Bel Olid: ‘Yo soy de DUI, me parece estéril seguir luchando por preguntar’

Bel Olid  se gana la vida con las palabras, o como dice en su  blog, jugando. Es traductora, profesora, escritora y se define feminista radical. Hablamos con ella, en el marco de la serie ‘¿A punto para la independencia? (entrevistas Diada 2016)’ sobre el momento político actual que pasa por la movilización de la Diada y la cuestión de confianza al presidente de la Generalitat. Ha vuelto de Grecia y ha presenciado el drama de los refugiados desde primera línea, por eso muestra cierto pesar al hablar del proceso. Lo acaba haciendo y no duda. Es directa y por eso va derecha a la tarea, por eso ella ya habría hecho una DUI: ‘Tenemos mayoría en el parlamento, tiremos millas’. En cambio, la gente que ha pilotado el proceso dice que es poco práctica y se ha distraido con cuestiones estériles que perdían de vista la independencia. A corto plazo es optimista y confía en que la gente volverá a responder a la fiesta del Once de Septiembre.

 

-Nombre:

-Bel Olid

 

-Edad:

-38, hacia 39

 

-¿Independentista?

-Sí

 

-¿Desde cuándo?

-Nunca me he sentido otra cosa que no fuera catalana y España nunca ha sido mi casa.

 

-La Política es…

-La política debería ser apasionante.

 

-¿Cómo se define políticamente?

-Feminista radical.

 

-¿Tiene libro de cabecera?

-No me gusta elegir. Hay muchos. Ahora leo ‘Vértigo’, de Joanna Wlash.

 

-El personaje histórico que le inspira…

-Es que a las feministas nos lo ponen muy difícil porque nos hablan poco de mujeres históricas. Pero más adelante he podido admirar, por ejemplo, a Hildegarda de Bingen.

 

-¿Qué objetivo debe tener esta Diada?

-Yo creo que para la gente que sale a la calle cada año el objetivo es el mismo: que nos escuchen todos, que nos escuchen los de Madrid, que nos escuchen los de aquí y que nos escuchen en Europa. Y con la cantidad de gente que sale cada año, es evidente que nos escuchan. Hay mucha voluntad de no hacernos caso por parte de los partidos principales del Estado español, pero cada vez se lo ponemos más difícil.

 

-¿Vamos bien para lograrlo?

-Yo creo que sí, saldrá mucha gente. Cada año ha sido así.

 

-¿Cree que la gente está cansada?

-Creo Que la gente está cansada de que no nos escuchen, pero de movilizarnos no. Podemos estar cansados de que no nos hagan caso, pero de movilizarnos no. De hecho, cuanto más lo hacen, más ganas tenemos de movilizarnos.

 

-¿Qué le gustaría que pasara en la cuestión de confianza?

-No tengo ni idea. Me gustaría que sirviera para sacar adelante el proyecto de la independencia. Sea cual sea el resultado.

 

-Si Puigdemont no la supera y vamos a elecciones, ¿el proceso termina o sale reforzado?

-¿Más atascado que ahora? (Se ríe) No, seguirá adelante, pase lo que pase. Tanto si vamos a elecciones como si no.

 

-¿RUI sí o RUI no?

-Yo soy de DUI, de declarar la independencia ya, me parece estéril seguir luchando por preguntar. Tenemos mayoría en el parlamento, tiremos millas.

 

-¿Y no debe haber un referéndum que ratifiquen una mayoría de personas que quieren la independencia?

-Eso es como una tomadura de pelo porque nuestra democracia se basa en la representación parlamentaria. Si tenemos la mayoría, ¿por qué tenemos que cambiar las normas del juego de repente? Mientras se mantenga este ‘statu quo’, quienes no están a favor ni en contra de la independencia cuentan como si estuvieran en contra. Si declaramos la independencia contando con la mayoría parlamentaria, quienes no trabajen activamente en contra, pasarán a contar como independentistas.

 

-No es una respuesta habitual, hacer una DUI ahora mismo lo descarta casi todo el mundo.

-Tú me has preguntado qué haría yo. Si yo mandara, haría esto. Pero como no mando, entiendo que todo el mundo se tiene que poner de acuerdo y que el proceso es más largo.

 

-¿Cómo cree que reaccionaría España?

-Supongo que intentaría hacer ver que no vale, lo llevarían al TC y esas cosas tan divertidas. Da igual que les digas que no te importa el constitucional. Ellos te llevan igualmente. Pero nosotros no lo hemos entendido porque seguimos yendo al mismo. Todo ello dependería en gran medida si este apoyo parlamentario nos lo creemos y resistimos, y también, evidentemente, del apoyo internacional. En cierto modo, el tiempo que se pierde haciendo ‘procesismo’ quizás es tiempo que ganemos en soporte internacional.

 

-¿Hay que ampliar la base independentista?

-A mí me parece que hay un grupo de gente numeroso que queremos la independencia, un grupo de gente, también bastante numeroso, que no la quiere, y un grupo de gente, aún más numeroso, que le da igual. Es gente que no se opondrá a la independencia aunque no vote activamente a su favor. Este grupo de los ‘les es igual’ es legítimo que nos la apropiemos. Ahora mismo, forman parte del cambio, porque como no se manifiestan, es como si lo hicieran a favor de este ‘statu quo’. Si cambiamos el equilibrio, pasarán a ser nuestros. Por tanto, no es necesario que ampliemos la base.

 

-A este grupo de los que ‘les da igual’, ¿qué nombre le pondría?

-Indiferentes. No creen que este sea uno de los mayores problemas que tienen en la vida, y seguramente tienen razón.

 

-¿Hay independencia sin los comunes?

-Es que, en primer lugar, creo que ya hemos hecho como teníamos que hacer: convencerles de que el progreso social es mucho más posible en un país más pequeño. Y más bien, los que no están convencidos son los representantes de los que llamas comunes. Creo que la gran mayoría de votantes comunes son de los que les da igual si hay independencia, y que nos los podríamos apropiar fácilmente.

 

-Tres cosas de la independencia que le motivan y que utiliza para convencer a un indeciso.

-La primera, que está demostrado que los países más pequeños son más fáciles de manejar. Independientemente de cuestiones de identidad. Segundo, en cuanto a la cultura, España intenta pasar por alto -y a veces ahogarse con cualquier cosa que tenga que ver con la lengua y la cultura catalana. Por tanto, yo como escritora me sentiré mucho más protegida en un Estado que crea en lo que hago y que en otro que cree que debería hacerlo en otra lengua. Y por otra parte, como precisamente seremos menos para ponernos de acuerdo, será más fácil que haya cuestiones de bienestar y progreso social en las que nos podamos ayudar más.

 

-¿Cuál es el máximo error que ha cometido el proceso?

-El proceso no es algo, sino que es mucha gente. Creo que el error es no ser prácticos desde el punto de vista de lo que compartimos. Es decir, los independentistas tenemos cincuenta cosas en las que no coincidimos, pero hay una que sí, que es la independencia. En consecuencia, hemos sido muy poco prácticos. Esta es la base de todo, por eso ha habido bastante partidismo.

 

-¿Y acierto?

-Yo creo que el acierto son las personas, más que los representantes políticos. Queremos ser independientes, somos muy tercos y salimos a la calle cada año. Esta base social que no se queda en el sofá y se moviliza no es una suerte sino una ventaja sin la cual sería imposible llegar a la independencia. Convergencia mismo, que no había tenido aspiraciones independentistas, se despertó de repente y vio que había mucha gente. Esto le ha movido a la gente.

 

-¿En algún momento lo ha visto muy crudo?

-No sé hacia dónde, pero hacia algún lugar vamos. No puedes tener dos millones de personas descontentas y que no pase nada en un país de siete millones. Hay muchos momentos en que pienso que no lo hacemos bien, sobre todo cuando los políticos pierden de vista el objetivo común. Pero sigo confiando en la gente.

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