Va de lenguas

1.- Uno de los 150 puntos que C’s ha acordado con el PP, para dar apoyo a Rajoy, hace referencia a la condena a muerte de la inmersión lingüística en el Principado y su sustitución por un pretendido trilingüismo catalán-español-inglés en las aulas de Cataluña. Lo mismo intentó hacer Bauzá en Baleares, no por interés desmedido que los alumnos aprendieran inglés, sino sobre todo para rebajar el peso del catalán en el sistema educativo insular, provocando así la más colosal manifestación de protesta nunca efectuada en Palma. En realidad, no es que los alumnos de Cataluña tengan un conocimiento del inglés inferior a los del resto del Estado, ya que se sitúan segundos en conocimiento de este idioma, tras el País Vasco y Navarra, mientras que en Barcelona parece que se sabe tanto inglés como en Madrid. Es sabido que la inmersión era, hasta ahora, un terreno común de consenso social y que la lengua no se ha convertido en problema de convivencia hasta que C’s lo ha intentado. Sorprende la apuesta de los dos partidos nacionalistas para ir contra la legalidad vigente, dado que los despojos del actual Estatuto de Autonomía ahora en vigor establecen un régimen de triple oficialidad lingüística: catalán-occitano-español y los firmantes del acuerdo se pasan por el arco de triunfo, pues, la lengua de Aran. Pero, como ya es habitual, no deja de llamar la atención cómo todos los discursos sobre la bondad del bilingüismo o el trilingüismo parecen ser sólo de aplicación en Cataluña. Es decir, ¿saber idiomas sólo es bueno para los catalanes, pero no para los ciudadanos españoles de cualquier otro punto del Estado? Tan preocupados ellos por los privilegios que aseguran que no quieren que tenga Cataluña, ¿cómo es posible que ahora pretendan discriminar a los niños españoles en edad escolar, privándoles del privilegio catalán de estudiar en tres lenguas, en vez de en una sola como es normal en España? ¿Aquí tres idiomas y allí sólo en uno o bien en dos? Si el trilingüismo es bueno, debe de serlo en todas partes. Contrariamente, es sólo un pretexto para que el catalán pierda hegemonía referencial, peso simbólico y utilidad práctica. Mientras aquí tenemos que saber tres idiomas, porque si no esto parece «aldeano», allí son tan cosmopolitas que se pueden permitir saber sólo el suyo y ser por completo analfabetos en cualquier otro.

 

2.- Estos días ha circulado por la red un doble tuit, sensacional para ilustrar hasta qué punto la ignorancia de los nacionalistas españoles es atrevida. Con motivo de la tragedia ocasionada en Italia por un terremoto y las réplicas subsiguientes, la alcaldesa de la capital catalana, Ada Colau, hizo un tuit donde podía leerse, literalmente: «Costernati per il terremoto di questa mattina nel centro Italia. Da Barcelona il nostro pieno sostegno e solidarietà con il popolo italiano”. Poco después, una de las primeras reacciones en la red iba firmada por una tal A.Trujillo que afirmaba, sin pudor, vergüenza, ni sentido del ridículo: «@AdaColau al parecer usted es la alcaldesa solo de los barceloneses catalanistas, porque todo lo que parla (sic) lo hace  en catalán… Pobre gente”. Suscribo absolutamente el apartado final, claramente autocrítico, cuando el tal Trujillo suelta eso de la «Pobre gente». Es un gesto sincero que se debe subrayar y agradecer, porque son pobre gente aquellos que sin hablar otra lengua que la suya, desprecian todas las demás, no hablan ninguna más y, aún, se permiten dar lecciones en el ámbito de la identidad filológica. El tuit este es un ejemplo magnífico de hasta qué punto puede llegar la obcecación nacionalista de algunos y de cómo el analfabetismo idiomático, con una cierta dosis de mala leche, ¡te hace confundir el italiano por el catalán! Pobre gente…

 

3.- Recuerdo cuando el amigo Bernat Joan, intelectual y político ibicenco, era diputado en el Parlamento Europeo. Al no poder hablar en él en catalán, lo hacía en otros de los numerosos idiomas que domina. Una vez que presidía la sesión un vicepresidente socialista portugués, parece que advertido por algún catalán miembro de la mesa sobre la osadía lingüística del parlamentario insular, le retiró el uso de la palabra cuando hacía su intervención en alemán, aduciendo que la lengua que usaba no era oficial en aquella cámara, ¡ya que se pensaba que hablaba en catalán! Además de retratarse ante sus señorías como un perfecto indocumentado, el escándalo provocado por la ignorancia del vicepresidente estuvo mayúsculo cuando diputados alemanes, austriacos y belgas de lengua alemana reaccionaron protestando enérgicamente.

 

4.- Hace ya varios años que una conocida casa suiza del sector de la alimentación recibió una protesta airada de una clienta de la Rioja, escandalizada porque les había comprado un producto escrito en catalán, entre otros idiomas, entre los que figuraba, eso sí, el español. No se quejaba de que esta lengua no estuviera, que sí estaba, sino que hubiera otra que ella no quería. La directiva de la empresa que habló con ella le puso al corriente de que, a pesar de su protesta, ellos no disponían de ningún producto suyo en el mercado etiquetado en esta lengua. La insistencia de la señora en cuestión no sólo se afirmó intentando reproducir por teléfono, inútilmente, las primeras palabras del texto pretendidamente en catalán, sino que, además, explicó cómo aparecía una bandera que confirmaba la no españolidad: roja y verde, con un escudo en medio… «¡Señora, eso no es catalán, es portugués!», que hizo la directiva. Y la interlocutora dijo: «¿Portugués, dice? Ah, bueno, si es así no pasa nada. Pero, por si acaso…»

 

5.- En 2006, cuando junto con Artur Mas y Manuela de Madre acudí al Congreso de Diputados a defender en el mismo en nombre del Parlament, el texto del Estatuto aprobado por éste, Rajoy hizo una intervención muy dura en contra. En mi turno de réplica, sabedor de que Rajoy no habla gallego, hice una parte de mi intervención en esta lengua, dirigiéndome, precisamente, a don Mariano. La sorpresa fue mía cuando, días después, el Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados reproducía esa sesión y en la publicación de mi discurso, cuando llegaba el momento en que me pasaba al gallego, literalmente decía: «Ahora el señor Diputado pasa a expresarse en catalán» y no reproducía lo que había dicho en el idioma que no era el único oficial en esa cámara. Es decir, en la primera institución democrática del Estado español, el Congreso de Diputados, confunden el gallego con el catalán, quizá porque todo lo que no sea español les suena y les da igual. Más de 500 años después de lo que algunos llaman la «unidad de España», ¿qué romances podemos esperar de un Estado que aún no sabe ni qué lengua hablan sus ciudadanos?

 

6.- En una visita al ayuntamiento de Nueva York, a principios de los noventa, hablando allí con los responsables de educación, competencia municipal, entonces mayoritariamente portorriqueños, nos definían, irónicamente, su noción de persona multilingüe (que habla muchas o varias lenguas), trilingüe (que habla tres), bilingüe (dos) y monolingüe (un estadounidense, un inglés o un español). Pues eso, así…

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