Cómo se conseguirá la independencia: cuatro itinerarios posibles

Habiendo superado la gran prueba del Once de Septiembre con la nota más alta que se pueda obtener y habiendo analizado las claves del debate de política general, ya podemos empezar a precisar los itinerarios que se podrán seguir para llegar a la independencia. Pero antes de dibujarlos, me gustaría hacer tres consideraciones previas que dan sentido a las fórmulas que describiré a continuación.

 

Primera.

El éxito del proceso de independencia se apoya sobre dos elementos tan decisivos el uno como el otro: la inmensa movilización cívica, pacífica y constructiva, por un lado, y la coincidencia en tiempo y espacio de personas como el presidente Mas, Oriol Junqueras y David Fernández, con sendos equipos y la gente que los rodea. Movilización en la calle y máxima inteligencia en las instituciones. Estos dos elementos son determinantes para conseguirlo. El uno sin el otro no sería capaz de ir más allá. Esto hay que tenerlo muy presente y que nadie pretenda hacer el papel de los demás. Hasta ahora ha funcionado.

 

Segunda.

El Estado español no se lo dejará hacer. Su sentido de propiedad -al estilo de los negreros esclavizadores- sobre Cataluña es absoluto. A veces les traiciona el subconsciente y dicen frases como ‘los catalanes…’, que dan a entender que nosotros somos un ‘ellos’ que no es su ‘nosotros’. ¿Verdad que me explico? Es decir, no tienen un sentido de integridad, sino de propiedad. Y este es más peligroso que el otro. ¿Recordamos eso de ‘la maté porque era mía’? Pues son capaces de calentarse mucho para evitar ‘por todos los medios que sean necesarios’ -Margallo ‘dixit’- la consulta del 9 de noviembre y, aún más, la independencia. Tienen un límite, que es la Unión Europea. Si bien no podemos esperar gran cosa de ella, es de suponer que no dejará reproducir escenas que nos remiten a un pasado muy, muy oscuro.

 

Tercera y última.

Se trata de una convicción. Que la independencia es inevitable. No conozco a ningún independentista que haya dejado de serlo, al igual que no se conoce ningún país que después de haberse independizado haya vuelto al estado anterior. Porque cuando catas la libertad te engancha y no la puedes dejar. Hemos dicho alguna vez que para hacer la independencia política como pueblo, antes cada uno de nosotros ha de independizarse mentalmente. Y esto ya va pasando: estamos en un estadio muy avanzado de esta independencia individual. De hecho, no hay alternativa a la independencia. Podría haber pasado que el pueblo no se hubiera alzado contra la injusticia y Cataluña se hubiera ido residualizando paulatinamente hasta la extinción. Pero no. Cataluña se ha alzado -sólo hay que ver los cientos de actos que se organizan cada semana, o la ‘V’ de la Diada- y sólo tiene una salida.

Hechas estas tres consideraciones previas -las dos claves del éxito, el sentido de propiedad del Estado español y la constatación de la única salida posible-, pasemos a ver cuáles son los itinerarios que pueden llevarnos a la independencia.

 

Itinerario prácticamente imposible.

Mañana se aprueba la ley de consultas y el presidente hace el decreto de convocatoria. El gobierno español presenta un recurso al Tribunal Constitucional. Como marca la ley, el TC suspende provisionalmente ley y convocatoria. Teniendo en cuenta la magnitud del asunto, en vez de dejar pasar los cinco meses de margen que tiene para pronunciarse, se reúne a principios de octubre para deliberar. La ley es plenamente constitucional y la acepta. La convocatoria bordea la inconstitucionalidad, porque hace una interpretación de la ley arriesgada, pero entendiendo que la política y la democracia deben prevalecer, el tribunal hace una interpretación flexible y rechaza también el recurso presentado. Entonces, la consulta del 9-N se puede hacer, se levantan todas las amenazas y comienza la campaña por el sí-sí, por sí-no y por el no. Se hace la consulta y el recuento da la victoria clara al sí-sí, tal y como pronostican todas las encuestas serias.

 

Itinerario improbable.

Aprobada la ley de consultas y convocado el 9-N, el gobierno español presenta recurso al TC. El tribunal, reunido de urgencia por la importancia del caso y la emergencia del calendario, da validez constitucional a la ley, pero tumba la convocatoria. Considera que la pregunta que se hace no tiene amparo en esta ley y no se puede meter en la constitución española. El presidente reúne a los partidos de la fecha y la pregunta y les propone cambiar la pregunta para esquivar la prohibición. Entonces tiene dos opciones. Primera: hacer un ‘tú ya me entiendes’ y preguntar por las avispas depredadoras asiáticas. Segunda: ‘¿Autorizas el gobierno de Cataluña a empezar una negociación política con el Estado español para establecer los mecanismos de un proceso de autodeterminación hacia la independencia? Sí o no’. Ambas fórmulas deberían ser aceptadas por el TC, pero harían prácticamente imposible la condición que pone el presidente Mas para dar validez a la consulta: que la respuesta sea incuestionable aquí, en España y en Europa.

 

Itinerario factible.

El Tribunal Constitucional suspende cautelarmente la ley y la convocatoria y espera los cinco meses de plazo para no tomar ninguna decisión. El gobierno español deja claro que no permitirá la consulta porque no tiene autorización y ha sido suspendida. Los partidos favorables a la consulta responden que la convocatoria y la ley han sido suspendidas temporalmente, pero no prohibidas ni anuladas. Y, en vista de esta situación, acuerdan de la consulta, poner las urnas en los colegios -no caigamos en la trampa de decir ‘las urnas en la calle’- y obedecer la ley catalana aprobada por un parlamento elegido democráticamente con un mandato incuestionable de consultar a los catalanes sobre la independencia.

En esta situación, hay que ver cómo se comporta el Estado español durante el periodo de campaña. Si se hacen debates en TV3, ¿cerrarán la televisión? Si se hacen actos de campaña, ¿se presentará alguien a impedirlos? Las acciones represivas podrían comenzar muy probablemente antes del día 9. Y, llegado el día señalado, habría que ver qué hacen los mossos d’esquadra. De hecho, serán ellos los que recibirán la instrucción judicial de llevarse las urnas. Y será el consejero de Interior y, en última instancia, el presidente quien deberá tomar la decisión. Es por esta cuestión que sería muy interesante que ERC entrara en el gobierno, lo que obligaría a rehacer el reparto de carteras. ¿No sería deseable ver a Junqueras haciendo de consejero y responsable de Interior? Responda usted mismo.

Entonces, habría que analizar en qué condiciones se han hecho las votaciones y encarar con las garantías democráticas mínimas pactadas previamente por los partidos pro-consulta. Si la votación cumple las garantías mínimas, se hace el recuento y se proclama el resultado. Si la votación ha sido torpedeada y no se ha hecho con garantías, se anula el escrutinio y, a la hora prevista del cierre de los colegios, el presidente Mas acompañado de los líderes de los otros partidos -recordemos la fotografía del 12 de diciembre de 2013- convoca las elecciones adelantadas con carácter plebiscitario a los dos o tres meses.

Tanto si se ha podido hacer el recuento como si se hacen unas elecciones, partiendo de la victoria del sí o del bloque independentista, comienza un período de negociación con la comunidad internacional y, en la medida de lo posible, con el Estado español para acordar los términos de la separación. La independencia propiamente dicha puede ocurrir al cabo de medio año (si no hay negociación) o de dos años (si la hay).

 

Itinerario extremo.

Comprobando la lealtad de los partidos pro-consulta a la ley catalana y a la soberanía declarada por el parlamento, España aplica las medidas más duras y contundentes que tiene al alcance: procesamiento del presidente, suspensión de la autonomía, retirada de urnas por los cuerpos de seguridad españoles, multas y detenciones a los voluntarios de la consulta, amenazas de inhabilitación a los funcionarios de la Generalitat que obedezcan las instrucciones del presidente, etc.

Reacción del movimiento independentista y de los partidos pro-consulta: resistencia civil no-violenta, recurso a las instituciones políticas y jurídicas internacionales, campaña por la proclamación unilateral de la independencia, mantenimiento del parlamento como asamblea constituyente con los diputados leales a la declaración de soberanía, etc.

El conflicto tomaría unas dimensiones difíciles de prever y tendría una única salida posible: la mediación internacional. Este proceso debería conducir a una solución innegociable por la parte catalana: la convocatoria de un referéndum sobre la independencia aceptado por el gobierno español. Cualquier otra salida abriría la puerta a una escalada del conflicto que la comunidad internacional no puede permitirse y me da la impresión de que España tampoco. Después de haber pasado por una situación tan extrema como esta, el resultado del referéndum con mediación internacional sería favorable a la independencia en proporciones de 85 a 15.

 

Conclusión

Evidentemente, todos estos itinerarios son una simplificación obligada por cuestiones de espacio y de tiempo. En cada una de estas hipótesis podrían dibujarse ramificaciones infinitas. El ejercicio de ensayar estas posibilidades me parece bastante necesario para aceptar esta simplificación consciente. Sea como sea, no se debe romper nunca la fórmula del éxito: la combinación de la fuerza del movimiento cívico y la inteligencia demostrada de los representantes independentistas. Y recordemos: quien prueba la libertad no quiere volver nunca más a la esclavitud. ¿Es que los catalanes somos diferentes?

Pere Cardús
VILAWEB