Lluís Llach: ‘Quien tiene que demostrar que es independentista ahora no es Convergencia’

Entrevista al diputado de Juntos por el Sí sobre la confianza con la CUP, las críticas al avance del proceso, el proceso constituyente participativo y las elecciones españolas

Bajo los cocoteros en el parlamento, después de años de ser una de las voces cantadas por el pueblo. Lluís Llach tiene un papel determinante en el proceso de independencia como diputado de Juntos por el Sí. Especialmente, después de la muerte de Muriel Casals, cuando asumió la presidencia de la comisión parlamentaria del proceso constituyente. Pero también porque ha sido un puente entre las familias del independentismo. Esta función, ahora que el presidente Puigdemont ha dicho a la CUP que los mejores puentes son los que no se dinamitan, ¿ha quedado intacta? ¿Continúa haciendo este papel el cantante de Verges? Y ¿tiene la misma mirada sobre la CUP que tenía hace unos meses? Le hemos preguntado todo esto, pero también cómo se articularía el proceso participativo constituyente, qué deben hacer los independentistas el 26-J, si el camino es la desobediencia, y qué opina de la desconfianza de algunos sectores del independentismo con el trabajo institucional que se hace. Y muchas cosas más le hemos preguntado. No ha esquivado ninguna pregunta. Bueno, una y basta. Y ha dirigido una petición a todos los que lean esta entrevista.

 

-Tenemos atascado el proceso?

-Atascado no. Hay un punto de inflexión y de reflexión. Pero no está atascado porque el grupo parlamentario, el gobierno y el presidente -con quien he podido hablar un rato- tenemos claro que todo sigue adelante y nadie se detiene. La hoja de ruta es la misma. Nadie deja de trabajar y de preparar todo lo necesario para hacer la independencia. Punto de inflexión y reflexión, sí, porque estos meses hemos aprendido cosas y hay unos cuantos axiomas que, si no cambian o se articulan de una manera diferente, no podremos continuar de la misma manera. Ya es todo bastante difícil. No es necesario que haya algunos que lo hagan aún más complicado. La decisión del presidente Puigdemont de presentar la cuestión de confianza es inteligente y de fuerte carácter democrático. Cada día nos acercamos más a una república en los comportamientos democráticos. Ahora tenemos una oportunidad para que cada uno repase qué hemos hecho, cómo lo hemos hecho y cómo lo debemos encarar para poder seguir el trayecto previsto con determinación.

 

-Diría que no pensaba que la CUP mantendría la enmienda a la totalidad…

-No lo pensaba. Fue una sorpresa. Hasta cinco minutos antes no me lo podía creer. No exagero. No me lo podía creer. Prefiero la CUP de Girona. Digo la de Girona porque parece que hay más de una CUP. Prefiero la gente que conozco de la CUP de Celrà, Verges… los de mi grupo geográfico. Y no me lo podía creer. No me lo podía creer no sólo por los pactos hechos. Por mucho que un grupo funcione con mecanismos particulares, todo el mundo sabe que los compromisos se deben cumplir y que el primer punto del acuerdo que implicó el sacrificio generoso de Artur Mas es muy claro. No podía imaginar que la ley más importante del año -con implicaciones económicas y para las necesidades más elementales de la gente- sería un motivo para romper la lealtad parlamentaria de un compromiso tan claro. Tampoco lo entiendo desde una perspectiva de izquierdas.

 

-¿Qué quiere decir?

-No es de izquierdas decir a la gente y a los mismos votantes que se han tirado a la basura más de mil millones. De los que más de ochocientos eran para cuestiones sociales y el resto debían servir para aspectos muy importantes del camino hacia la independencia. No sólo se han malbaratado. Los dirigentes de la CUP sabían perfectamente que, si no aprovechábamos ese dinero, iban directamente a satisfacer las diarreas sádicas del señor Montoro. El error es dantesco. No encuentro otra palabra para definirlo. Y el movimiento que hace a continuación el presidente Puigdemont es rápido, inteligente, moderno y republicano.

 

-En la campaña del 27-S se decía que votar JxSí y la CUP eran dos formas de votar la independencia. Usted tuvo un papel importante al transmitir este mensaje desde Juntos por el Sí…

-Visto desde ahora, decir que votar JxSí y la CUP era lo mismo fue un error. Ya lo reconozco. Visto el funcionamiento de la CUP, aquello fue un error. Pero entonces yo no sabía que pasaría esto. Esta voluntad de una mayoría del país de ir todos hacia una misma dirección ha hecho que todos los partidos se hayan tenido que reciclar. En el momento de la campaña, un presidente como Artur Mas, que había hecho gestos indudables y de gran mérito hacia la independencia, podía haber gente que no lo quisiera votar desde una mirada de izquierdas. Y además, se ha ido repitiendo esta cantinela que Convergencia no es suficiente independentista. Mira, quien debe demostrar que es independentista actualmente no es Convergencia. La pregunta ha cambiado de bando. Recuerdo que en aquellas elecciones había gente que decía que nos votaría a nosotros pero que prefería votar a la CUP para asegurar que se iba hacia la independencia. Yo he visto más de una señora tirándose de los cabellos ahora por Torroella… E insisto que en la CUP hay gente magnífica con la que tengo muy buena relación, confianza y amistad.

 

-Lograrán superar esta cuestión de confianza?

-Yo me imagino que sí. Habrá nuevas variantes. Nos tendremos que plantear todos dónde estamos y cómo lo hacemos. La gente de la CUP debe reflexionar. Nosotros, también. Y también deben hacerlo la gente de Cataluña Sí se Puede. Están en el parlamento y están muy pendientes del resultado y las alianzas de las elecciones españolas. A ver cómo nos encontramos de aquí a septiembre. También existe esta nueva idea del RUI, que la ANC mirará si sus socios quieren poner sobre la mesa. Ya veremos dónde estaremos. Si tenemos que hacer alguna variación en la hoja de ruta, hagámosla. Pero debemos saber qué ganamos y qué podemos perder. Debe haber las herramientas apropiadas y no se puede improvisar ni tomar decisiones sin razonar. Y ahora todo esto es especulación.

 

-¿Hay desconfianza de la sociedad civil con su trabajo?

-Este movimiento lo ha impulsado la gente desde la calle. Las instituciones políticas han intentado ser fieles al clamor de la ciudadanía. Nosotros hemos hecho lo que hemos podido para cumplir el mandato del 27-S. Y lo vamos haciendo aún ahora. Estamos donde teníamos que estar. No vamos lentos. Pero si la sociedad civil o la ANC consideran que no hacemos tanto como podemos, tienen todo el derecho de pensarlo. Y les escucharemos.

 

-Una crítica que se hace es que no se han hecho gestos de desobediencia…

-Eso es absurdo. El 9-N fue una desobediencia muy importante. La más importante que hemos hecho. Y hay muchas maneras de desobedecer. Una es la aparatosa y la otra es la que me parece más inteligente: cambiar un acto de desobediencia de enfrentamiento por un acto de desobediencia de creatividad democrática. Yo creo que es una de las grandes aportaciones que hace el movimiento independentista. Seguro que muchos politólogos de media Europa nos observan por ello.

 

-¿Quiere decir que hace falta más creatividad que golpes de pecho?

-Con un Estado en contra durante seis años, hemos inventado maneras de hacer un camino que ha desbaratado el Estado español. Tenemos las cancillerías europeas pendientes de nosotros, a base de creatividad democrática y de ganar espacios de libertad colectiva. Me interesa mucho más que, frente al Tribunal Constitucional que hace la animalada de liquidar la ley de pobreza energética y perjudicar a la gente con más dificultades, haya un presidente que reúna todas las instituciones y agentes sociales de todos los colores. Y entonces cada uno hace su pedacito de desobediencia para poder dar el mejor servicio a la gente necesitada. La consulta del 9-N fue un acto de desobediencia fastuoso.

 

-Algún día habrá que hacer la ruptura…

-No digo que en un momento determinado no se tenga que desobedecer. Pero lo más importante es que esta maquinaria que nos hemos puesto en marcha, que somos un parlamento independentista con mayoría absoluta y un gobierno independentista, por el camino no pierda las herramientas para actos de desobediencia que pueden ser espectaculares pero que desmigajan nuestras capacidades de actuar y de avanzar. ¿Por qué han de inhabilitar a Carme Forcadell antes de tiempo? Si la han de inhabilitar, a ella o al gobierno o a mí, que sea por algo importante. En conclusión: desobediencia, sí, pero cuando sea necesario y nos convenga. Y sobre todo, hay que ir ampliando y encontrándonos en este espacio de dignidad democrática ejemplar, de pacifismo, de sonrisa de Muriel Casals. Y vamos avanzando y superamos las dificultades de un Estado que tenemos en contra. En una sociedad que es capaz de ser creativa democráticamente, los habitantes dejan de ser súbditos y pasan a ser ciudadanos. Este es el gran tesoro.

 

-Ahora ha hablado de Muriel Casals. Y le ha tocado sustituirla en la comisión del proceso constituyente. Ya no es el ‘florero de adorno’ de Juntos por el Sí. ¿Hace el papel de bisagra y de crear un buen entendimiento?

-Trato de hacer este papel. Pienso que no he venido al parlamento por mi saber de legislación política, económica ni de ningún tipo. Me gusta mucho la imagen del ‘florero’, que la gente desprecia, y yo la reivindico. Porque entrar en una habitación y encontrar un buen jarrón con flores es muy importante. El buen aroma… La buena armonía… Yo debería tratar de hacer este papel y procuraré hacerlo mientras me sea encomendado. Pero también tengo que decir una cosa: en este aspecto no podré sustituir nunca a Muriel. Porque ella representa más que nadie el carácter de Juntos por el Sí y de todo el movimiento que comenzó en la calle. Ha sido Muriel. Va más allá de la cuestión semántica de su militancia, su lucha y responsabilidad. Llegaba a su imagen física. Ella era la representación y la síntesis de lo que nos ha pasado como pueblo.

 

-También es el representante de este espíritu cívico y de revuelta sonriente…

-A ver. Lo explico así… Yo estaba bajo los cocoteros escribiendo libros y haciendo andar una ‘fundacioncilla’ para ayudar a alguna gente. Y, de repente, contradiciendo todas mis previsiones vitales, me puse de cabeza de lista de Girona para servir. Si algún día veo que no sirvo, volveré bajo el cocotero a ayudar a las personas a quien ayudaba y a vivir el tiempo que me quede de vida. Lo veo clarísimo. Pero mientras pueda servir, estaré aquí.

 

-Como presidente de la comisión del proceso constituyente, ¿se ocupará de impulsar el proceso participativo y popular que aún no ha empezado?

-De entrada, sí. A la larga no me tocará a mí. Pero dar el empuje inicial sí que es una de las tareas que tengo encomendada. Ahora hemos empezado a escuchar a expertos de muchos países y de nuestra casa. Y más adelante se abrirá este espacio de debate, de aportación y de opiniones. Antes de comenzar este proceso social, debemos estructurar y preparar muy bien el grupo que lo coordine. Debe ser un espacio muy rico, pero lo tenemos que hacer bastante claro y comprensible para que se pueda gestionar. Pediremos la participación de gente que ya ha ido impulsando iniciativas, como los de Reinicia, Constituïm, Juristas por la Independencia, Drassanes… y constitucionalistas, que los hay muy buenos. Hay que compactar una metodología y un protocolo de funcionamiento que nos permita activar este despliegue de país. Yo tenía la idea de que el Once de Septiembre sirva para marcar el comienzo de todo este proceso. Pero el sentido de la movilización depende de la ANC y Dios me libre, de ponerme a ello.

 

-Hay muchas esperanzas puestas en esta fase como momento para ampliar el apoyo a la independencia. ¿Cuenta con los ‘comunes’?

-Tenemos que ganar sectores y que ellos nos ganen a nosotros. El objetivo es debatir, enriquecernos y crecer. Tenemos que hablar del país que queremos. Imaginarlo. Dibujarlo. Debemos definir los valores republicanos del nuevo Estado. Y lo tenemos que hacer entre todos. Sin exclusiones. Y si no llegamos a la independencia, será un trabajo que también habrá servido para definir el país que tenemos que ir construyendo. Es importante que participe todo el mundo.

 

-Deberían querer participar en él incluso los que son unionistas.

-Evidentemente. Supongo que sus conveniencias políticas los llevarán a no sumarse. Pero también les esperamos. Y corren su riesgo si no participan. Ya lo veremos. Será una oportunidad muy buena para definir una república donde la gente que se sienta nacionalmente española pueda realizar su ciudadanía mejor que en España. Debemos ser capaces de hacer esto. Una república del siglo XXI-XXII. Porque aunque pagamos las consecuencias de vivir en estados constituidos, pensados y solidificados en el siglo XIX.

 

-¿Y en Juntos por el Sí hay paz?

-Sí. Sí. Corto.

 

-Germà Bel dio un grito de alerta hace unos meses…

-Sí, dio un grito de alerta en cuestiones de dirección y coordinación. No en temas de disputas partidistas. Soy testigo de ello, porque por no sé qué razón estoy en la dirección del grupo parlamentario. Germà Bel tiene una capacidad intelectual crítica espectacular -incluso demasiada [risas]-. Cuando las cosas van bien y derechas, dice: ‘¿Seguro que no deberíamos dar alguna vuelta para llegar allí?’ Es un personaje muy particular que en lugar de mirar siempre recto mira de lado. Quizás es la mejor manera de mirar recto. Él quería que el funcionamiento del grupo fuera más eficiente. Y se lo agradecemos mucho porque aquello funcionó. No había división, ni discusión ni disputa ideológica. Se han hecho pequeño cambios que han funcionado muy bien.

 

-Así que no hay disputas…

-Mire … Cuando hicimos eso de Juntos por el Sí, todos sabíamos donde íbamos, ¡eh! Nadie se chupaba el dedo. Sabíamos que renunciábamos a una parte de las creencias más íntimas para hacer este camino conjunto hacia la independencia. Estábamos seguros de que, si no estábamos todos, no podíamos hacerlo. Por tanto, en Juntos por el Sí esta renuncia es absoluta. No hay ningún tipo de problema.

 

-¿En determinadas cuestiones hay opiniones diferentes?

-Lo tenemos muy claro: cuando el programa electoral habla de un tema, vamos todos juntos; cuando el programa no dice nada, cada uno vota lo que cree. Y eso no lo vivimos como un problema. Pero cuando votamos diferente, los titulares hablan de división. Lo que para nosotros es una alegría porque podemos votar lo que creemos, algunos lo presentan como una división. Nosotros vamos juntos. Yo no puedo jurar, pero le prometo que no hay ningún problema dentro del grupo parlamentario.

 

-Y en las elecciones españolas que deben hacer los independentistas?

-Votar Independencia. No tengo ninguna duda. Votar una de las dos candidaturas que defienden la independencia. La abstención sólo favorece a los unionistas. Hay que votar Juntos por el Sí. A cualquiera de los dos partidos de Juntos por el Sí que se presentan. En Madrid tenemos que tener gente que defienda nuestros intereses mientras hacemos camino hacia la independencia.

 

-¿Y Lluís Llach dirá qué votará?

-No.

 

-La inmersión en la política institucional desde bajo los cocoteros ha sido intensa. ¿Volvería si pudiera volver atrás?

-Sí, Sí, sí. Sin duda. Hay momentos en que me escapaba corriendo. Prácticamente cada día. De vez en cuando, llamaría: ‘¡Un helicóptero, por favor!’ [risas]. Pero no. Es un momento excepcional que es la primera vez que se nos presenta en la historia. Lo hemos aprovechado. Tenemos la mayoría absoluta independentista en el Parlamento y tenemos esta sociedad que cada día ha sido más mayoritaria. Y esperamos que continúe alimentando el proceso. Porque el motor de todo esto es la gente que se moviliza y que se mueve cada día. Yo volvería a repetir. Seguro que sí.

 

-¿Qué pediría a esta gente que se ha movilizado?

-Que tuvieran una confianza más astuta. Una confianza más astuta en relación con el gobierno y con el parlamento. Hay que tener en cuenta que los medios de comunicación que tratan esta cuestión de manera neutral o con simpatía son escasos. Y las informaciones que llegan a la gente a través de televisiones, radios y periódicos son mayoritariamente contrarias y partidistas. Y hay que observar que diarios como El Periódico o La Vanguardia son de un unionismo recalcitrante. Me gustaría que la gente tuviera una confianza más astuta en esto que hacemos en las instituciones. Estamos donde teníamos que estar. No hacemos ninguna parada. La cuestión de confianza del presidente es una dinamización para recuperar la fuerza y no es ninguna rendición. No nos rendiremos. Ni Puigdemont, ni Junqueras, ni yo, si es necesario que me ponga, no nos rendiremos.

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