Confusas fronteras de Oriente Medio

Mi amigo libanés Georges Castoriades, un periodista cosmopolita, me dijo una vez “yo sí puedo entender Oriente Medio”. Mis padres fueron árabes y judíos, turcos, griegos, libaneses. Mis abuelos cambiaron varias veces de nacionalidad pasando de ser súbditos de la Sublime Puerta a árabes. Mi abuelo era judío de Estambul, originario de Salónica, mi abuela era levantina de Alejandría y tuvo que renunciar a la nacionalidad egipcia al establecerse en Beirut”.

En Oriente Medio aún hay gente que tiene más años que los estados vigentes sobreviviendo, en ámbitos territoriales brutalmente alterados por el vaivén de los trazados fronterizos. Guardo en mi biblioteca un mapa de Siria en el que aún se incluye el golfo de Alejandreta, denominado por los turcos Hatay, que adquirí hace medio siglo, entregado por Francia al gobierno republicano de Ankara, y que los sirios todavía reivindicaban como parte de su territorio independiente.

El gran problema del Oriente Medio sigue siendo el de sus divisiones fronterizas. Su historia moderna está a flor de piel en sus cruentos conflictos actuales. Algunas de estas fronteras como la que hay entre Irak y Siria, desmantelada tras la conquista del Daesh de Mosul, han quedado en entredicho. Al desmoronarse el Imperio otomano, vencido por las tropas británicas y francesas, se firmaron en 1916 en medio de maquinaciones e intrigas políticas, los controvertidos acuerdos de Sykes-Picot, de penosa elaboración, por sus ambiciones coloniales de división geográfica de estos pueblos del Levante o del Bilad el Cham, su nombre árabe.

Con la posterior Declaración Balfour de 1917, reconociendo un “hogar judío” sobre Palestina, comenzó la tragedia contemporánea de Oriente Medio. Con el troceo de las provincias y la separación de sus poblaciones que habían sido sometidas a la Sublime Puerta, pero con sus comunidades confesionales o miliyett, unidas, comenzó a configurarse este turbulento mapa. Estos acuerdos fueron la negación de los principios del presidente Wilson que había hablado de la “primavera árabe” de los pueblos orientales al proclamar el derecho a la autodeterminación de árabes, judíos, kurdos, armenios viviendo en libertad sobre los vestigios otomanos. Se han impuesto fronteras internacionales- en la ONU existe una suerte de registro de fronteras que no corresponden muchas veces a los sentimientos de estos diversos pueblos. La fundación del Estado de Israel en 1948, la guerra de los Seis días de junio de 1967, con la ocupación de Palestina agravaron el drama de las divisiones fronterizas, cuyas consecuencias aún laten en estos pueblos de Oriente Medio.

Todavía pude viajar en 1966 con mi Citroen 2CV al este de Jerusalén, al sector árabe, entonces bajo la autoridad del emir y más tarde rey Abdallah, abuelo del actual monarca. Aún he podido ver tramos de la vía de tren que desde Beirut se dirigía a Haifa, y a Jerusalén a lo largo de la costa mediterránea, cuyo tráfico concluyó de golpe en 1948. Entonces muchas familias quedaron divididas por la frontera como ha narrado Amin Malouf en sus novelas sobre este desastre humanos.

Se han impuesto fronteras internacionales que no corresponden a los sentimientos de su diversos pueblos. Desde que vivo en Beirut en 1970 se ha exacerbado este caos geopolítico. El fracaso del Estado nación, ha provocado sangrientos desgarros en el Líbano, Irak, Siria.

El Daesh o Estado islámico rechaza esta división colonial y aspira a crear un nuevo mapa unificado de los pueblos árabes bajo la Umma o comunidad musulmana unificada. Ha surgido una época confusa de inciertos contornos, sobre la que hay quien vaticina que los acuerdos Sykes-Picot se desvanecen, aunque hay también quien cree que no desaparecerán completamente. Hace años vi en Beirut una película inolvidable titulada ‘La frontera’, protagonizada por un gran actor sirio. La cinta narraba el desamparo de unos árabes atrapados en una tierra de nadie, que ninguno de los estados limítrofes quería acoger.

LA VANGUARDIA