Los premios Gramsci

Escribo este runrún sin haber visto la ceremonia de los Grammy. No sé si ningún pezón rebelde contravino las instrucciones que la CBS envió por e-mail a todos los participantes en la ceremonia. Es un texto francamente exquisito que deberían estudiar en las facultades como una muestra de la censura en los sistemas democráticos del siglo XXI. Un prodigio de claridad expositiva que no deja margen a la interpretación sobre qué puede salir por la tele y qué no. Como era de esperar, habla de glúteos y pechos femeninos adecuadamente cubiertos y llama la atención sobre los pezones con vocación excursionista, pero entra en más detalles. No se olvida de la cobertura de los canalillos (superior o inferior) ni de la parte baja de las ancas, allá donde el glúteo acaba en precipicio para reunirse con el muslo. Tacha los tirantes de problemáticos, así como los pliegues que se puedan formar en la parte inferior de un pecho por el rebote de la mama con la tabla abdominal. Y sobre la región genital especifica que no se tiene que ver ninguna hinchazón (no visible «puffy» bare skin exposure). Redactar los límites de la obscenidad es una labor ardua y desagradecida, porque los lectores tienden a tomárselo a la ligera, como un texto cómico. Los límites son siempre risibles. No hace tanto (y según dónde, aún hoy) una espalda desnuda o una pantorrilla ya provocaban muchas hinchazones. 

El correo que filtró Deadline.com contiene también un par de detalles no libidinosos. Por ejemplo, la prohibición de las camisetas con mensaje. Los posibles émulos epigramistas de Mònica Oltra o David Fernàndez, pues, tenían prohibido colar sus presuntos mensajes en la fiesta de los Grammy aunque les tapasen los pezones. De entrada, el correo prohíbe T-shirts con productos o marcas comerciales, pero también exige evitar la exhibición en el vestuario de cualquier causa (any organized cause) y eso incluye pins (or any other form of accessory). Finalmente, la maldición bíblica de Babel: «Foreign language on wardrobe will need to be cleared». Nada de mensajes en lenguas extranjeras. Recuerdo a Claudia Schiffer desfilando con unos arabescos que en realidad mostraban el nombre de Alá en vano. Recuerdo a Johnny Weissmuller parlamentando, semidesnudo en la jungla, con unos indígenas africanos que le amenazaban a gritos con rostro adusto pero que en realidad contaban chistes en suajili. Me imagino, finalmente, a un premiado de los Grammy que luce tatuada en la cabeza una frase de Gramsci. No una de las clásicas sobre la hegemonía burguesa, sino esa que escribió en La città futura: «In principio era il verbo… No, in principio era il sesso».

http://www.lavanguardia.com/opinion/articulos/20130211/54365267928/los-premios-gramsci-mariu-serra.html