La peligrosa banalización del franquismo y la persecución del catalán

Fue en un ya lejano 1993 cuando el Abc hizo una portada con el siguiente titular: «Al igual que Franco pero al revés. Persecución del castellano en Cataluña». Hacía pocos meses que CiU había asegurado la estabilidad parlamentaria a un Felipe González en horas bajas y la derecha quiso avivar el conflicto lingüístico para sacar rédito político. El problema, sin embargo, es que 22 años después estamos donde estábamos. Esta misma derecha continúa banalizando la persecución que sufrió el catalán durante el régimen franquista, que es lo mismo que banalizar la dictadura entera, hasta el punto que el ministro José Ignacio Wert piensa que la situación del castellano hoy en Cataluña es comparable a la del catalán «en aquellos tiempos que tanto les gusta recordar», para decirlo en sus propias palabras. La afirmación, aparte de ser una auténtica tontería sin ningún fundamento histórico, es el mejor síntoma del fracaso de la Transición en lo que debía ser uno de los pilares básicos de la convivencia en democracia: el reconocimiento, por parte de todos los actores políticos, de los estragos del franquismo, en aspectos tan básicos como las víctimas humanas o el intento de genocidio cultural de las lenguas que no fueran el castellano. No se trata en ningún caso de hechos opinables: del mismo modo que hay miles de cuerpos enterrados en las cunetas, miles de testigos de torturas o vejaciones, hay miles de fuentes documentales que acreditan el plan de aniquilación lingüística y cultural decretado por las autoridades franquistas contra las culturas catalana, vasca y gallega. Hoy en ARA nos vemos obligados a recordar los ejes básicos de la represión franquista contra la lengua catalana para que las nuevas generaciones no caigan en la tentación del olvido o en el relativismo del ministro de Educación y [sic] Cultura. Y no lo hacemos para alimentar ningún victimismo ni para justificar la actual política lingüística. Haber sufrido la negación de la propia cultura no nos daría derecho a actuar de la misma manera contra nadie, y menos aún contra una cultura y una lengua tan cercanas como la castellana. El objetivo es precisamente evidenciar que no hay ningún punto de contacto entre la situación actual del castellano en Cataluña y la que sufrió el catalán durante el franquismo, especialmente en sus primeros 25 años, hasta 1964.

Es una evidencia que en cualquier país del mundo una afirmación falaz como la de Wert habría supuesto la destitución inmediata. No ha sido así. El PP banaliza el sufrimiento de la población catalanoparlante que tuvo que soportar humillaciones y castigos para hablar su lengua, de la misma manera que se resiste a admitir el carácter criminal de la dictadura, y demuestra así que la frase de Ovidi Montllor que hoy reparte el diario en un adhesivo, pronunciada durante la Transición, es plenamente vigente.

ARA