El Estado no improvisa y tiene un objetivo claro

Los que hace meses se dedican a esparcir la desconfianza hacia los partidos comprometidos con el mandato del 27 de septiembre no dejarán de hacerlo ahora, tras el pleno de ayer en el parlamento. Porque hasta ahora no había motivos para la desconfianza y nada les impedía ir tejiendo este discurso que puede acabar carcomiendo el sueño colectivo del país. La actitud comprometida de ayer contra todas las amenazas del Tribunal Constitucional y sus turbios pero hábiles defensores no servirá para disipar rumores ni reproches. Supongo que cada uno hace lo que considera que debe hacer y punto.

Sea como sea, ayer el parlamento no aprobó nada extraordinario. Unas conclusiones de la comisión del proceso constituyente que hablan de la vía unilateral para acceder a la independencia. Tratándose de un adversario como España, si algo me extraña es que alguien confíe en una resolución pactada que no sea unilateral. Claro que primero habrá que hacer la ruptura y luego ya se sentará alguien en alguna mesa de resolución para evitar males mayores al Estado español. Por lo tanto, el parlamento no votó nada que deba sorprender a nadie. Lo que fue novedad fue la decisión indudable de hacer camino diga lo que diga el tribunal político del Estado español. Por primera vez, no se esquivó la amenaza de los tribunales españoles, sino que se desatendió.

Esto quedaba muy claro con las respuestas de Turull y Gabriel, cuando la presidenta Forcadell les preguntaba si eran conscientes de la advertencia del auto del TC. ‘Somos conscientes del mandato democrático del 27-S’. Y punto. La mejor manera de desobedecer no es atascarse en la respuesta, sino tirar adelante. No hacer caso. Desatender. Eso sí que era un cambio. Un salto de escala.

Otra cosa que pudimos observar en la jornada de ayer es que el Estado no improvisa. Ya hace unos días que se podía intuir alguna pista que señalara por dónde irían los tiros. Pero ayer quedó completamente claro. Todos los grupos unionistas -y cuando digo todos, quiero decir todos-, de acuerdo con la línea marcada por los estrategas del antiguo régimen, trataron de apuntar quién sería la próxima víctima (después de Artur Mas, Santi Vidal y otros). Si repasan todas las intervenciones de los grupos de la minoría unionista, verán qué hicieron para tratar de acorralar a la presidenta Forcadell. En cada intervención había una evidente voluntad de hacer recaer la responsabilidad de la decisión de ayer sobre sus hombros.

Forcadell es ahora el objetivo del Estado español. Lo es también Carles Puigdemont. Y Oriol Junqueras. Pero en estos días veremos cómo todas las miradas (y quien dice miradas dice portadas y ataques furibundos desde cualquier tribuna) irán dirigidas a ella. La vicepresidenta del Gobierno, tal como habían adelantado los grupos unionistas en el parlamento, puso el foco de la represión que vendrá sobre Forcadell. Dijo que había sido la mesa y la presidenta que no habían cumplido la orden del TC de impedir que se hiciera tal debate y votación.

Interlocución, calentamiento previo, intervenciones de los grupos durante el pleno, tertulianos, medios cómplices y conniventes, declaraciones de la vicepresidenta española, informe de los abogados del Estado, presentación del incidente de ejecución en el TC… todo ello en una sola dirección. Y Forcadell es su objetivo. Y nada de esto se improvisa. ¿Inhabilitación? ¿Multa? Ya veremos cuando se reúna el gobierno alternativo y complementario, que es el TC.

El Estado español mantiene el veto a Carmen Forcadell. Fue la voz de un pueblo que se levantaba y que decía que ya bastaba. No desfalleció nunca. Y ahora es la presidenta del Parlamento de Cataluña. La institución depositaria de la soberanía democrática de los catalanes del Principado. La atacarán. Buscarán la manera de dejarla fuera de juego. Ha quedado bien claro que lo que tenemos delante no es democracia. El Estado buscará la manera de hacersela pagar cara a Forcadell, la determinación de no claudicar. ¿Podrá? ¿Lo logrará? Dependerá del coraje y la inteligencia de los independentistas. Ni más ni menos.

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