Sánchez y Puigdemont

La comparación que el ministro Margallo ha hecho entre el president Companys y el president Puigdemont no es del todo equivocada, viniendo de un político español educado en el franquismo. Como Companys, Puigdemont tendrá que maniobrar en un entorno político lleno de culebras que afirman una cosa en privado y expresan otra diferente en público.

El referéndum ha ganado la batalla de las ideas pero todavía no ha ganado la batalla de los intereses personales y de la cultura política. A diferencia de Mas y de Companys, el motor psicológico de Puigdemont no es la vanidad. El president no necesita que lo admiren, ni que nadie le diga que es un tipo serio o un estadista.

Puigdemont hace lo que hace por un amor natural a su país, y porque ve que la manera de acabar con la confusión creada por el president Mas es celebrar aquel referéndum que CiU prometió cuando adelantó las elecciones en el 2012.

Dentro de la Generalitat algunos altos funcionarios van diciendo que, en realidad, todo es una pantomima para tener a la gente tranquila. Leyendo los diarios afines al proceso hace gracia constatar la tendencia que hay a desautorizar el referéndum de manera involuntaria, como un efecto de las ideas que los españoles han extendido con la ayuda de Ada Colau y el Camomila Party.

A Puigdemont le puede pasar como a Sánchez, y que las puñaladas le caigan desde su mismo entorno político. Los próximos meses veremos que el Ibex-35 también tiene ramificaciones en el mundo independentista. El hecho de que Puigdemont haya encargado a Junqueras y Romeva la organización del referéndum hace pensar que tiene prevista la posibilidad de desconvocarlo a última hora.

ERC todavía es muy sumisa y los próximos meses veremos una lucha feroz entre los que quieren utilizar el referéndum para convocar unas autonómicas con garantías de volver a ocupar el gobierno y los que realmente quieren ejercer la autodeterminación para desencallar la situación política.

Igual que Sánchez, Puigdemont hace política sin pedantería, y eso producirá una irritación inmensa en los diarios y en los círculos políticos educados en las piscifactorías de la transición. En el peor de los casos, el presidente pondrá en evidencia la trama dependentista que todavía atenaza el corazón de su partido, igual que Sánchez ha puesto en evidencia la tremenda sumisión del PSOE a los poderes económicos.

Es verdad que el referéndum puede acabar como otro 6 de octubre. Aun así hay una diferencia que el ministro Margallo no tiene en cuenta: el dinero y los tribunales no tienen la misma fuerza política que las balas. Así como después de Sánchez el PSOE ya no volverá a ser igual, después de Puigdemont, Catalunya no volverá a ser la misma.

En la entrevista de ayer en ‘Can Cuní’ (*) ya se vio que los debates bizantinos de la época de Mas empiezan quedar atrás. Sánchez y Puigdemont han puesto en evidencia que el rey va desnudo. Y cuando el poder pierde su purpurina, los hechos acaban rebasando los prejuicios y las comedias.

(*) Programa de 8TV (la televisión de La Vanguardia) dirigido por Josep Cuní

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