Elegía del Levante

Hace unas semanas se ha evocado la muerte de Dalida que se suicidó hace treinta años en su casa cerca del Sacré Coeur de París. La gran cantante nacida en Egipto cuyas canciones en francés en italiano, en árabe emocionaron en una y otra orilla del Mediterráneo. Sus creaciones muy populares narraron a menudo su propia vida libre, volcada al escenario y a los vaivenes de su corazón. Dalida como Geoges Moustaki, como Claude Fancois, fueron grandes artistas, pertenecían a un mundo de ¨metheques¨, a una cultura de mestizaje, surgida en las riberas mediterráneas orientales, en el Levante sinónimo de la tierra en la que nace el sol.

En sus ciudades como Alejandría, Beirut, Alepo, pero también Estambul, Esmirna, florece en el siglo XIX una peculiar sociedad cosmopolita, en la que colonias extranjeras como la griega italiana francesa, británica configuran con las poblaciones autóctonas árabe, turca, con las comunidades judías locales, un mundo de mezquitas, iglesias, sinagogas, que respiraba un raro aire de diversidad y tolerancia. El Levante crea su estilo de vida donde pactos y compromisos -como ha sabido explicar el historiador Philippe Mansel- prevalecían sobre doctrinas e ideas. Fueron ciudades portuarias, mezcla de exóticas lenguas y culturas que el viento de la historia arrastró. De estas ciudades «globales» antes de la contemporánea globalización solo queda Beirut. Me gustan estos destinos extraordinarios fascinantes de estas ciudades que por un tiempo supieron crear un mundo de relaciones insólitas. Fueron ciudades seductoras, codiciadas, a veces con una vida tan intensa que estaban condenadas a no durar. El cosmopolitismo de Alejandría apenas vivió un siglo de 1860 a 1960, desde el gobierno del Khedve Modhamad Ali con la ampliación de su puerto y la explotación del algodón, hasta la nacionalización del canal de Suez por Nasser, y la guerra con Israel de 1954, que provocaron la salida y expulsión de colonias extranjeras. El Premio Nobel de Literatura Nguib Mahfouz en su novela ¨Miramar¨ celebra aquel tiempo de su historia escribiendo ¨Alejandría ha vuelto a los suyos, ha vuelto a ser egipcia. Muchos años después asisti a la ceremonia en la que fueron arrojados a su mar las cenizas de Terenci Moix. En su libro ¨El sueño de Alejandía¨ había escrito: ¨Ya no quedan sueños, todos los sueños han sido contados¨. Este breve tiempo de estilo cosmopolita, después de nostalgia de una efímera libertad, no era compartido por todos los egipcios. «El cuarteto de Alejandría» de Lawrence Durrell era considerado en ambientes árabes una obra literaria que, sobre todo, tenia en cuenta la vida de las colonias extranjeras, quedando la población local en el trasfondo de sus descripciones.

Beirut es la ultima ciudad levantina porque la peculiaridad de sus diversos estilos de vida, de su tolerancia y creatividad no emana de las colonias extranjeras sino de las propias comunidades cristianas locales y de su contagio con las musulmanas, en una experiencia cotidiana muy singular.

El Levante corresponde a lo que los árabes denominaban antes de la colonización occidental ‘Bilad el Cham’. Es decir un territorio que engloba Siria, Libano, parte del Irak, Palestina. El levantino es el chami, y particularmente el ciudadano de religión cristiana influido por la cultura de Occidente, y es francófono como mi amigo y vecino Charles Manoli que leyó los mismos autores que yo leia en Barcelona, Sartre, Camus, cuando el vivía en Egipto.

Fue el sistema de capitulaciones establecido por la Sublime Puerta con las potencias europeas y en primer lugar con Francia, que otorgaba muchos derechos a sus súbditos residentes en el imperio, lo que fomento este ambiente cosmopolita que distinguió una época de estas ciudades principalmente portuarias.

Robert Sole -novelista y antiguo corresponsal de Le Monde en El Cairo, de origen egipcio, hubo también una serie de escritores y periodistas levantinos, además de los citados artistas, como Eric Rouleau, Paul Balta que hicieron con éxito sus carreras en París- en su libro ¨Hotel Mahajan¨ describe el derrumbe de aquel mundo. No era tan tolerante porque no había matrimonios mixtos ni se convivía mas allá de las relaciones de vecindad. Pero aquel Levante fue una ilusión de progreso y de libertad.

LA VANGUARDIA