Tres tendencias en política

El pasado 29 de octubre, mientras escuchaba los discursos previos a la votación que acabaría haciendo presidente a Rajoy, pensé en otros discursos similares que había escuchado hacía poco, especialmente en un contexto europeo. Hay, al menos, tres tendencias en común. Son muy genéricas, sin duda, pero son tendencias. Empecemos por la primera y quizás también la más importante: en muy poco tiempo, la reflexión sobre la calidad democrática ha desplazado de una manera muy acusada otros debates políticos clásicos. Por «debate político clásico» entendemos, por ejemplo, el de la descentralización administrativa o el de las consecuencias de la inmigración. Por «calidad democrática» entendemos básicamente la eficacia del sistema a la hora de garantizar una representatividad política real, la participación institucional de la ciudadanía y la igualdad de derechos y oportunidades.

Existen al menos dos circunstancias que han contribuido radicalmente a este cambio de tendencias: las fallidas revueltas árabes, los diferentes movimientos de indignados en todo el mundo, relacionados con el impacto social de la crisis económica, y la deriva de ciertos países nominalmente democráticos como Polonia o Hungría. Desde la perspectiva catalana, esta transformación teórica tiene una importancia extraordinaria, porque hoy desplaza el discurso de los derechos históricos vinculado al pensamiento nacionalista clásico y ubica la cuestión nacional en el nuevo contexto de la calidad democrática y, más subsidiariamente, en temas de fiscalidad y redistribución.

Segunda. La crisis económica es, por supuesto, el centro de la mayoría de reflexiones políticas de los últimos años, pero sin que por ahora se pueda detectar ninguna perspectiva claramente hegemónica ni polarización ideológica definida. A diferencia de lo que ocurrió a partir de los hechos del 11S, cuando se produjo una polarización intelectual muy acusada entre partidarios de la explicación culturalista (por ejemplo, Huntington) y partidarios de la explicación economicista del conflicto (por ejemplo, Chomsky) la crisis económica actual no ha supuesto una perspectiva dual y dicotómica en ningún sentido (el más primario sería ‘derechas/izquierdas’, en el caso de la doble dualidad ‘culturalismo/economicismo’ y ‘derechas/izquierdas’, en cambio, los cuatro conceptos encajaban simétricamente). Por otra parte, conviene destacar que la intensidad de la crisis ha abierto atajos teóricos poco explorados, como los relacionados con el impacto psicológico de la situación a nivel individual y colectivo, y muchas otras. El sistema se repiensa y lo hace de una manera inusualmente propositiva. La traducción directa de este hecho es que las críticas al sistema capitalista se han convertido en graduales, no duales: desde las radicalmente contrarias al sistema (que ya existían) hasta las reformas de intervención y/o fiscalización realizadas desde el liberalismo conservador (que sí son inéditas), pasando por muchos otros matices que incluyen los de una socialdemocracia.

Tercera. Desde una perspectiva tanto política como institucional, el tema de los valores había adquirido últimamente una insólita centralidad (retórica) en el contexto catalán, pero no en el resto del mundo, donde este debate sigue teniendo un sesgo más bien filosófico. Lo que aquí llamamos «valores», de una forma semánticamente abusiva, suele articularse en otros contextos en torno a una reflexión sobre la figura del ciudadano y de la ciudadanía, por lo menos desde una perspectiva política -tal como pasó hace unos años, por ejemplo, con la idea de republicanismo desarrollada por Philip Pettit-. De hecho, la mayoría de las veces que se utiliza hoy la palabra valor en un sentido político se trata en realidad de virtudes ciudadanas o cívicas aplicadas a determinadas circunstancias (por ejemplo, las consecuencias de la digitalización en la profundización de la calidad democrática y muchos otros). En Cataluña, algunos intelectuales como Salvador Cardús ya alertaron hace tiempo del peligro de emplear esta noción de una manera acrítica.

Estoy convencido de que estas tres tendencias son reales. Otra cosa muy distinta es determinar si son duraderas, si acabarán consolidándose. De eso ya hablaremos dentro de unos años, si no nos cae un rayo antes.

EL TEMPS