Los seis equilibrios complicados pero decisivos

Cuando Joan Carretero definió el primer tripartito como un Dragon Kahn, el proceso de independencia tal como lo entendemos ahora no existía todavía. Pero no sería nada desafortunado el recuperar aquella metáfora para describir cómo van las cosas ahora. Los factores externos que podían alterar las hojas de ruta y los ritmos hacia la independencia ya se daban por descontados. Eran muy esperados y no deberían sorprender a nadie. Los factores internos son más sorprendentes y difíciles de digerir. Y sin embargo, cualquiera que haya explorado un poco la historia del país ve a distancia que estos factores internos no son ninguna rareza ni ninguna novedad.

Si observas con detenimiento el avance de las vagonetas de la montaña rusa soberanista, te das cuenta de que hay unos equilibrios que son determinantes para llegar enteros al final del trayecto. He identificados seis que me parecen decisivos.

Equilibrio primero. La sociedad catalana, por razones diversas que ahora no es pertinente analizar, es una sociedad muy crítica. El hecho de haber tenido que remar siempre con viento de cara y con las instituciones en contra la ha hecho un poco desconfiada con el poder, por pequeño que sea. Esto tiene aspectos muy positivos, sobre todo desde una perspectiva liberal. Pero en determinados momentos también puede ser un inconveniente. El espíritu crítico es bueno por definición. Pero es muy difícil que sea positivo y constructivo si no va acompañado de una buena dosis de confianza. Una confianza que el momento exige y que debe permitir avanzar algunos aspectos de la desconexión que se deben preparar con discreción y silencio. Crítica y confianza.

Equilibrio segundo. Estos años que han hecho del independentismo el movimiento mayoritario de Cataluña han demostrado la gran capacidad innovadora de la sociedad (observemos los Once de Septiembre, por ejemplo) y de las instituciones y algunos políticos. Parece que la independencia es como el agua, que busca el camino para seguir avanzando cuando topa con cualquier tropiezo. Cada obstáculo se ha superado con una nueva propuesta mejor que la anterior. La creatividad ha sido una marca de la casa. Sin embargo, para poder avanzar con pasos firmes y dar una imagen seria en el mundo hace falta también preservar un cierto grado de estabilidad. No todo puede ser improvisado y hay que buscar trazas comunes para avanzar este trabajo que no se puede parar nunca. Creatividad y estabilidad.

Equilibrio tercero. Más o menos todo el mundo convendrá en identificar la diversidad como uno de los factores que han hecho crecer el apoyo a la independencia. Todas las familias ideológicas, prácticamente todas las formas de pensar, tienen los referentes en forma de partidos y organizaciones independentistas. Casi nadie queda excluido del independentismo por razones de pensamiento. Digo ‘casi’ porque el independentismo no quiere fascistas ni totalitarios de ningún tipo. Dentro de las ideologías democráticas, todos tienen un lugar. Y esta diversidad es la clave del éxito. Transversalidad, lo llaman. Y esta riqueza, para poder llegar a buen puerto, se debe combinar en un equilibrio muy complicado con la unidad. Con el sentido común de dar los grandes pasos y tomar las grandes decisiones con unidad. Diversidad y unidad.

Equilibrio cuarto. El famoso ‘tenemos prisa’ hizo fortuna hace ya varios años como eslogan del independentismo más activo. Más allá del sentido inicial, la prisa es compartida por todos los independentistas cuando observamos las carencias económicas y los problemas para atender a la ciudadanía con la dignidad que se merece. Tenemos prisa para poder atender dignamente a las personas más necesitadas en el mismo momento en que las empresas del país crecen, son más productivas y aportan más riqueza a la comunidad. Hay prisa y urgencia porque hay un Estado que impide que se atienda a nuestra sociedad con dignidad. Y, a la vez que existe esta prisa, la voluntad de ampliar el apoyo a la independencia aconseja realizar la desconexión con ciertas garantías de seguridad. La inseguridad jurídica, por ejemplo, podría hacer que en el momento de la verdad hubiera un grueso importante de población que se echara atrás. No es un equilibrio fácil. Quizás es el más complicado. Prisa y seguridad.

Equilibrio quinto. ‘Se hace camino al andar’, decía el poeta. Y quizás tenía razón. Dicen que el debate sobre cómo debe ser la Cataluña del futuro o el Estado independiente es una de las vías para incorporar nuevos independentistas al proceso. El ejercicio de pensar, dibujar y debatir el país que queremos puede hacerlo más real, más factible, más cercano. A la vez, para dar pasos históricos, los países necesitan un consenso político bien trabado. El debate puede abrir grietas que ahora todavía no existen. Puede originar distanciamientos entre independentistas que piensan de maneras diferentes. Las lenguas oficiales, el ejército, el modelo de economía, el tipo de gobierno… Todos estos temas pueden abrir heridas. Sumar gente dibujando el país sin romper los consensos mayoritarios es otro equilibrio que hay que hacer en adelante. Debate y consenso.

Equilibrio sexto y último. La potencia del proceso ha sido la movilización ciudadana descomunal de estos últimos años. La fuerza del independentismo ha sido la gente. El motor que lo ha hecho avanzar todo ha sido la calle. Y así debe continuar. No se ha llegado a este punto para aflojar ahora. Y es cierto también que el testigo del proceso lo llevan ahora las instituciones. Especialmente, el parlamento y el gobierno. Tienen un mandato y lo han de cumplir. La calle ha hecho su trabajo con excelencia. Carme Forcadell y Muriel Casals metieron simbólicamente el clamor de la calle en las instituciones el 27-S. La calle no puede aflojar, pero el parlamento y el gobierno deben ejecutar los próximos pasos decisivos. Otro equilibrio que no puede fallar. Calle e institución.

Sí. Somos una nación. Y también somos un equilibrio. O unos cuantos. Y sería bueno que todo el mundo fuera consciente y actuara siempre tratando de no romper estos equilibrios. Es un tipo de responsabilidad colectiva que se debe respetar si se quiere llegar a buen puerto. Y quien la rompa, demostrará que tiene otras prioridades. No lo permitamos.

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