La independencia no hace prisioneros

Como decíamos la semana pasada, ha comenzado la fiesta. Las revoluciones, aunque sean pacíficas y alegres, ya tienen esto: lo ponen todo patas arriba. Cuando acabe este proceso, si es que se acaba alguna vez, nada será igual que el día que comenzó. La independencia traerá partidos nuevos, formas nuevas, prácticas nuevas… ¿Cómo será la vida del prisionero fuera de la cárcel? ¿Habrá un día en que el proceso se habrá acabado? ¿O seremos capaces de adaptar eso de la revolución permanente para iniciar un proceso permanente? No estaría mal: no dejar de debatir nunca ni de poner en duda las verdades de la nación. Revisar siempre lo que hacemos. La crítica y el debate como fundamentos de una sociedad más libre y más digna.

La última convulsión del proceso-apisonadora la vive en este momento CiU, la alianza que durante treinta y siete años ocupó la centralidad y buena parte del poder en Cataluña. En artículos de hace unos meses ya lo anunciábamos: el plan de Duran era hacer descarrilar el proceso -en eso encuentra aliados valiosísimos en la extrema izquierda- y uno de los capítulos de su plan era salir del gobierno poco antes de las elecciones del 27-S. Pero el presidente Mas tiene mucha más habilidad e inteligencia política que el presidente de la comisión de Asuntos Exteriores del Congreso español.

La consulta interna de Unión del pasado domingo no tenía ni un palmo de limpia. Todo estaba pensado para poder provocar esta salida del gobierno con el objetivo de romper la federación y crear un problema al presidente Mas tres meses antes de las elecciones. En la pregunta trampa había una agenda oculta. La cúpula unionista sabía perfectamente que una pregunta sobre la independencia la habría perdido ampliamente. Y que si los militantes hubieran sabido que la consecuencia de votar sí era salir del gobierno y abandonar el proyecto de Artur Mas, el no habría obtenido una victoria rotunda. Por ello, durante la minicampaña de la consulta, Duran, Espadaler, Pelegrí y Ortega no se cansaron de repetir que la manera de seguir al lado de Mas era votar sí.

Pero el agua pasada no mueve molino. Y Duran y compañía se salieron con la suya. Los independentistas de Unió, injertados del espíritu de los fundadores del partido, no quieren dejar perder unas siglas históricas y llenas de valor de resistencia y sacrificio. A los que tengan ganas de hacer críticas fáciles a Unió, les recomiendo que lean antes los libros de Hilari Raguer (‘La Unió Democrática de Cataluña y su tiempo (1931-39)’ y ‘Viernes de pasión. Vida y muerte de Manuel Carrasco i Formiguera’, publicaciones de la Abadía de Montserrat) y Francesc Canosa (‘Entre el sable y la bomba’, Acontravent). Cuando sepan la historia de este partido, bien alejada de las prácticas, las formas y las ideas de Duran, entonces que valoren el esfuerzo de Antoni Castellà, Marta Vidal, Joan Rigol, Núria de Gispert, Pep Martorell, Titón Laïlla, Mercè Jou (¡cuántas mujeres, eh!) y muchos más para no dejar ‘el partido de cuadritos’ en malas manos.

Con todo, Espadaler y Duran han roto la federación y han abandonado el barco soberanista. Más allá de quien se quede Unió, Mas ya tiene las manos libres para presentarse el 27-S sin mochilas. Ni unionistas ni salpicados por corrupción. Y puede abrir la casa y hacer pasar a independientes y militantes de otros partidos para construir una lista transversal que ayude a ganar tantos votos como se pueda para la independencia.

Algunas voces han saltado muy deprisa estos días en las redes sociales para decir que la federación no se había roto, que Unió garantiza la estabilidad y el apoyo parlamentario al gobierno hasta septiembre, y que los ayuntamientos y en el congreso español no escenifica aún la ruptura. De entrada sorprende que los más feroces enemigos de Duran ayuden a reforzar el relato de Espadaler. Sorprende que pasen por alto que ha sido CDC que ha dado un ultimátum de tres días, con la condición de apoyar la independencia, para continuar juntos. Los que niegan la evidencia se comportan como aquellos que decían que ‘contra Franco se luchaba mejor’. A algunos les han pillado cagaleras porque saben que en esta campaña electoral ya no podrán atacar a Mas por ir de la mano con Duran. Y eso les iba muuuuy bien, ¿verdad?

En definitiva, queda claro que la única revolución posible en Cataluña es la independencia. Y que todo lo demás es miseria de autonomía intervenida y estrangulada. El caso es que el proceso de independencia no deja lugar a la indefinición. Y quien trata de jugar a confundir termina mal. Aunque los hay que intentan salir adelante. Pero no tienen nada que hacer. La revuelta catalana ya hace un tiempo que ha empezado y la independencia no hace prisioneros. Todo lo contrario. Quien la quiera detener saldrá mal parado. Porque el deseo y la voluntad pueden más que la sumisión y la renuncia.

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