Soy un hombre anuncio

Esto no es un artículo, es un anuncio. Podría ser solo una transcripción del vídeo del 1-O producido por la Generalitat, en el que un tren invisible (que en teoría somos todos nosotros) se aparta de su trayecto habitual y rectilíneo hacia una curva desconocida y apasionante, mientras una voz en off te interpela diciéndote: «Naciste con la capacidad de decidir; ¿renunciarás a ella? Ahora más que nunca, el futuro de Catalunya está en tus manos. Participa. El 1 de octubre, referéndum.»

Yo lo hubiera hecho de otro modo, porque eso de las metáforas siempre me ha parecido una mariconada. Egoísta de mí, yo habría filmado (en estricto primer plano) a todos mis coetáneos, trasteando de noche y agotados, habría grabado el rostro de tantos amigos y amigas que hasta ahora han pedido permiso para existir, que se han acostumbrado a ir por la vida con una moral de autónomo asfixiado, ejerciendo la autocensura cuando escribían, sufriendo de lo lindo para sobrevivir, mientras veían cómo los popes del autonomismo se enriquecían aleccionándonos sobre cuán cobardes somos los catalanes cuando llega la hora de la verdad y nos cagamos ante los españoles.

Yo habría filmado todas nuestras caras así, con las ojeras marcadas por el violeta y la piel herida de tantas hostias, mientras la voz en off diría: «Hasta ahora has vivido bajo el miedo, aferrado a las migas de tu mendrugo de pan, pensando que vivir castrado y en la miseria mientras los otros se embutían era normal; ahora más que nunca, podrás demostrar qué precio estás dispuesto a pagar para ser libre y acabar con la farsa. Vota ‘sí’. El 1 de octubre, referéndum.»

Cada uno tiene su anuncio del 1-O, y entiendo que el mío te parezca parcial, porque los motivos de liberación siempre han sido de muchos colores y cada cual lo ve a su modo. Pero en todos ellos se esconde la decisión expresa de no pedir nunca más permiso de ser. De estos últimos días, me choca la gente que se sorprende ante la aparición de la Guardia Civil en las redacciones de los medios libres para advertirlos que moderen su libertad de expresión y también me sorprende toda la gente que se indigna cuando ve al pobre Rajoy felicitando a las fuerzas del orden por haber retirado 100.000 carteles del referéndum. A mí la cosa no me exalta en absoluto, porque ya hace tiempo que sé que el Gobierno (secundado por el PSOE y por la tibiez cómplice de Podemos) antes se dejará matar que permitir que un catalán se autodetermine en forma de votación refrendaria. No lo pueden permitir, porque si tú y yo votamos ya están muertos.

De hecho, ya han empezado la agonía. Vedlos estos días, erdoganizando la política con gestos que empiezan a escandalizar a los pueblos civilizados de Europa. Retirar anuncios, visitar redacciones para intimidar a los compañeros de la prensa; esto solo ha hecho que empezar y hasta el 1-O tendremos una ración cada día. Lo que todavía no han entendido es que tú y yo somos el anuncio y que, en este mundo nuestro donde nuestro cuerpo y nuestras manos son un tablón publicitario, andar censurando según qué o impedir colgarlo de una farola no solo es inútil, sino propio de analfabetos. Tú y yo somos el anuncio, y tu obligación no es solo distribuir el de la Generalitat, sino filmar tu propia cuña y enviarla a todo el mundo. Seas anciano, seas adolescente, o experimentes la crisis de los cincuenta, haz lo que quieras: tú eres tu propio anuncio y para que dejes de hablar te tendrán que enmudecer a hostias.

Yo escribo hoy este artículo, que no es un artículo sino un anuncio, pidiéndote que vayas a votar el 1-O, porque la libertad colectiva exige primero la emancipación individual. Imprímete, diversifícate, muévete a través de las redes como si pudieras transformarte en un microchip. Y sobre todo, no seas equidistante, porque la tibiez en un estado de sitio como el presente solo se puede definir de una manera: complicidad con la barbarie.

Yo no soy articulista, hoy soy un hombre anuncio. Venid a buscarme, si tenéis cojones.

ElNacional.cat