La perra que parió esto

Nada ha cambiado. Y esta es la gran lección del 26-J. Parecen unas elecciones pensadas y hechas para enviar a los catalanes un mensaje bien claro: ‘No hay nada que hacer. Abandonad toda esperanza. Nada que reformar’. Y esto, lejos de convertirse en una anestesia, es una inyección de energía y de futuro magnífica. Hay que decir que algunos de los abnegados defensores de las posibilidades reformadoras imposibles ya han empezado a entender el mensaje.

Es cierto que el independentismo no ha logrado un gran resultado en estas elecciones. No debe extrañar a nadie, porque, si hemos de ser sinceros, el independentismo tiene muy poco que ofrecer en unas elecciones para escoger los gobernantes de España. La radicalidad (en el sentido primero de la palabra) independentista llevaría a no participar, en estas elecciones. Hay razones de peso que han valido para ir a las mismas. Pero es evidente que no son el medio apropiado para la propuesta independentista, porque la pregunta es: ‘¿Quién quieres que gobierne el Estado español?’

Ahora, a pesar del mal resultado -lógico y previsible del independentismo (aún más lógico y previsible por el error enorme de ir dividido), el 26-J ha sido una gran noticia para el proyecto del soberanismo. La constatación de la España irreformable -¡ojo!, porque democráticamente no se quiere reformar, ¿y quienes somos nosotros para decir qué debe hacer?- es un letrero verde que da paso y dice: ‘Hazlo tu, que aquí ya estamos bien como estamos’.

El independentismo haría bien en abrir puertas y ventanas ahora para tomar aire y para que entren sin reproches ni recelos quienes hayan entendido el título de antes. Y en septiembre tomar el empuje para terminar de recorrer el último tramo. Que para que sea el último nadie debe pensar que sea el más fácil ni el más corto. Eso sí, para hacerlo convendría que se acabara la broma de mal gusto de irse poniendo zancadillas en todo el camino. A ver si un período un poco largo sin elecciones puede ayudar. Esto contando que ahora nadie tenga tentaciones de ir a las urnas a ver si gana tres o cuatro diputados más, aunque esto implique perder la mayoría demasiado débil que tiene ahora el independentismo.

Como decía antes, cuatro años más de Rajoy o de PP son un regalo del cielo para el independentismo. No por la teoría de ‘cuanto peor, mejor’, sino porque servirán para constatar una diagnosis que el independentismo ya hizo y que ahora podrá hacer un sector que todavía confiaba en conseguir lo que el catalanismo hace más de cien años que intenta sin ningún resultado positivo. Deben servir para terminar de ampliar la base social del soberanismo. Y eso, más que con grandes discursos paternalistas y condescendientes -que acaban teniendo el efecto contrario-, se obtiene con demostración de fortaleza, de liderazgo y de confianza. Alguien que salga del marco mental ‘reformemos España’ no entrará en el marco ‘hagamos la nuestra’ si ve que esto es una olla de grillos (como ha sido desde hace meses).

Y es que el escenario español post-26-J es desolador. Quien ha salido reforzado son los grandes partidos del régimen. Del antiguo régimen. Los candidatos a redentores han salido con el rabo entre piernas. Y lo que decimos a menudo: que nadie dimite. Ya no hablo del Fernández Díaz aquél, al que no se le puede exigir la aplicación de un código ético democrático que no tiene. Quizá la ‘nueva política’ es quien más ejemplo debería dar, si quiere ser creíble en un futuro, y enseñar el camino de la dimisión de sus dirigentes principales, que han tomado una opción que les ha llevado a perder millones de votos.

El 26-J nos ha dicho que en 2016 no es más que un año que viene a continuación de 1978 y, tal como yo lo veo, de 1936. Quiero decir que hay una continuidad histórica. Que algún día llovió y nos hemos refrescado, pero que casi siempre cae un sol de juicio final. Y que, ochenta años después, como decía Bertolt Brecht, ‘la perra que parió esto todavía está en celo’. Hagamos el último aviso de ‘pasajeros en el tren’ y no tardemos mucho más en marchar de este desierto de esperanza que es España.

VILAWEB