‘Mein Kampf’ y los demás

Probablemente el título es inadecuado («los otros» significa otros libros), pero este es, vagamente, el tema de un artículo publicado hace algunos días en un diario digital de Valencia. La periodista, Ana Valls, recuerda que «nos gustan los rankings», ordenar hechos, personas o cosas en una lista que pretende ser también una jerarquía de cualidades, de más valor a menos, y que la literatura es una víctima eminente de este vicio o manía. En cuanto a los criterios que gobiernan la confección de estas listas, es obvio que no son indiscutibles: lo que es excelente para unos lectores o críticos, es detestable para otros. Porque los valores cuantitativos son medibles (como el peso en gramos de un best seller de playa, o los beneficios del editor), pero los cualitativos están incluidos en las leyes de la relatividad, la general y la especial. Por el contrario, si el amor que despierta un libro es relativo y variable, parece, según dice también Ana Valls, que el odio puede ser universalmente compartido. Así, el libro más odiado de la historia sería muy justamente Mein Kampf, del insigne escritor Adolf Hitler: no sé si es el más odiado, pero hay que decir que se debería bien ganado «el nefasto honor». La periodista lo recuerda a propósito de la nueva edición en dos volúmenes académicos y gruesos, extensamente comentada y con un aparato crítico exhaustivo, edición primera y única después de que han pasado los 70 años de reserva de los derechos (propiedad del estado de Baviera), y si la obra odiosa ha tenido un cierto éxito de ventas debe ser por la misma razón que el nazismo, la II Guerra Mundial o el Holocausto, Stalin o el Gulag soviético, son materias que, por alguna razón misteriosa y posiblemente una poco morbosa, continúan fascinando a generaciones sucesivas de espectadores y de lectores: el Mal o el ‘mal’ en cursiva o con mayúscula, puede provocar en los humanos lo que en italiano llaman ‘brivido’ y francés ‘frisson’, como una piel de gallina interior, y parece que, desde el libro del Génesis, ha ejercido siempre una atracción enfermiza. Quiero decir, como confesión pública, que tal vez yo mismo compraré este nueva edición del libro más odiado ahora que disponemos de una traducción solvente, ya que mi dominio demasiado pobre del alemán no me permitiría una lectura cómoda. Pero el artículo de Ana Valls aprovecha el caso para introducir otro tema bastante más atrevido, interesante y cercano: qué libros o autores odiamos o nos «embotan», qué libros no podemos soportar, no hemos podido terminar. Un puñado de escritores valencianos responden a la pregunta.

Empezando por Manuel Baixauli, que detesta ese libro «que me trata de estúpido», es decir aquel en que el autor lo explica todo, lleno de clichés, que no deja vacíos, que no deja espacio para la inteligencia del lector: es decir el 90% de los bestsellers , la mala literatura. Baixauli abandonó a mitad ‘La sombra del viento’ , de Ruiz Zafón, e hizo santamente. Yo, pobre de mí, fui más imprudente, y aseguré que algunos de los autores que he encontrado más duros de digerir son alemanes, como Musil, el patriarca Goethe, y muy particularmente Nietzsche. Y añadí que «cuando los alemanes se ponen a hacer filosofía a través de la narrativa son muy pesados». Quién sabe si es culpa de las traducciones. Podría ser peor. Mi amigo Ferran Torrent también acierta cuando afirma que a menudo depende de la época en que hemos leído un autor: en tiempo pasado le gustó Forsyth, y ahora no puede con él. Y yo tampoco. Raquel Ricart explica que de joven no pudo terminar ‘Retrato del artista adolescente’, y luego, por pereza o miedo, nunca se ha atrevido con ‘Ulises’. Es una pena, Raquel: busca la versión de Mallafré, ve leyendo poco a poco y sin prejuicios, y ya me dirás el resultado. El juicio final de Martí Domínguez por el lado de la ideología: «Me desagradan de lo más los libros de Federico Jiménez Losantos, Alfonso Ussía, César Vidal, Pío Moa, etc., que además llenan los estantes de El Corte Inglés. Creo que toda esta tropa carpetovetónica ha sido nefasta para la concordia y la salud de nuestra democracia». Tiene tanta razón como los críticos de ‘Mein Kampf’. Xavier Aliaga no puede soportar ‘La sombra del viento’ , y menos aún ‘El código Da Vinci’. Yo tampoco, y me alegro. Y Josep Piera confiesa que durante muchos años le había tenido manía al ‘Quijote’, porque a la escuela se lo hacían leer en voz alta y si fallabas te castigaban. Lo que demuestra que el mejor libro puede hacerse odioso si uno se lo ha de tragar sin ganas. Y que, por el contrario, la mala literatura, sea de Hitler, de Dan Brown o de Ruiz Zafón, puede hacer millonario a un escritor. Dicho esto, espero que los lectores hayan pasado unos buenos días de Pascua.

EL TEMPS