Un diccionario nada inocente

Es bien sabido que el diccionario de la Real Academia Española no incluye la palabra catalanofobia. Esta ausencia no deja de sorprender, ya que desde las tierras catalanas se percibe cada día la existencia de este concepto. Y que la prensa de lengua española de Cataluña también, alguna vez, lo utiliza. No hay duda de que la palabra catalanofobia, tanto en catalán como en español, debe de haber sido creada en tierras catalanas y así, pues, su ausencia del diccionario mayúsculo de la lengua española podría dejar pensar que Cataluña no es considerada como un territorio apto a enriquecer el léxico español. O significa que la autoridad lexicográfica española, que se baña, como es natural, en las aguas de las ideologías imperantes en España, considera que la catalanofobia no existe. Y lo que no existe no necesita ser descrito.

Ahora, como la cruda realidad desmiente esta inexistencia, podríamos plantear la hipótesis de que la ausencia de esta palabra corresponde a lo que los psicólogos llaman negación de la realidad. Lo que no veo, o al menos no lo que digo que no veo, no existe. Si bien esta denegación es un mecanismo psicológico, su origen puede ser diverso, por ejemplo ideológico. En cierta época muchos comunistas occidentales perfectamente sinceros se negaban literalmente a reconocer la evidencia del sistema represivo soviético. Era imposible que hubiera campos de prisioneros políticos y, por tanto, no los había. Del mismo modo, España es un país que respeta al pie de la letra y con espíritu altamente fraternal todo lo que dice la Constitución y, por tanto, no puede existir ningún tipo de catalanofobia. Debe de ser una palabra inventada por los separatistas para valerse como víctimas y, por tanto, esta palabra no encubre una realidad sino una mentira, un engaño.

El mismo diccionario, sin embargo, aún no ha terminado de sorprenderme. Miro la palabra catalán. Y dice: «Natural de Cataluña, comunidad autónoma de España». ¿Y qué más? Nada, en cuanto a los naturales. O sea que la Real Academia Española se ha otorgado el derecho de decir quién es catalán y, por tanto, quién no lo es. Y he aquí que descubro que yo, nacido en Perpiñán, no soy catalán. Según los autores del diccionario sólo es catalán quien ha nacido en el Principado de Cataluña. Una academia pone su autoridad científica al servicio de una ideología, que dice que fuera de Cataluña no existen catalanes. Y, entonces, yo, ¿qué soy? Y tantos otros, ¿que son?

De acuerdo, la Cataluña Norte no existe oficialmente, pero Cataluña, bajo el franquismo, tampoco tenía ninguna existencia jurídica. Y no creo que ningún diccionario español, por franquista que fuera, hubiera definido la palabra catalán con algo como: «nadie» (seguramente les habria gustado poder hacerlo). Los catalanes existían incluso cuando oficialmente Cataluña había sido anulada por Franco y, por tanto, los catalanes existen al norte de la frontera incluso si viven en un territorio al que no le corresponde oficialmente ningún derivado del nombre Cataluña. Aún así, pues, esta crónica es la primera escrita por alguien que acaba de tomar conciencia de que, según las normas académicas españolas, no existe como catalán. Qué sensación más curiosa.

EL PUNT-AVUI