Historia de las calles * Estracto del libro Nabarralde.com 2

El callejero de una ciudad es un indicador muy significativo, y no precisamente de la vida de sus pobladores. Es, digamos, un cartel enorme y disperso cargado de signos, de mensajes expresivos, un letrero múltiple que transcribe explícitamente una memoria selectiva, expurgada y escogida por sus autoridades.

Los nombres de plazas y calles de una población nos remiten a una lectura parcial de la historia (de la propia ciudad y de sus circunstancias más amplias: época, nación, régimen político…), y a través de ella a la ideología política y social de las élites que la gobiernan.

Como dijo Serapio Mujika, archivero provincial de principios del siglo XX, investigador de la historia de Gipuzkoa, hasta finales del XIX los nombres de las calles respondían a la vida cotidiana y a la imaginación local, a cómo las nombraban los vecinos. Habitualmente estas denominaciones aludían a hechos ocurridos, oficios, actividades o personas conocidas del lugar. Ocasionalmente también se referían a algún santo (iglesia, estatua, humilladero…) para identificar el sitio.

A partir de esa fecha el nombre de las plazas y calles quedó en manos del Ayuntamiento, que empezó a escoger las referencias de personas oficialmente señaladas, militares, sucesos (políticos) históricos, santos y similares.

Astokale

A modo de ejemplo, de Donostia se recuerdan algunos nombres originarios: Astokale, Ikazkale, Esnategi… El Ayuntamiento los cambió por Juan de Bilbao (Ikazkale), San Lorenzo (Astokale), etc. En cambio se mantuvieron, por arraigo popular, nombres como Arrandegi, Enbeltran (un don Beltrán que vivía en el lugar. “En” es el don, en gascón), Narrika (doña Enrica o Enriqueta; “Na” corresponde a doña, también en gascón).

Tras el incendio y la destrucción de la ciudad el 31 de agosto de 1813, a manos de las tropas aliadas de los españoles (ingleses y portugueses), la reconstrucción supuso una renovación completa del callejero. Además de la desaparición de pequeñas callejas y belenas del viejo trazado del barrio histórico, una de las novedades más significativas fue que todos los nombres adjudicados se impusieron en castellano (a pesar del carácter absolutamente euskaldun de la población). Es un dato expresivo, revelador de por dónde soplaban los nuevos tiempos.

Con el avance del siglo los nombres se decidieron conforme al momento y el ideario político. Así, por ejemplo, tras la última guerra carlista, se nombraron calles como Hernani (antes Aduana), Getaria o Prim. Hernani y Getaria se ganaron el título por su posición al lado del bando liberal, vencedor, y su lucha contra el carlismo. Por su parte, el general liberal Prim intervino, desde el gobierno de Madrid, y facilitó el derribo de las murallas donostiarras, con lo que los constructores le quedaron profundamente agradecidos. El Paseo de Salamanca se debe a otro marqués metido a especulador, promotor de viviendas e impulsor tanto del barrio de Salamanca (Madrid) como del Ensanche donostiarra. El negocio de la construcción siempre ha estado vinculado a las políticas e intrigas municipales.

La Plaza del Castillo

Si nos trasladamos a Iruñea/Pamplona, la Plaza del Castillo es uno de esos elementos urbanos que definen por sí solos el centro de la ciudad. Es algo íntimo y común no sólo a los habitantes de la capital sino a todo el territorio comarcal e incluso nacional. No se proyectó en su día en clave urbanística, sino que surgió al vaivén de las circunstancias históricas. Se formó en el espacio que quedaba libre entre la Navarrería y los burgos de San Nicolás y San Cernin.

Al principio se denominó Chapitel o Chapitela (que viene de “capitolium”). Hay constancia de que en 1530 se la conocía como “Plaza del castillo viejo”. Y por entonces empezó a llamarse Plaza Mayor. Pero no se asentó este título y siguió popularmente con el de Plaza del Castillo. En 1820 se le denominó Plaza de la Constitución (por la española de 1812). Pero al acabar el Bienio Constitucional (1823) volvió oficialmente a ser la Plaza del Castillo, aun sin acuerdo municipal. Se la cita también como Plaza Real. Con la primera República española (1873) el Ayuntamiento la designó Plaza de la República. Y cuando este régimen efímero cayó volvió a ser la Plaza del Castillo. Con la Segunda República se le volvió a cambiar el nombre y, de nuevo, el canje no prosperó.

Como curiosidad, la calle de Lindatxikia aparece ya en 1366 con el nombre de Rua Petita. Después se llamó Rúa Chica de San Nicolás. En 1812, Rúa Chiqui. Por lo visto, la raíz “inda” significa, en el euskara tradicional de Iruñea, calle. Aunque hoy digamos kale o karrika. Existe constancia de otras utilizaciones de esta raíz euskerika: Urraninda; Zakuninda…

Otra vertiente del carácter político de los callejeros la tenemos en la dedicada al Duque de Ahumada, fundador de la Guardia Civil. El citado militar era hijo del virrey español y de una hija del palacio de Ezpeleta, de la calle Mayor, del burgo de San Cernin. Fue, entre muchos otros títulos nobiliarios, teniente general del ejército y ministro de la Guerra de España. Fundó la Guardia Civil en 1844, tras la capitulación de la primera guerra carlista, como un cuerpo militar represivo, centralizador, vertebrador, estratégico para el proceso de estructuración y modernización del Estado español, tras la derogación de los fueros de Navarra (1841) y la desaparición de su titulación como reino, para ser asimilada a mera provincia.

Plaza de las Merindades

Para terminar con estos ejemplos significativos, recordemos la transmigración de los nombres de la Plaza de las Merindades. Se llamó en su día General Primo de Rivera; después, de Pablo Iglesias. A partir de 1936 se llamó “del general Mola”. Desde 1980 se llama como hemos dicho: Plaza de las Merindades.

Actualmente la Administración elige el nombre de sus viales según varios criterios. En algunos casos se respeta la toponimia del lugar, así como el recuerdo de personas significadas de la localidad. Otras veces se escogen nombres de hechos o personajes que nada tienen que ver con el sitio designado. En todo ello se cruzan significados de interés, de oportunidad, incluso de ideario: nombres de víctimas, de inventores, de significados globales… La globalización, en sus dos vertientes, nos llega cada vez más representada en el imaginario de la municipalidad.

* Estracto del libro Nabarralde.com 2

Comprar / Erosi

Publicado por Nabarraldek argitaratua