Una única certeza

Cualquier asesor contratado en Melbourne, Los Ángeles o Toronto -para decir lugares donde estas cosas se tocan seriamente- aconsejaría al president Mas y a Junqueras que trabajaran mucho, gesticularan poco, no hablaran cada día ante las cámaras y, sobre todo, evitaran dar la sensación de que utilizan los medios para medir de manera infantil y obsesiva el nivel de desconfianza mutua. Este asesor extranjero también les diría que, si no se aplican contención, acabarán cansando al personal. Y quizás añadiría que, considerando la magnitud de la crisis y los enormes obstáculos que debe vencer el proceso soberanista, harían bien en evitar inercias y tacticismos de amateurs, así como debates constantes y miopes sobre fechas y preguntas de referéndums. Finalmente, les recordaría que se olviden un poco de las respectivas militancias (demasiado prisioneras de las ansiedades domésticas) y piensen más en los votantes.

 

El de Melbourne, Los Ángeles o Toronto cobraría una pasta por escribir estas recomendaciones de sentido común y, quizás por el mismo precio, haría constar que -más allá de los resultados del diálogo entre Madrid y Barcelona sobre el déficit y la tesorería autonómica- la gran idea fuerza del bloque soberanista frente a los partidarios de mantener Catalunya dentro de España es una única certeza: no volveremos nunca más al mundo del pujolismo y el ir tirando. No volveremos al mundo de ayer, para decirlo con un modesto homenaje a Stefan Zweig. Eso lo saben todos en Catalunya, incluso los dirigentes del Partido Popular y Ciudadanos, formaciones que querrían poner el reloj en 1977 y clonar a Tarradellas, que tan bien supo interpretar el guión escrito por Sánchez-Terán y otros por encargo de Suárez.

 

De hecho, el único consenso catalán del 100% es este diagnóstico. Las clases medias cabreadas, las élites empresariales nerviosas, los sectores al margen del catalanismo y todo el mundo que hoy vive y trabaja en Catalunya no dudan (o intuyen) que el viejo esquema de relación pujolista con Madrid es obsoleto y que no podrá ser reeditado de ningún modo. El gran apoyo social a un nuevo pacto fiscal en la línea del concierto de vascos y navarros -opción rehusada solemnemente por Rajoy- es producto de esta constatación, también por parte de los que quieren seguir siendo catalanes dentro de España.

 

Es cierto que Mas tiene un panorama más que complicado y que nadie le ayuda mucho. Y es cierto que muchos esperan el gran trompazo, a ver qué pueden sacar. Pero a los amigos del Madrid político, económico y periodístico se les debe explicar que -con o sin diálogo- no volveremos a la Catalunya de Pujol, pase lo que pase con Mas. El de Melbourne ya se ha dado cuenta. Por eso aconsejo a los colegas madrileños que, antes de anunciar la retirada soberanista, se tomen la molestia de hablar con catalanes que no usan el puente aéreo.

 

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