La única «lucha compartida» es por la independencia

Me ha sorprendido -por desacertada- la campaña de Òmnium «luchas compartidas» abonando la confusión de proyectos -legítimos, pero secundarios- cuando estamos, como pueblo, ante el reto de un conflicto frontal con el orden estatal y nos falta una dirección colegiada con voluntad y capacidad para priorizar la independencia como objetivo ineludible para hacer viable cualquier otra aspiración posterior.

Justamente es la contraposición entre reivindicaciones sociales y nacionales, priorizando la pugna izquierda/derecha, el argumento preferido de todos los sectores interesados en mantener inalterable el actual sistema de dominación política y expoliación económica sobre el pueblo catalán. La réplica a esa maniobra de diversión no es la confluencia de las «luchas compartidas» sino priorizar la lucha por la independencia, precisamente porque engloba todas las demás posibles y viables. Y hay algunas de las campañas que se incluyen como compartidas que no son ni lo uno ni lo otro, por ejemplo el antimilitarismo de nuestros pacifistas que ignoran el entorno geoestratégico cada vez más conflictivo del Mediterráneo o el potencial del yihadismo que se incuba en nuestro país.

Finalmente, esa obsesión por «cambiarlo todo» simultáneamente con la independencia es, además de los argumentos anteriores, un error estratégico que debilita el apoyo social a la causa independentista en lugar de sumar adeptos porque no todo el mundo comparte todas las aspiraciones sectoriales e ideológicas que se amalgaman en la campaña de Òmnium. Teóricamente, si es eso posible, será un proceso deliberativo posterior a la consecución de un Estado catalán reconocido internacionalmente cuando se podrán discernir las opciones más convenientes para el país. La tradición jurídica y política anterior a 1714 era la modificación progresiva y pragmática de las constituciones catalanas según las necesidades cambiantes de la vida social, no la imposición codificada de un sistema omnicomprensivo, esto es propio de la forma de gobierno castellana y francesa, no la nuestra.

Pero en ese proceso (¿soberanista?) de cambio de cultura política, irreflexivo y poco maduro, impulsado desde los planteamientos del progresismo abstracto y banal hegemónico en Cataluña desde hace medio siglo, de raíces más totalitarias que liberales, el pactismo ancestral propio de la mentalidad catalana (y de todos los pueblos pirenaicos) no cuenta. Se parece promover desde los mismos círculos dirigentes del proceso (ERC, CUP, ahora Òmnium) una especie de independencia sin patriotismo y sin identidad (da vergüenza leer lo que piensan Santi Vila o Anna Gabriel) que trasladan reiteradamente a la ciudadanía la confusión del debate permanente (y superficial): independencia… ¿para qué?

Finalmente, enlazo con el apunte de hoy de Francesc Abad «De la ‘República catalana’ a las ‘tortillas compartidas’: viaje por el ventajismo ideológico contra la mayoría social indy» (http://diesdefuria.blogspot.com.es/2016/10/de-la-republica-catalana-les-truites.html), que comparto plenamente.

L’única “lluita compartida” és per la independència