Ada Colau

Colau contra el RUI

Agustí Colomines

En unas declaraciones recogidas por el diario Ara, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, es muy explícita sobre qué piensa del RUI. Está en contra, lisa y llanamente. Sus argumentos son justo los opuestos a los que predican los defensores de la unilateralidad, empezando por uno de los hombres fuertes del diario, Toni Soler, quien en su artículo dominical,​ también de ayer, afirmaba contento que el RUI lo «piden la CUP, Demòcrates, ERC (con la boca pequeña) e incluso la ANC. Y dicen que el president Puigdemont está de acuerdo”. «Dicen, dicen, dicen …», pero lo que sabemos es, mira por dónde, que la alcaldesa, en cambio, no está de acuerdo con ese tipo de referéndum.

La alcaldesa de Barcelona es un actor político en activo que, si no yerra, tiene mucho futuro. Puede llegar a ser la primera presidenta de la Generalitat, lo que estaría muy bien después de 130 presidentes hombres en 700 años de historia de la institución. Soler dedicaba su artículo al expresident Mas porque es más sencillo tirar de un recurso fácil, que es atacar a quien ya no tiene ninguna influencia política, o muy poca, que asumir de verdad las declaraciones de Ada Colau cuando dice, taxativa, que “la unilateralidad no es efectiva, no funciona para interpelar al conjunto de la ciudadanía. Debemos saber ver que hemos avanzado más que nunca, hay procesos de cambio en el Estado que pueden ayudar, mucho más que hace unos años, a sacar adelante el derecho a decidir y a hacer que este referéndum pueda ser reconocido al máximo en el Estado y en Europa. Es una ingenuidad pensar que se puede convocar de manera unilateral y que será reconocido en Europa sin apoyos del Estado. Debemos trabajar por el reconocimiento, buscando, generando las máximas alianzas posibles y las mayorías sociales dentro y fuera del país”. No podía estar más de acuerdo con ella. Incluso conociendo al presidente Mas, me parece que también él lo firmaría.

Para Colau el error proviene del 27-S y no del 9-N, consulta en la que ella participó, ya que provocó que el 80% de la población partidaria del referéndum disminuyese hasta el 48% independentista y todo el país perdió, y el PP se alegró mucho, según ella. Para salir del bloqueo —propugna Colau— “Catalunya debe volver al 80% que está claramente por el derecho a decidir de Catalunya, por la necesidad de hacer un referéndum. Ahora tenemos que discutir cómo conseguir que se convoque ese referéndum. Insisto, nuestro objetivo debe ser que ese referéndum esté bien hecho, para que sea vinculante, válido, para poder dar pasos adelante en la dirección que decida la ciudadanía. No queda claro cuál es la propuesta del Govern. Ganó las elecciones, pero no con la mayoría suficiente para llevar a cabo una hoja de ruta que llevaba a una desconexión unilateral, y ahora estamos en este callejón sin salida. ¿Y cómo salimos de él? Volviendo al 80%, volviendo al derecho a decidir, construyendo las máximas alianzas posibles. Dentro del país pero también fuera del país, para que efectivamente este referéndum se pueda hacer lo antes posible, pero también con plenas garantías, y que interpele al conjunto del país, a todo el mundo, porque si no se perderá. No puede ser un referéndum para independentistas, no será efectivo. Yo hablaría de referéndum de autodeterminación”. Más claro el agua! Es por eso que los “comunes” se van a Sant Boi a celebrar la Diada de 1976. ¡Ni la antigua CDC se habría atrevido a tanto! Porque, dejémoslo clarito, acudir a Sant Boi es acudir a conmemorar el autonomismo y nada más, aunque el cartel de la convocatoria sea una gran manipulación. ¿Qué reivindicarán en Sant Boi los militantes de la CUP y de ERC? ¿El derecho a decidir pactado con el Estado o el RUI? ¿O es que la reivindicación del RUI la dejamos para los esforzados independentistas que se manifestarán el 11-S?

No hace mucho vi la película Haywire de Steven Soderbergh. No es muy buena, pero es una de esas películas de acción que distraen después de un día agotador. No tenía ni idea de cual era la trama, pero me despertó la curiosidad la mezcla de actores (Gina Carano, Michael Douglas, Antonio Banderas, Ewan McGregor, etcétera). Casi al principio de la película descubrí que una parte de la trama pasaría en Barcelona, donde unos guapos agentes deberían liberar a un secuestrado. Carano explica a un joven al que ha obligado que la sacase de una pelea, que ella trabaja para una agencia privada contratada por el gobierno estadounidense. Entonces cambia el plano y sale un cartel con la leyenda “Washington, DC” y empieza una escena en la que Douglas y Banderas (del gobierno) están sentados ante McGregor (de la agencia privada) y mantienen un diálogo que me dejó estupefacto y que empieza así, sin preámbulos: “Barcelona. ¿Independentistas?” —dice McGregor mientras simula leer unas hojas. “No, no, no tiene nada que ver. Han fallado las negociaciones y alguien tiene que ir para rescatarlo [al secuestrado]” —responde Douglas. ¡La película es de 2011!

Quizás se nos haya pasado el arroz. Si queremos unilateralidad, seamos serios y la encaramos como se hace en todo el mundo: asaltando las oficinas dependientes del Estado (Radio, TV, Zona Franca, Puertos, Agencia Tributaria, Oficinas de la Seguridad Social, etc.), neutralizando la policía nacional y el ejército, expropiando el Banco de España o lo que queda de él en Barcelona, etc., etc. Esto es infinitamente más fácil de conseguir unilateralmente que repetir el 9-N. No acudiría ni Colau, que dice que entonces votó Sí-Sí y ahora reclama, como ya hizo en su día Josep Antoni Duran Lleida, volver al consenso del 80%. Lo que debería hacer reflexionar a la gente honesta es la razón profunda por la que cuando Artur Mas duda del RUI es motivo de reproche y cuando lo dice la alcaldesa Ada Colau casi es celebrado por los partidarios del RUI. En psiquiatría esta disfunción tiene un nombre. En política, mentira.

ELNACIONAL.CAT

 

 

VILAWEB

Guía para entender las extrañas matemáticas de Ada Colau

Vicent Partal

EDITORIAL

Ada Colau insistió ayer en una teoría que desde el espacio de los comunes se quiere instalar con persistencia en la cabeza de los ciudadanos. Es aquella que dice que es un error ir hacia la independencia, porque esto sólo representa el 48% del país y que, en cambio, es mejor conseguir el derecho a decidir, que dicen que representa el 80%. Ya he repetido más de una vez que encuentro importante y buena la evolución de los comunes nuevamente hacia la autodeterminación. Pero esto no debe confundirse con el hecho de creerse un discurso que no tiene ninguna lógica.

La consigna explicitada por la alcaldesa de Barcelona contiene varias trampas muy notables. La primera es comparar una encuesta con un resultado electoral. La cifra del 80% a favor del derecho a decidir no se ha traducido nunca políticamente en nada. Corresponde a una encuesta. Que la comparen, pues, con otra encuesta, si acaso. Valdría cualquiera de las que dicen que la independencia tiene más del 50% de partidarios.

Pero eso no lo harán, porque Ada Colau quiere fijar el discurso según el cual los partidarios de la independencia somos una minoría y, de este modo, justificar que ella no lo es. Vuelve a hacer trampa. Dos trampas en una sola, de hecho.

La primera trampa es contar votos en una elección en la que se cuentan escaños. Colau dice que el voto independentista representa el 48% del electorado, pero oculta que representa el 53% de los escaños del parlamento, que es lo que importa y la razón evidente por la que el proceso hacia la independencia va adelante.

Por compararlo con un debate muy vivo ahora mismo: si Ciudadanos se abstuviera, PSOE y Podemos podrían pactar un gobierno en España, aunque entre ambos sólo tengan el 43% de los votos del parlamento de Madrid. Porque tendrían suficiente escaños. ¿Y creen ustedes que, si fuera el caso, entonces escucharíamos a Ada Colau decir que con eso no es suficiente? ¿Verdad que no?

He dicho que en la frase había dos trampas. La segunda no es menor, en absoluto: Cataluña Sí Se Puede y Unió se pasaron toda la campaña afirmando que no querían ser contados ni como partidarios de la independencia ni como contrarios a ella. Y, por tanto, equiparar el 48% de los votos a Juntos por el Sí y la CUP con el voto total por la independencia es hacer trampa. ¿O es que Colau sabe que todos los votos de Cataluña Sí Se Puede y de UDC eran contra la independencia, a pesar de lo que ellos mismos dijeron?

La manipulación, en definitiva, es burda, pero existe el peligro de que cale, por la insistencia y por la facilidad con que algunos a independentistas, incomprensiblemente, les tiemblan las piernas. Colau hace unas matemáticas que no cuadran. Simplemente quiere negarnos a través del discurso lo que los ciudadanos reclamamos en las urnas el 27-S. Además, con un argumento tan poco consistente que asusta. Porque la cosa ya es colosal cuando Colau dice que, encarando la independencia con el 53% del parlamento, Cataluña es más débil que antes y que, por tanto, habría que volver al 80% famoso -nunca demostrado-, de partidarios del derecho a decidir .

Y pregunto: ¿por qué no sería mejor volver al 88%? El 30 de septiembre de 2005 el Parlamento de Cataluña votó por cien votos a favor y sólo quince en contra (los del PP) el último estatuto de autonomía. Esto representaba un poco más del 88% del total del parlamento. Constatable políticamente: no era ninguna encuesta. ¿Por qué razón la Cataluña del derecho a decidir de la encuesta del 80% es la fuerte y no es la fuerte la del estatuto del 88%? ¿Quién decide donde se pone la raya?

La respuesta es tan evidente como simple: la Cataluña del presunto 80% a favor del derecho de decidir que no se sabe qué quiere decir es presentada por los comunes como más fuerte porque a Ada Colau le conviene la ambigüedad del derecho de decidir. Y cuando digo ‘le conviene’ quiero decir que le conviene usar el derecho a decidir contra el independentismo, que en esto engañará a quien quiera engañarse, pero yo no pienso perder en ello ni un minuto.

Para mí la posición de Ada Colau tendría aún un poco de credibilidad si defendiera un referéndum unilateral, al ver que es imposible hacerlo acordado. ¿O tenemos que recordar que el parlamento ya la ha pedido dieciocho veces? Pero ya veis qué dice, que la unilateralidad es mala. Y así pues ¿qué debemos hacer? La Cataluña del 88%, ya vieron para qué sirvió. La Cataluña del 53% tiene muy claro cuál es el objetivo y sabe cómo llevarlo a cabo. Y esta presunta Cataluña del 80%, aparte de detener el proceso de independencia, ¿tiene algún plan?

Una última cosa. No hay ninguna encuesta seria de las que se han hecho hasta ahora que indique ni remotamente la posibilidad de que los comunes ganen las elecciones catalanas. Ni remotamente. De modo que me parece que algunos tienen un miedo simplemente desproporcionada.