Razones de estado

Dentro de un tiempo, si alguien se toma la molestia de hurgar en el trasfondo intelectual que acompaña a la Cataluña de las primeras décadas del siglo XXI con todas sus vicisitudes sociales y políticas, deberá prestar atención a la potencia de la obra de Antoni Simon Tarrés, uno de nuestros grandes historiadores de la época moderna. Siempre al margen de la estridencia y de la inmediatez de los debates públicos, Simon ha ido explorando con una tenacidad y una erudición admirables la gestación de las ideas políticas que contribuyen en el curso de los siglos XVI, XVII y XVIII a la construcción de los estados y que siguen teniendo un impacto crucial para una comunidad política como la catalana, buena parte de la cual aspira a recuperar la soberanía perdida precisamente en el final del período que Simon estudia. Probablemente por eso es tan relevante para cualquier persona interesada en analizar los fenómenos que estamos viviendo, con un «proceso» a la cabeza que teóricamente se propone la asunción de un poder originario, supremo e independiente, repasar los textos de Simon: estos nos hablan de una época en la que disponíamos de algunos de estos atributos y esperábamos consolidarlos.

Con relación a este tema hay que destacar una de las últimas aportaciones del autor que comentamos y tal vez uno de sus escritos más brillantes: ‘La Biblia en el pensamiento político catalán e hispánico de la época de la razón de estado’ (Publicaciones de la Abadía de Montserrat, Barcelona, ​​2016), que, como señala el título, analiza la influencia de los ejemplos y relatos de la Biblia en la configuración del pensamiento político del barroco en la península Ibérica y en particular en Cataluña. La preocupación que marcó a los pensadores políticos de la época consistió en cómo superar el desafío ya enunciado por Maquiavelo en los inicios del siglo XVI por el que los principios de la moral cristiana no eran siempre aplicables a la política, entendida ésta como la arte de la conservación del Estado. Según Simon, la conclusión a la que llegaron algunos de estos tratadistas, principalmente del siglo XVII, marcado por toda una serie de conflictos, fue mantener los principios generales morales y religiosos de la doctrina católica establecidos en Trento, sobre todo en el mantenimiento del sistema social, pero flexibilizar estos principios en las élites gobernantes para afianzar la construcción del Estado a través de la formación de un «nuevo lenguaje» pragmático de la política que se basaba en las historias y los modelos del Antiguo Testamento .

Pues bien, la relevancia de leer la obra de Simon en el contexto actual implica a mi parecer constatar que el dilema que plantea el catalanismo en la consolidación de la hegemonía independentista mantiene ciertos paralelismos con las experiencias descritas de la época barroca. En esencia, el dilema consiste en cómo hacer compatible una aspiración que quiere obtener la legitimidad moral fundamentada en la democracia, la inclusión social, el respeto a los derechos fundamentales y el desarrollo de políticas de bienestar (en mi perspectiva una legitimidad moral arraigada en una visión de trasfondo religioso) con un objetivo, la creación de un Estado, que requiere todo tipo de medios coactivos y represivos como los exigió en la época de su formación, entre los siglos XVI y XVIII. Mientras los dirigentes políticos y las élites sociales y culturales partidarias de la secesión se han centrado (desde que el objetivo independentista se hizo explícito a partir de 2012) en el primer aspecto, sin duda dado el contexto democrático que requiere la expresión de una mayoría clara, la segunda de las perspectivas parece desplazada del discurso público en espera de que emerja en el momento decisivo de la separación. La pregunta es si los aspectos coactivos de asegurar el monopolio de la violencia física (lo que en definitiva es un Estado) efectivamente se están construyendo en la forma de las llamadas «estructuras de Estado» y en algún momento se activarán para perpetrar la desconexión o bien si se confía en la irrupción de estos elementos de poder con una fe cercana a la de aquel que espera un milagro. De momento, tal vez la lectura de los libros de Simon nos proporcionan respuestas a estas dudas, con la esperanza de no fracasar esta vez en el envite.

EL PUNT-AVUI