavenencias con Pertur dentro de ETA político-militar.

Se trataba de Migel Anjel Apalategi «Apala» y «Pakito» Mujika que trasladaron en su auto a Pertur, a petición de este, desde Donibane Lohitzune hasta Behobia, donde tenía al parecer la cita. Así lo declararon ambos desde el primer momento, pero algunos periódicos y periodistas bien que se encargaron de intoxicar, manipular y mentir al respecto. Muy en especial, José Luís Barbería, en el diario “El País”.

Por ejemplo, dicho periodista pretendió que Pakito había mentido cuando declaró, ante la policía francesa, que Pertur viajaba en la parte trasera del vehículo, yendo él y Apala, que conducía, delante. Según Barbería, Pertur iba en el asiento del copiloto y Pakito detrás.

El periodista citó como fuente a un testigo que vio a los tres dentro del auto, pero dicha persona no solo desmintió lo escrito por Barberia sino que dejó muy claro que estuvo bromeando con Pertur y que no observó nada anormal, lo cual no encajaba en absoluto con la versión defendida a toda costa por Barbería. Por eso mintió el periodista sobre la ubicación de Pertur en el vehículo y ocultó que el testigo había bromeado con él.

Sería una absoluta pérdida de tiempo dirigirme a quienes no han dudado en recurrir no solo a la ocultación, la tergiversación y la manipulación sino también a la mentira pura y dura para sustentar la tesis de que fueron los Bereziak quienes hicieron desaparecer a Pertur. Ahora bien, muchas personas están sinceramente persuadidas de que Apala y Pakito pudieron estar involucrados en su desaparición y a ellas sí que les pido que reflexionen sobre esa cita-trampa en la que le hicieron caer los secuestradores, porque estoy persuadido de que no podrán sino concluir que ni Apala ni Pakito pudieron tener nada que ver con la misma.

En efecto, si hubiesen tenido algo que ver con aquella cita-trampa, lo último que hubiesen hecho es llevar, como llevaron, a Pertur hasta las cercanías de dicha cita. Cuando este les preguntó si podían trasladarlo a Behobia en su auto, hubiesen puesto cualquier excusa para no arriesgarse a que los vieran juntos justo antes de desaparecer.

Además, vuelvo a repetir que solo los servicios secretos tenían la capacidad de organizar con tanta eficacia y precisión aquella cita-trampa y no me cabe la menor duda de que fueron dichos servicios los que urdieron la maniobra de infiltración necesaria para no dejar rastro alguno que delatara a los autores.

En cuanto a la ejecución material del secuestro, puede que los servicios secretos la encargaran a neofascistas italianos, o puede que fuesen otros mercenarios quienes lo secuestraron en Iparralde y trasladaron al Estado español. En todo caso, todo apunta a que Pertur fue la primera víctima mortal de la guerra sucia practicada contra los refugiados vascos en Iparralde. Terrorismo de Estado puro y duro.

NAIZ