El Titanic eran ellos, también. Pero Barcelona todavía se hunde

El 14 de mayo de 1982 Félix de Azúa publicaba el diario El País un artículo que tuvo un amplio eco: ‘Barcelona es el Titanic’. La tesis, si es que a aquel escrito rabioso puede otorgársele tal condición, era que la Cataluña pujolista, el catalanismo en general, iba convirtiendo Barcelona en una ciudad provinciana, que todo el mundo tenía que viajar a Madrid para ver cosas importantes en el terreno cultural y que los tiempos gloriosos de la ciudad se iban hundiendo como el mítico transatlántico. ¿Qué tiempos gloriosos? Se mencionaban unos autores que eran los que, se supone, se ahogaban: Gil de Biedma, Marsé, Mendoza, los Goytisolo… También salía mencionado el viacrucis que sufría la compañía Els Joglars, y se llegaba a comparar la actitud de Albert Boadella con la que Unamuno había mantenido frente a la dictadura de Primo de Rivera. Sólo hacia el final del texto, habiendo visto que todos los referentes que ponía parecían demasiado inclinados hacia un lado, concedía talento a autores como Pla, Foix, Carner, Brossa y Ferrater, que no se veía claro si también quedaban ahogados o simplemente se comenzaban a mojar.

Conviene recordar aquel ambiente. Frente a las políticas culturales pujolistas, que hacía dos años que se habían empezado a desplegar después de ganar las elecciones, Azúa alertaba sobre los peligros del sectarismo de la derecha catalanista. ¿Nos alertaba para conseguir una cultura proletaria, una cultura de izquierdas, para alentar a los contagios entre unos y otros? No, en absoluto. La propia referencia al Titanic, un barco de lujo, cuenta que su propuesta cultural era igualmente sectaria o, si lo desean, elitista; con aquel texto daba voz a los de su capilla y quería acallar a los de la otra capilla. Unas capillas que el paso del tiempo ha demostrado que tienen comportamientos más afines de lo que parecía entonces.

Azúa escribía desde la órbita del PSC-PSOE, durante muchos años declaró su voto socialista y se dejaba querer por los ayuntamientos gobernados por ese partido. También Boadella lo hizo; en 1993 incluso anunció que se había hecho militante del PSC. En conjunto, los dos, más tarde acompañados por Arcadi Espada y, evidentemente, por Mario Vargas-Llosa clamaban las putrefacciones de la cultura impulsada por la Generalitat de Cataluña y se referían siempre a un pasado idílico de Barcelona, aquel en el que Vargas Llosa podía vivir en la ciudad sin escuchar el catalán. Nunca han hablado en nombre de una cultura popular o transformadora; ellos siempre hablan desde su presunto linaje.

La broma es que durante mucho tiempo, aquellos a los que les gusta construir un mundo de dualidades simplistas dejaban entender que mientras que la cultura catalana institucional era conservadora, la que proponían los Azúa, Boadella y Espada, entre otros, era de izquierdas. Y no, la cosa no iba por ahí. Y no lo digo porque ya hemos visto dónde han terminado todos estos sujetos: fundando el partido Ciudadanos, yendo a Madrid a trabajar para el PP, escribiendo libelos desde El Mundo o, nuestro amigo Azúa, insultando a la alcaldesa Colau y a todas pescateras de los mercados. De izquierdas ya no lo eran entonces o, para ser más precisos, nunca opusieron a la cultura pujolista conservadora una cultura realmente transformadora, dirigida a todos. Ellos defendían los privilegios culturales de siempre, y por eso se acogieron en aquellos años al partido de Felipe González. (Sí, ya ven que la deriva de Felipe y la de ellos tiene muchas coincidencias)

Encuentro el tema muy interesante, pero tengo que dejarlo aquí, sin hacer más precisiones. Soy consciente de que harían falta unas cuantas. El motivo es que quiero partir de aquella situación para hablar de la actualidad. De la Barcelona cultural de ahora. La historia de la ciudad culturalmente hablando está anclada en una cierta falacia: convergentes y socialistas no se han diferenciado tanto en sus políticas culturales; con aciertos y fracasos sonoros se han puesto de acuerdo en las cosas grandes (Juegos Olímpicos, Forum de las Culturas), han puesto personas de partido que no trabajaban en cultura y han mirado siempre hacia arriba y más hacia los creadores humildes, que son los que precisamente necesitan más apoyo. En este sentido, el transfuguismo de Mascarell no es tan sorprendente: Mas le reclutó porque debió ver que lo que Mascarell había hecho durante su paso por el Ayuntamiento de Barcelona socialista ya le convenía.

Es por todo esto y más que algunos consideramos tan grave que, como explicaba hace un mes, Ada Colau haya devuelto la política cultural del Ayuntamiento de Barcelona a los socialistas; y se la haya entregado sin ningún tipo de control. Para evitar el hundimiento de Barcelona que pronosticaba interesadamente Azúa, no tenemos que volver a los grandes fastos y a las políticas de escaparate (los escaparates de unos y otros), que coloquen a sus acólitos, que desprecien a los trabajadores de la cultura. No, los Azúa, Vargas Llosa, Boadella y sus brazos políticos de ahora (PP y Ciudadanos) no deben preocuparse demasiado. El peligroso, el iceberg con el que podemos volver a topar es que la ciudad no pueda ser reflotada con políticas democráticas, con personas que realmente trabajan la cultura desde abajo y que la consideran una herramienta fundamental para transformar nuestra sociedad.

El mundo de la cultura activa se va moviendo para evitar el cataclismo. Es hora de manifestarnos todos los que pensamos que la cultura no es mero entretenimiento. Hay una campaña de firmas que, bajo el lema ‘Colau, ¿dónde estás?’, Reclama que Barcelona en Común evite que Jaume Collboni y Xavier Marcé perpetren ni un día más su simulacro de política cultural. Les invito a que firmen -lo pueden hacer aquí (*)-, porque la cultura activa también se hace por medio de sus usuarios críticos. Entre todos tenemos que demostrar que Barcelona no es el Titanic; que el Titanic son todos aquellos que pensaban y piensan que las pescateras no se merecen respeto, que la cultura es glamour para ellos y los suyos, que no se miran más al espejo y dejan que sean otros mejor preparados quienes lleven la nave a buen puerto.

Cuando Félix de Azúa publicó aquel artículo tenía un grupo de mediocres que le reían las gracias. Ya ven dónde han terminado. Ahora no podemos volver a retroceder, volver a esperar treinta años. La capital catalana se merece una cultura nueva y democrática de verdad.

(*) https://www.change.org/p/ada-colau-i-bcn-en-com%C3%BA-volem-que-la-pol%C3%ADtica-cultural-a-barcelona-ciutat-canvi%C3%AF?recruiter=3375317&utm_source=share_petition&utm_medium=facebook&utm_campaign=autopublish&utm_term=des-lg-share_for_starters-no_msg

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