Las concreciones

La principal consecuencia del paso del catalanismo al independentismo como vector mayoritario de nuestra sociedad es que los dirigentes políticos están obligados a concretar. Si durante casi ciento cincuenta años el ideal se difuminaba en una vaga reivindicación de mejora del autogobierno y de normalización lingüística y cultural, el nuevo giro que han conferido los acontecimientos obliga a los representantes a especificar qué proponen para llegar a la plena soberanía y, en esta tesitura, cada vez son menos legítimas las ambigüedades y las dilaciones. Si de verdad se quiere la independencia, hay que actuar como lo han hecho otras comunidades nacionales que han alcanzado este objetivo en circunstancias análogas (en nuestro caso, de manera unilateral contra un Estado hostil que no escucha razones democráticas) para acabar convirtiéndose en nada menos que un nuevo sujeto de derecho internacional público reconocido por los otros estados. A pesar de todos los avatares de la etapa autonómica, las dobles y triples lecturas, los mensajes cifrados y el discurso del «tú ya me entiendes», la acción política independentista concreta no empezó a revelarse hasta que a un concejal de Arenys de Munt, Josep Manel Ximenis, se le ocurrió en la primavera de 2009 impulsar una consulta popular sobre la independencia en su municipio que sería el principio de las olas de consultas que se celebrarían hasta abril del 2010 por todo el país. Ese mismo año 2010, tras la devastadora sentencia del Tribunal Constitucional español sobre la reforma del Estatuto, la acción política independentista concreta se trasladó por primera vez al Parlamento, cuando Solidaritat Catalana obtuvo en las elecciones del otoño cuatro escaños con la declaración unilateral de independencia en el programa. En 2011 los diputados de Solidaridad cumplieron con el compromiso electoral presentando una proposición de ley de declaración de independencia que no fue tomada en consideración porque la mayoría del grupo de CiU se abstuvo. A partir del otoño de 2012, cuando el fracaso del pacto fiscal y la presión popular abocan al presidente Mas a abandonar el autonomismo y a apostar por el derecho de decidir, la nueva mayoría surgida de las elecciones celebradas aquel noviembre asume una apertura formal del proceso que pide una nueva concreción: una consulta sobre la independencia en todo el Principado organizada desde la Generalitat. Como es sabido, los términos «Estado independiente» son pactados hace un año en relación con una pregunta (la segunda de una doble pregunta encadenada) que se sometería a votación a la ciudadanía el 9 de noviembre de 2014, iniciativa que finalmente se vería consumada con un proceso participativo que exigiría la desobediencia de Mas.

Así, lo que se reclama ahora a los partidos políticos que apoyan el proceso es que se prosiga con la concreción, que se visualicen los mecanismos que permitirán ejecutar a corto plazo lo que muchos otros han hecho antes que los catalanes y que en 2010 sólo defendían, aunque con premonición, grupos minoritarios: la declaración unilateral de independencia. Por lo tanto en la negociación entre CiU y ERC son secundarios todos los elementos que hasta ahora trascienden a la opinión pública: la llamada lista única, el avance electoral o la aprobación de unos presupuestos de una comunidad autónoma de régimen común. Lo decisivo son los acuerdos sobre las estructuras concretas que permitan materializar con éxito la ruptura con España. ¿Cómo obtener los recursos para financiar la transición hacia el nuevo Estado? ¿Cómo asegurar la obediencia a la legalidad catalana por parte de la población en el momento decisivo? ¿Qué estrategia diplomática a adoptar para conseguir el reconocimiento del nuevo Estado? ¿Qué medidas sobre circulación de personas, mercancías y capitales se tomarían para afrontar una eventual primera reacción contraria en la Unión Europea ante un gesto unilateral? Estas son algunas de las preguntas que se formulan cuando la voluntad independentista empape realmente la intención de los dirigentes que quieren liderarla.

EL PUNT – AVUI