Una isla que pertenece a muchos lugares

Una isla que pertenece a muchos lugares

Que el arte imita la naturaleza se da por supuesto. Ahora bien, ¿se pueden invertir los términos? ¿La naturaleza imita el arte? En la Toscana se dice a menudo que no sabes si la pintura florentina imita el paisaje toscano, o bien es el paisaje toscano el que imita la pintura florentina. La capacidad educadora de la mirada que ha tenido el arte es tan poderosa que muchas veces nos es imposible observar un lugar sin el filtro del legado artístico. No es extraño que veamos la Provenza a través de Van Gogh o Gauguin y Venecia a través de Guardi o Canaletto.

No únicamente la naturaleza, también la historia imita el arte. Las investigaciones arqueológicas o historiográficas nos pueden explicar que las cosas fueron de una manera determinada, y nosotros las seguimos imaginando como el arte las representó. Actualmente, por ejemplo, sabemos sin lugar a dudas que los templos y las estatuas griegas estaban pintados, pero en nuestra imaginación los seguimos viendo blancos, inmaculados, de acuerdo con la interpretación de los pintores y grabadores neoclásicos. El arte nos dice cómo era la realidad, a pesar de las informaciones en sentido contrario.

Por tanto, no es infrecuente que el viajero pueda llegar a territorios, situados en países muy diversos, que se ofrecen como fuente de inspiración de una determinada obra artística. Más singular es que esta obra represente la isla de los muertos y que su autor lo haya pensado como una mezcla sutil del hades y una arcadia crepuscular. Yo he estado en tres lugares, en Suiza, en Montenegro y en el norte de Italia, que reivindican ser el modelo del motivo sobre el que Arnold Böcklin hizo cinco variaciones. Los tres tienen el tono sombrío, el islote y los cipreses. El viaje en la barca ya no depende del lugar sino del instante.

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Die Toteninsel V [La isla de los muertos], Arnold Böcklin (1827-1901)

ARA