Feria popular en Damasco

En automóviles, autobuses, camionetas y motos, a pie, miles de sirios acudieron a la flamante Feria Internacional de Damasco, cerca del aeropuerto. El Gobierno ha querido demostrar su confianza con esta exposición celebrada en un paraje que hasta hace dos años estaba muy expuesto a los cohetes lanzados por los grupos armados rebeldes. Ha sido también un desafío a sus enemigos, que aunque muy debilitados no han depuesto las armas. En el segundo día de la exhibición estalló una bomba a la entrada de la feria, muy protegida por soldados y policías, sin provocar víctimas ni daños.

Con cuarenta y tres países participantes, entre los que destacan Rusia, Irán, China y una lista de empresas privadas europeas representadas por agentes locales, esta feria es una gran fiesta popular. El primer día se vendieron trescientas cincuenta mil entradas. Por su extensa superficie, con pabellones modernos destinados al automóvil, a los productos industriales, informáticos, electrónicos, a los artículos textiles, alimenticios, a las zonas francas, al turismo… entre jardines y surtidores de agua deambulaban los visitantes. En una rotonda flameaban multicolores banderas árabes, asiáticas, latinoamericanas, africanas y alguna que otra europea, además de la rusa, como la checa, la austriaca, o la española.

En los atardeceres hay espectáculos musicales populares –durante muchos años cantaba Fayruz, la gran artista libanesa, cuya voz se oye cada mañana por las radios locales– y se alquilan caballos para pasear. Un trenecito recorre las instalaciones de esta feria, cuyo principal lema es el de la reconstrucción.

La estrategia adoptada por el Gobierno consiste en emprender esta obra de reconstrucción aunque la guerra no haya concluido, sin esperar el final. Se combate en Der Ezor, muy importante por sus yacimientos de petróleo; en Raqa, que será liberada por los kurdos, y queda pendiente la batalla final de Idlib, cerca de la frontera turca, última plaza fuerte yihadista.

“Podemos vivir sin Europa y sin América –me dice un responsable del recinto ferial–, contando con nuestros aliados: Rusia, Irán, China. Podemos construir una suerte de Dubái en los alrededores de Damasco. Se están haciendo inversiones en lugares destruidos cerca de las zonas bajo las garras del Estado Islámico”.

No ha acabado la guerra –de vez en cuando incluso se oyen explosiones lejanas, en la feria– pero no paran las especulaciones sobre el gran negocio de la reconstrucción, del modelo de la reconstrucción. Rusia se quedará con los sectores del petróleo y de la energía, China con el de la reconstrucción de poblaciones destruidas por la guerra. Irán no ha expresado todavía sus ambiciones económicas. El Líbano podría convertirse en una especie de Hong Kong ante este vasto campo de negocio en perspectiva como puerta abierta al mundo exterior, al Mediterráneo, con sus bancos y compañías de seguros, y sus hábiles comerciantes. Dos ministros del Gobierno beirutí asistieron a la inauguración de la Feria que años antes se celebraba a las orillas del Barada, el aprendiz de río de Damasco.

Siria quedará atrapada entre Rusia e Irán , sus amigos y aliados pero también sus interesados protectores, con objetivos políticos y económicos. Las minorías alauí, drusa, cristiana, prefieren mil veces Rusia a la república islámica del Irán.

En el recinto de la feria muchos visitantes se fotografiaban junto a una escultura con el signo de la victoria. El ejército árabe sirio fue celebrado durante la ceremonia de la inauguración, con discursos, himnos, un poema épico coral e imágenes filmadas de sus batallas.

“Falta mucho para concluir la guerra –decía mi amigo Omar Maluf–, la crisis económica ahuyenta a mucha gente que había sufrido los combates, pero esta feria nos da ánimo, nos deja respirar la vida. Nadie podía soñar en esta fiesta”.

En los modestos restaurantes y cafeterías, con sus altavoces que emiten música tecno, canciones árabes y los últimos éxitos occidentales del verano, hace furor Despacito, que también arrasa en Beirut. Jóvenes sirios de ambos sexos disfrutan de estas horas de las noches del verano.

LA VANGUARDIA