O referéndum o movilización

Naturalmente, el gobierno español ha respondido negativamente a la petición de un referéndum acordado con el Gobierno de Cataluña. Como era de prever, el Estado español cumple rigurosamente con su destino. Las cosas son así, han sido así y serán así. Por lo tanto, los catalanes, como han hecho antes que nosotros decenas de otros pueblos en el mundo (y todos los que se han independizado de España a lo largo de los siglos) nos corresponde el deber de autodeterminarnos.

El movimiento independentista catalán ha prestado poca atención a la historia de la descolonización española, lo cual es sorprendente teniendo en cuenta que Cataluña es una de las últimas colonias, hoy por hoy todavía sujeta a la metrópoli. Me parece un error. Nadie puede entender mejor que un argentino, un boliviano o un cubano las aspiraciones de libertad de un catalán.

Hacer una incursión por las actas de independencia de Latinoamérica (y Filipinas) es constatar unos hechos ineluctables: primero, todos los nuevos estados fueron fruto de declaraciones unilaterales de independencia; y, segundo, todos los países llegaron a ello tras denunciar la tiranía, la arbitrariedad y la absoluta falta de libertad con la que los españoles gobernaban aquellos países. En otras palabras, estaban hartos. Unos cuantos ejemplos:

“Se nos declara un estado de rebelión, se nos bloquea, se nos hostiliza, se nos envían agentes y se procura desacreditarnos” (Veneçuela, 1811)

“Para separarse de la nación española… por cuanto que no pierden un momento para subyugar cada día más la libertad del hombre” (Panamà, 1821)

“La arbitrariedad con que fue gobernada, excitó en los pueblos el más ardiente deseo de recobrar sus derechos usurpados” (Guatemala, 1823)

“Nosotros consagramos estos dos venerables principios: nosotros creemos que todos los hombres son iguales, amamos la tolerancia, el orden y la justicia en todas las materias; respetamos las vidas y propiedades de todos los ciudadanos pacíficos, aunque sean los mismos españoles, residentes en este territorio, admiramos el sufragio universal que asegura la soberanía del pueblo; deseamos la emancipación gradual y bajo indemnización, de la esclavitud; el libre cambio con las naciones amigas que usen de reciprocidad; la representación nacional para decretar las leyes e impuestos, y, en general, demandamos la religiosa observancia de los derechos imprescriptibles del hombre, constituyéndonos en nación independiente, porque así cumple a la grandeza de nuestros futuros destinos, y porque estamos seguro que bajo el cetro de España nunca gozaremos del franco ejercicio de nuestros derechos». (Manzanillo, Cuba, 10-10-1868. Manifiesto de la junta revolucionaria de la isla de Cuba, dirigido a sus compatriotas y a todas las naciones).

Como todos los que nos han precedido, es importante entender el momento en el que entramos, el del ejercicio del derecho de autodeterminación, es decir, de poner en manos de los ciudadanos una respuesta, sí o no, a la independencia, que los vinculará jurídicamente y de donde surgirán todos los efectos.

En consecuencia, ya no estamos en los tiempos de repetir un 9-N o una consulta participativa bajo la legalidad española. El referéndum que encaramos es vinculante y bajo una legislación propia y, autodeterminada, que la ampara. Por ello, hay que alertar sobre todos aquellos -«comunes», etc.- que pretenden reducir el referéndum a una consulta y una movilización. Muchas gracias, pero no, de ninguna manera. No sólo es erróneo, atenta a la raíz misma del sentido transformador y revolucionario del referéndum. Una movilización no es un referéndum, pero un referéndum incluye, sí, una movilización. El matiz es importantísimo, porque sin este matiz no nos autodeterminamos, y se pone en peligro -devaluándolo- el auténtico carácter decisivo del referéndum. Cuando más hablamos de consulta, menos referéndum es; cuando más nos limitamos a movilizarnos, más alejamos esta votación de su efecto vinculante.

Y ya puestos, si estamos en la etapa en la que estamos, lo único que nos interesa a los catalanes es conocer la respuesta, sí o no, de todos nuestros partidos políticos, a la independencia de Cataluña. Estar ya a favor o en contra del referéndum dejará pronto de tener demasiada importancia. La hora de autodeterminarse incluye a todos. Ayudaría mucho más al referéndum si en lugar de aguarlo se levantara la bandera del «no» a la independencia, y por tanto, autodeterminándose, aceptar el efecto vinculante del mismo.

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