Sombras polacas en la hora catalana

La sombra del presidente del Consejo Europeo, el polaco Donald Tusk, ha planeado sigilosamente sobre la crisis catalana. ¿Continuará este seguidor del Barça, culé confeso, haciendo tuits cortos pero intensos? En el primero de todos, el 10 de octubre, decía al presidente Puigdemont: «@KRLS, no anuncie una decisión que podría hacer imposible el diálogo». Lo que esa tarde hizo imposible Tusk fue la declaración de independencia. Se le esperaba al menos como impulsor de una mediación, pero nada. Una vez evitada la DUI -el encargo posiblemente encomendado desde Berlín-, la sombra de Tusk se desvanece. «No volverá», nos dijimos unos cuantos, pero nos equivocábamos. Al cabo de diez días, en el Teatro Campoamor de Oviedo, encabezando con Tajani y Juncker la coreografía de apoyo a Felipe VI y Mariano Rajoy, y una vez recogido el premio Princesa de Asturias de la Concordia, Tusk habla de cosas que los medios -sobre todo los españoles- obviarán: que Cataluña le recuerda la Polonia de los años 80. ¿la Polonia de los 80? ¿Quería decir Donald Tusk que le venían a la cabeza secuencias de Solidarnosc, el movimiento social más potente jamás visto en la Europa comunista? Con 24 años, en su Gdansk natal, Tusk era testigo de un vuelco de la historia. A lo largo de 1980 Polonia abría profundas grietas en el bloque comunista hasta que el 13 de diciembre de 1981 los regímenes de Varsovia y de Moscú, aterrados, imponían el estado de sitio: miles de detenidos para aplastar una mayoría social que era posible frenar pero no derrotar. ¿Pensaba en ello Donald Tusk aquella tarde en Oviedo? Quizás sí. Y quizá también se olía que el estado de sitio tendría un equivalente en Cataluña. Y así llegó el segundo tuit de Tusk, ahora dirigido a Madrid: «Espero que el gobierno español favorezca la fuerza de los argumentos, no el argumento de la fuerza». Mensaje emitido a las 16.10 horas del 27 de octubre, mientras el Senado español terminaba el 155, programado como un afilado mecanismo de seis meses. ¿Hubo mensaje de Tusk a Madrid en formato telefónico con advertencia sobre la violencia, y consiguió de la Moncloa -a regañadientes- que la disección represiva que debía ser aplicada al cuerpo institucional catalán mutara en convocatoria electoral?

El 21-D tiene rasgos que recuerdan el 4 de junio de 1989 en Polonia. Aquellas elecciones pactadas se anunciaban en medio de un comunismo europeo que se tambaleaba pero que todavía tenía suficiente aliento para morir matando. Las condiciones de aquel 4 de junio eran durísimas: un 65% de la cámara baja -300 escaños- quedaba reservado a las listas de los comunistas y de sus partidos satélites, y sólo el 35% restante del hemiciclo -161 diputados – estaba abierto a la libre elección por distritos uninominales. A pesar de haber aceptado las condiciones del régimen, Solidarnosc continuaba ilegalizada y sus candidatos tuvieron que ampararse en comités ciudadanos sin acceso a los medios de comunicación ni a los mecanismos administrativos. Con todo, los candidatos ciudadanos coparon los 161 escaños de libre elección de la cámara baja y 99 de los 100 escaños del Senado. Desde Moscú, Gorbachov obligó al régimen de Varsovia a aceptar los resultados. A los pocos días, los partidos satélites se desmarcaron de los dueños comunistas y votaron como primer ministro al disidente Tadeusz Mazowiecki. El Muro de Berlín cayó a los cinco meses. El régimen español se está resquebrajando, pero más lentamente que el bloque soviético. ¿Evaluó todos estos escenarios y variables Donald Tusk mientras  cumplimentaba al rey Borbón y evocaba a Cataluña?

ARA