He tropezado con el himno de Bolivia. Supongo que hay muchos más, pero este me ha hecho gracia de tan explícito como es. No lo reproduciré entero porque los himnos -todos- son latas lapidarias del cementerio (a pesar de la belleza de ‘La Marsellesa’, la letra es violenta e impregnada de aupa, vamos, matémoslos…). Bueno, el de Bolivia dice, al principio:
Bolivianos, el hado propicio
coronó nuestros votos y anhelos:
es ya libre, es ya libre este suelo,
ya cesó su servil condición.
Esta es la primera estrofa, que alude directamente a España. Y después de revueltas patrióticas, termina así:
¡Libertad, libertad, libertad!
Todas las colonias españolas, que poco a poco han logrado la libertad, cantan su gesta y no están en absoluto dispuestas a volver atrás. Es como una proclama que dijera: ¡qué bien que se está siendo libres! Trazando tu camino. Y si les va mal o bien, es de ellos la responsabilidad, no de cejas levantadas en una meseta que dictaminan incluso si puedes acoger refugiados o no.
El imperio español llegó a ser enorme, casi tanto como el inglés, pero los tiempos han cambiado y las poblaciones votan y deciden qué quieren hacer con su vida y con sus derechos que ningún tribunal exterior pueda eliminar, habiéndolo votado el propio Parlamento.
No he escuchado ni un solo argumento válido contrario a la independencia de los catalanes. Sólo dicen la ley, la ley, la ley. ¡Oh, sí, la ley! El decreto de Nueva Planta también era la ley. Y en la Alemania nazi también eran ley los campos de concentración. Y tipos como Erdogan, acaparando poder y más poder, también argumentan que es la ley.
Es muy fácil de entender: acapara la ley y todo se hará a tu gusto, no al de los usuarios, también llamados sociedad civil.