Siento, luego existo

En un artículo publicado el pasado sábado en el diario ‘Ara’, Josep Ramoneda apuntaba que el soberanismo «a veces olvida la superioridad coercitiva del Estado». Discrepo del mismo. Después de un presidente asesinado, después de las torturas del 92, las querellas personalizadas de ahora, o el caso del concejal de la CUP que tiene que hacer todo el viaje desde Vic en la Audiencia Nacional de Madrid esposado, si hay un sector político que lo tiene difícil para olvidar la fuerza coercitiva del Estado, este sector es precisamente el soberanismo. La razón es muy simple. Se basa en el principio de sufrimiento formulado por Milan Kundera a la novela ‘La inmortalidad’ . En contra del ‘pienso, luego existo’ de Descartes, Kundera antepone el «siento, luego existo». ‘El homo sentimentalis’ de Kundera es aquel que ha elevado el sentimiento a la categoría de valor, de identidad y de conocimiento: «Pienso, luego existo” es la frase de un intelectual que desprecia el dolor de muelas. Siento, entonces soy es una verdad más válida y se refiere a todo lo que vive. Mi yo no difiere sustancialmente del vuestro por lo que piensa. Hay mucha gente y pocas ideas: todos pensamos aproximadamente lo mismo y nos comunicamos las ideas, nos las dejamos, las robamos. Pero si alguien me pisa un pie, soy yo solo el que siente ese dolor. No en el pensamiento, sino en el sufrimiento, es donde está la esencia del yo». Siento, luego existo. Y siento mucho que en vez de decir ‘represión’, estemos perdiendo gas llamándolo, llamándole sólo, fuerza coercitiva. Y siento mucho que, desde que el pasado lunes un tribunal de justicia suprimió ‘de facto’ la libertad informativa y de expresión, ninguna gran corporación mediática (Godó, Prisa, Zeta…) manifieste su rechazo a esta involución gravísima.

EL PUNT-AVUI