RUI vs DUI

Por fin aparece Cataluña en un debate de televisión entre las principales fuerzas parlamentarias del Estado y lo hace para escenificar la fuerza y la voluntad del «no» al derecho de los catalanes a la autodeterminación. El nacionalismo español de derechas y el de izquierdas renovaron su voluntad unitaria jacobina con el aplauso del catalanismo hispánico de Rivera, encantado de encontrar un eco tan favorable.

Incluso Podemos aclaró sus propuestas catalanas, que tanta confusión han causado en el Principado, donde los votantes de En Común Podemos no tienen claro exactamente qué estarán votando. El lunes lo pudieron ver: estarán votando a favor de un referéndum que se realizará en toda España y que tampoco es evidente que se haga, porque no será línea roja en las negociaciones para la formación de un gobierno nacional español. Es decir, que no estarán votando nada.

Parece que ha llegado el momento de la confusión. Suele pasar en los trayectos prolongados y difíciles. Tras el No de la CUP a los presupuestos de la Generalitat y, sin duda, como medida para no quedar encajada en un papel de aplasta guitarras por una sola causa, la organización asamblearia ha decidido ampliar y profundizar los motivos de la discrepancia y darle mejor envoltorio. Además de seguir gobernando con presupuestos prorrogados y, por tanto, desajustados a los objetivos perentorios que el gobierno quiere alcanzar, es preciso acelerar la hoja de ruta para que no haya desfallecimiento. ¿Cómo? Mostrando la clara e inequívoca voluntad de avanzar hacia la independencia. ¿No se acusa a la CUP de no querer la independencia en el fondo, razón por la cual se rechazaron los presupuestos? Pues ahora debe quedar patente quién es quién en la vía independentista. Quien quiere la independencia y quien la finge.

¿La fórmula? Que se organice un referéndum unilateral de independencia (RUI) ya. Déjense las autoridades de planificar una declaración unilateral de independencia (DUI) y pronúnciense por el RUI. El caballo de batalla se llama ahora RUI. Siempre hay que tener un caballo cuando se quiere ir a la batalla y este cumple la función de clarificar las cosas y poner a cada uno en su sitio. La CUP no es el furgón de cola del tren de la independencia, sino la locomotora.

Sobre todo cumple la función de prolongar la práctica de la extorsión frente al gobierno independentista de la Generalitat, a base de ponerlo en la incertidumbre de tomar una decisión que lo enajene de una parte importante de su apoyo social. La independencia es un objetivo del conjunto de la sociedad catalana. Transversal se dice ahora. No sólo de sus sectores más radicales o combativos que no por serlo tienen necesariamente que ser los más sinceros. También lo es de aquellos otros que tratan de conseguir los cambios políticos y sociales no por la confrontación sino por la reforma y la transición poco a poco.

Un RUI y un RUI inmediato tiene todos los elementos de una ruptura súbita, una algo que no se concilia con la fórmula reiteradamente invocada por Puigdemont de ir «de la ley a la ley». Un RUI implica un salto al vacío en el que, sin duda, se podrá saber quién está dispuesto a todo para conseguir el objetivo de una vez y quién prefiere hacerlo poco a poco. Es como un procedimiento de prueba de limpieza de sangre patriota. Pero estratégicamente no parece lo más acertado. Por el contrario, presenta tal cantidad de riesgos que bien puede entenderse como una maniobra más de extorsión con el fin último de que descarrile el proceso. El perfil de la buena conciencia se alza frente a la lentitud de todo procedimiento pragmático.

Está claro que un RUI lleva a la confrontación directa con el Estado en una situación de ilegalidad que será muy difícil explicar en el exterior, ante la comunidad internacional de la que, en muy buena medida depende el proceso. Por el contrario, una DUI, siendo tan ilegal como el referéndum, tiene un ámbito judicial natural en el que se puede sustanciar de inmediato, que es la Corte Internacional de la Haya. En lugar de una confrontación directa en las calles, una escalada de acción/reacción entre el Estado y Cataluña estaremos en un terreno en el que ambas partes, teniendo sus derechos reconocidos, podrán aducir sus argumentos ante un órgano imparcial.

No hay color.

EL MÓN