20 de noviembre de 1975

Lo más preocupante es el desinterés de las nuevas generaciones por conocer qué fue la dictadura franquista. Además de las consecuencias principales de la dictadura, las decenas de miles de cuerpos enterrados en fosas comunes y cunetas de carreteras de media España, cabe preguntarse qué es de los responsables que siguen con vida. Las torturas que se practicaron en comisarías de Policía de media España y en clandestinos centros de torturas como la Dirección General de Seguridad de Madrid han quedado sin perseguir. ¿Qué ocurre con los descendientes de las víctimas de los fusilamientos masivos que el bando sublevado franquista llevó a cabo en cada pueblo y ciudad que conquistó durante la guerra y una vez terminada? Los asesinados eran enterrados en la clandestinidad de la noche, y tienen derecho a conocer el lugar donde se encuentran sus seres queridos para darles el entierro digno.

Es incomprensible que torturadores franquistas profesionales como Antonio González Pacheco, alias Billy el Niño, hayan logrado hacer una vida plena y libre con la llegada de la democracia sin que ni siquiera haya sido jamás reclamado por un tribunal de justicia español para que explicase -o justificase en su caso- su pertenencia a la llamada Brigada Político Social, grupo policial similar en cuanto a objetivos y métodos de trabajo a la Gestapo de la Alemania nazi; que tenía su sede en la Dirección General de Seguridad de Madrid y que sirvió de inspiración a las dictaduras de Chile y Argentina. La jueza argentina María Servini, que investiga los crímenes cometidos durante el franquismo, emitió en 2013 una orden de captura internacional contra el antiguo inspector de la Brigada Político Social y otros imputados por crímenes contra la Humanidad. Pero la Audiencia Nacional rechazó la extradición al considerar que los delitos prescribieron 30 años antes.

El PP de Rajoy se jacta de no haber dedicado ni un solo euro a desenterrar a los cerca de 200.000 muertos que sembraron el territorio español de sangre, vergüenza y dolor una vez acabada la Guerra Civil. Cada vez que la derecha española habla de la necesidad de pasar página y de que los familiares de los desaparecidos se callen de una vez y dejen de molestar, se constata, una vez más, la profunda huella que el franquismo dejó en las mentes de muchos españoles que no saben reconocer la ignominia y la injusticia aunque la tengan delante.

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